No habrá nada que haga retroceder alguna decisión tomada con sapiencia, si acaso se tiene conciencia sobre lo que vale la vida. Es importante atender y entender la frase que inicia esta disertación. En principio, esta primera reflexión, está dirigida a amantes y practicantes de valores que abonan y siembran la vida desde su más sana praxis. Así, será posible pensar que cada letra, cada palabra, se convierta en gotas de lluvia que al mojar la hermosa tierra venezolana, sirva de cultivo a grandes ideas que animen la unión, el entendimiento, la solidaridad. Pero sobre todo, las libertades. Asimismo, el afecto, el compañerismo y la amistad para alabanza del sentimiento más grande que todo ser humano puede y debe exaltar y exhortar: el amor.
No hay nada más grato y necesario que la comunicación entre seres humanos. La racionalidad, provee al hombre la capacidad necesaria para aprovechar lo que la intención de relacionarse entre si, respetuosamente, implica. Particularmente, en momentos cuando el alma hierve en emociones. Justamente, en las emociones de saberse hermano de quien tiene al lado. Igualmente, de saber que el único espacio para demostrarlo es la vida.
Pero antes de ahondar un tanto más en lo que estas ideas envuelven para regalar la emoción de sentirse cerca de otros semejantes, es necesario hacer una aclaración: que no es lo mismo “vida” que “vivir”. Aunque al primer sonido, pudiera parecer que significa lo mismo. Pero no es así.
Se puede vivir, sin advertir lo que comprende la vida. Por eso, debe hacerse hincapié en el concepto de vida pues al entenderlo, puede asegurarse y resolverse el camino que ha de transitarse en la vida.
Sin tener plena claridad del sendero por el cual han de encaminarse los pasos, no debe continuarse esta disertación. Por ello, debe hacerse una parada para tener el mejor conocimiento de por dónde se podrá andar sin correr riesgos innecesarios. Sólo así será posible ser exitoso por cuanto habrá seguridad de hacia dónde debe avanzarse. De cómo ganar terreno y los recursos que deberán exigirse para llegar a buen puerto. Con estas inquietudes debidamente asentidas, podrá continuarse esta reflexión que intenta gritar al mundo entero: “¡Que viva la vida, pero en libertad!” Así que ahora toca definir qué es la vida, aunque el concepto de “libertad” no es tan obvio.
La historia del hombre, lo ha puesto ante miles de conceptos que buscan explicar la vida. Pero más allá de tantas definiciones, es pertinente construir una propia que pueda aceptarse al presente propósito.
La vida es mucho más de lo que en principio puede comprenderse. Pero de lo que sí no hay duda, es de que la vida es el sueño que todo ser humano puede alcanzar despierto. Solo que para lograrlo se necesita contar con el optimismo que lleve a seguir una actitud positiva ante las realidades con las que cualquier persona se topa a diario.
En la mitad de tan hermoso espacio, se edifican las oportunidades que harán crecer al hombre en medio de las dificultades que pueden obstaculizar su avance. Por eso, al miedo no debe huírsele pues como parte del universo, puede encontrársele en cualquier esquina, acechando al primero que por ahí cruce o tenga que pasar.
Al miedo hay que enfrentarlo. ¿Cómo? Haciéndole ver que no se le teme, aunque siempre buscará asustar para luego paralizar al más valeroso. Al miedo, hay que hacerlo compañero de aventura pues será como una especie de sombra o de compañía a lo largo de la vida.
Igualmente debe saberse que cada día ocurre el encuentro con posibilidades a montones. Todas capaces de brindar lo que mejor pueda desearse. Porque las cosas buenas se dan todos los días. Siempre y cuando pueda desarrollarse la habilidad y agilidad para convertir todo lo posible (y hasta lo imposible) en realidad. Y ahí, precisamente, se hallan las libertades.
Como escribe el poeta: “la vida es el sueño que todo ser humano puede alcanzar despierto”. Por consiguiente, debe tenerse conciencia de que soñar lo que se anhela, no conduce a nada. Es decir, soñar por soñar. El único lugar donde los sueños no se realizan, es en el pensamiento, indistintamente de estar despierto o dormido. Por tanto, hay que reconocer que si se ama la vida que se vive, se tiene capacidad de vivir la vida que se sueña. Que es la vida que se ama. Así que hay que gritar a los cuatro vientos: ¡Que viva la vida! (en libertad).
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