Vivimos en una grave crisis, los elevados costos de alimentación, transporte y medicinas son tema diario de conversación. ¿Cómo seguimos sobreviviendo? es una pregunta frecuente, sobre todo ante un panorama en el que no se vislumbra la recuperación económica, social y política del país en el corto ni mediano plazo.
Estas preocupaciones no son solo de las personas adultas, sino también de un gran número de adolescentes y jóvenes que sienten en carne propia la magnitud de la crisis. ¿Cómo consigo comida?; ¿qué puedo hacer? y ¿cómo ayudo a mi familia, a mi gente? son preguntas que rondan en la cabeza de muchas personas o quizás de todas.
En este desgarrador contexto, con unas pésimas condiciones de vida, múltiples vulnerabilidades y con escasos medios para cubrir las necesidades básicas, buena parte de la población venezolana se convierte en “personas explotables” y por tanto en “esclavos y esclavas potenciales”, presas fáciles de la esclavitud moderna.
La esclavitud moderna es entendida como una situación de explotación económica de las personas, por parte de quienes disponen de su fuerza de trabajo y ejercen control absoluto sobre estas. Si bien se ha abolido la esclavitud y la propiedad formal de las personasen el ámbito mundial, al menos jurídicamente hablando, muchas manifestaciones de la esclavitud se han ido sucediendo a lo largo de la historia y se caracterizan por la ausencia más absoluta de respeto a los derechos humanos y por ser contrarias a la dignidad humana.
La esclavitud moderna tiene por finalidad explotar económicamente a la persona esclavizada, sacar un provecho económico de su fuerza de trabajo o directamente de su fisionomía.
A grandes rasgos se identifican tres grandes formas de esclavitud moderna:
–La sexual, a las que están más expuestas mujeres, niñas y adolescentes.
–La laboral, a la que están expuestos tanto hombres y mujeres, con mayor número de hombres en la explotación industrial, minera o agrícola y mayor número de mujeres en la explotación para labores de cuidado y domésticas. Aquí también pueden incluirse la realización de actividades no legales o ilícitas como la mendicidad, actividades delictivas y tráfico de drogas.
-Luego están otras formas de esclavitud en las que se incluyen la participación en conflictos armados o el tráfico de órganos.
La OIT en diversos informes ha señalado que las mujeres y adolescentes representan claramente el grupo con mayor número de víctimas. 55% del total, mientras el porcentaje de hombres alcanza 45%. En la esclavitud sexual, las mujeres son más prevalentes que los hombres (98% frente a 2%), mientras en la explotación laboral los hombres representan un mayor porcentaje que las mujeres (60% de hombres frente a 40% de mujeres). La mayor parte de víctimas son mayores de edad (74%) y el grupo de menores de 17 años de edad representa en total 26% de las víctimas.
Nuestra crisis actual favorece no sólo a la llamada “esclavización de origen” que es la que ocurre dentro del propio país, sino además, la crisis desencadena movimientos migratorios masivos (como el que se observa a diario en nuestras fronteras) debido a la necesidad de escapar de la pobreza, y produce el traslado de las “personas explotables” a otros países y con eso a otras formas de esclavización en los países de destino. La pobreza, la falta de educación, la ausencia de trabajo o de otros posibles mecanismos para prosperar son los factores económicos y sociales que impulsan la migración y la esclavización, pero además hay factores de orden cultural que coadyuvan, como son por ejemplo, las desigualdades de género, que incrementan la vulnerabilidad de las mujeres y niñas ya que se les niega todavía más el acceso a la prosperidad.
Ante esta realidad venezolana, no es de extrañar que el Índice Global de Esclavitud 2018 -presentado por la Fundación Walk Free el 17 de julio de este año ante las Naciones Unidas- calcule que en Venezuela unas 174.000 personas (6 de cada 1.000 habitantes) son víctimas de esclavitud moderna en nuestro territorio. El informe indica que Venezuela y Haití, son los países con mayor incidencia de la esclavitud moderna en Latinoamérica y las autoridades venezolanas están entre las que peor respuesta da al problema de la esclavitud moderna en todo el continente. Hay que destacar que este informe fue elaborado con datos de 2016, y nada hace suponer que esta situación haya mejorado para nosotros.
Urge una revisión de lo que vivimos en Venezuela, no solo en las consecuencias directas de la crisis a nuestra alimentación, seguridad, salud, vivienda y otras, que son ya bastante graves; sino además en las repercusiones más amplias en cuanto a lo que nos podemos estar convirtiendo.
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