Yehoshua ben Yosef, mejor conocido como Jesucristo, nació hace más de dos mil años en una cueva cerca de Belén, en Palestina. El primer milagro fue que él y su madre vivieran porque muchas mujeres morían en el parto y la mitad de los niños fallecía antes de los cinco años. Las condiciones de vida eran muy duras. Lo que se comía, cuando había, eran aceitunas, pan ácimo, leche, queso, rara vez carne. Los huesos de esa época denotan síntomas de desnutrición.

Jesús vivió en Nazareth. Al cumplir quince años trabajó como aprendiz. Más que carpintero, como supuestamente fue su padre José, pudo trabajar como albañil, pues la madera era escasa. En Céforis, a una hora de Nazareth, Jesús y familia vendían mercancía. Probablemente María y demás mujeres de la familia hacían tejidos.

Jesús fue consciente de la brecha entre ricos y pobres. Los trabajadores protagonizan algunas de sus parábolas. Muchos habían perdido sus tierras por impuestos y otras razones. Sólo tenían su fuerza de trabajo. Jesús trabajó como jornalero, se refleja en sus parábolas por ejemplo la de los obreros de la viña.

¿Sabía leer y escribir Jesucristo? Cualquier muchacho de su edad conocía la Torah. Poseían refinados conocimientos de las escrituras. El sábado se reunían en la sinagoga para leer la Torá en hebreo y en arameo. Jesús maravillaba por su elocuencia.

La peregrinación al templo de Jerusalén, a 140 kilómetros de Nazareth, era costosa y peligrosa, por los bandidos de caminos. Jesús llegó a los 12 años a Jerusalén, para él debió ser toda una revelación. Jesús no era el único predicador: proliferaban y entre ellos milagreros, curanderos y fabricantes de lluvia. Jamina o Haimina curaba enfermos. No estaba separada la creencia en milagros y la religión. Había demonios, posesiones, y exorcismos. La necesidad de curaciones era enorme, la gente moría de malaria, lepra y otras enfermedades. Cabello y barba se mantenían cortos, por los piojos.

Jesús adquirió control de multitudes, predicaba desde un bote en el mar de Galilea. Su mensaje era simple y trascendental: aspiremos a un reino diferente, aspiremos al reino de Dios. Avizora que la vida será buena en el Sermón de la Montaña. Las buenas obras cambiarán al mundo para siempre. Dijo cosas incómodas, especialmente para los ricos y poderosos.

Jesús ponía su vida en peligro al entrar a Jerusalén. Llegó a la ciudad en Pascua, montado sobre un asno, en son de paz. Se presentó simbólicamente como un profeta. Lo recibieron con palmas, que eran un símbolo de libertad.

Jesús desafiaba a Herodes Antipas. Las autoridades estaban en máxima alerta. La ciudad era una hoguera latente. El templo era controlado por la casta sacerdotal que colaboraba con el poder imperial romano. Dentro del templo había tráfico de monedas y animales para sacrificios.

Jesús echó a los mercaderes del templo y quedó identificado como subversivo, pero no se fue. Se instaló en el monte de los Olivos. Todos los días iba y venía del Valle Cedrón a Jerusalén. Bautizaba en la cisterna o alberca donde tomaban baños rituales antes de entrar al templo.

Todos los días predicaba en el templo, lo cual molestaba a los sacerdotes y a su jefe Caifás. Pero los romanos se cuidaban de arrestarlo frente a sus seguidores. La cena de Pascua era una tradición familiar judía, se comía pan ácimo y se tomaba vino. En la última cena Jesús dijo a Judas: “Haz lo que tengas que hacer”. Los discípulos no entendieron. Luego se fueron al Monte de los Olivos y allí, lejos de las muchedumbres, lo prendieron en Getsemaní, que era una caverna donde se prensaban olivas para hacer aceite.

La noche estaba fría, Jesús salió solo y dijo a sus discípulos: “siento una pesadumbre de muerte, quédense aquí”. Luego, al estar solo: “Padre mío, aparta de mí este cáliz”. Al regresar vio que estaban dormidos y salió otra vez. Entonces llegó Judas y lo besó. Era la señal: llegaron los guardias. Pedro luchó e hirió a uno pero no lo arrestaron, a él ni a ninguno. Jesús no quería confrontación y los discípulos escaparon.

Fue llevado ante Caifás para quien debió ser un pecado que dijera ser hijo de Dios. Jesús hizo poco por negar los cargos de blasfemia pero los sacerdotes no podían imponer penas por lo que lo llevaron al Pretorio y lo entregaron a Poncio Pilatos, quien era la autoridad romana. Jesús fue desafiante por lo tanto Pilatos no tuvo piedad con él.

Se inició el vía crucis. Primero fue la flagelación. Le clavaron una corona de espinas en la cabeza. Luego cargó el madero, colapsando bajo el peso. Soldados obligaron a un hombre a ayudarle a cargar la cruz. Se llamaba Simón El Cireneo.

Subieron a un monte llamado Gólgota que significa lugar de la calavera. Al parecer era una cantera abandonada. No hay descripción de la crucifixión, los detalles siguen siendo un misterio, pero los romanos mataron así a miles. El ejército romano tenía unidades de ejecución con verdugos entrenados.

Como los clavos eran caros, con uno solo atravesaban ambos pies. No había mucha sangre pero sí mucho dolor por los nervios desagarrados. El hueso calcáreo se parte. Les ponían un asiento para que tardaran más en morir y su muerte fuese un mensaje político. No fue nada estático, se movió, sangró, lloró, gritó, imploró. Fue una muerte ignominiosa.

Crucificado en la mañana del viernes, murió antes del ocaso. El cielo se nubló y hubo un gran terremoto. José de Arimatea, un seguidor rico, bajó el cuerpo y lo llevó a una cripta. Los cadáveres quedaban expuestos o eran echados a un vertedero. Debía ser inhumado antes de las 24 horas por ritual judío y porque en sábado no hay servicios fúnebres.

Cuando María y la Magdalena llegaron a ungirlo, la cripta estaba abierta y el cuerpo no se encontraba. Se les apareció un ángel con vestido resplandeciente quien les anunció la resurrección. (Mateo 28:19-20).

Hay muchos misterios en torno al nacimiento y muerte de Jesucristo pero su mensaje de paz y amor sigue vigente. Por eso celebramos su nacimiento. Aunque no se crea en él, se puede considerar su nacimiento como un símbolo de la renovación de la vida. La certeza de que todo cambia, nada permanece.

Libro: Investigación sobre Jesús. Corrado Augias y Mauro Pesce. Debate, 2009

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