Opponents of Venezuelan President Nicolas Maduro hold a demostration in Caracas on January 23, 2017. Some 2,000 Venezuelan opponents marched Monday in the streets of Caracas to demand early elections, with the aim of ousting President Nicolas Maduro, who they blame for the profound political and economic crisis that has the country in its grip. / AFP PHOTO / MANAURE QUINTERO

El título no pretende integrar la lista de las frases célebres: “Un autosuicidio” o “matar a gente viva”. ¿Se puede matar a los muertos? En los hechos parece que sí es posible.

El Ministro del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Néstor Reverol, inició la semana con el balance post comicial: “En Plaza Altamira, 8 funcionarios de la PNB resultaron heridos con quemaduras de primero, segundo y tercer grado. Tenemos 21 funcionarios lesionados con armas de fuego en diferentes hechos violentos que también estamos investigando”.

El Ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, ofreció su balance: la muerte por arma de fuego de un sargento de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en La Grita, estado Táchira. Exculpó a las fuerzas militares por muertes en protestas.

Para el momento en que se daban esas declaraciones, ya el Ministerio Público había confirmado 10 muertes producto de la violencia en el marco de las elecciones. No hubo una mención para ellos.

¿Asesinados por el silencio? De las 121 personas que habían perdido la vida como consecuencia de la violencia generada en las protestas, registradas por el Ministerio Público, solo ha habido menciones para los funcionarios de seguridad o las personas que las circunstancias indicarían que fueron atacados por ser oficialistas. Todo ello a pesar de que, como podemos leer en Efecto Cocuyo, el Ministerio Público: “Denunció que en el contexto de las manifestaciones, al menos el 25% de las muertes ha ocurrido por la acción de los cuerpos de seguridad del Estado, y que en el 40% de los casos están involucrados civiles armados que actúan en contra de los manifestantes”.

Las autoridades contabilizan y destacan los ataques a centros electorales, guarimbas; pero nada se menciona (ni siquiera como supuestos hechos a investigar), los ataques de fuerzas públicas a población civil desarmada, agresiones injustificadas, hechos vandálicos, robos de pertenencias y un largo etcétera. Como si se pudiera clasificar las violencias en “buenas” (las nuestras) y “malas” (las suyas).

¿Se las lleva el viento? Para Abel Saraiba, psicólogo y compañero de Cecodap destacó: “Puede parecer que las acciones pesan más que las palabras, las primeras dejarían huellas indelebles, mientras que las segundas se las llevaría el viento. Hoy la realidad de Venezuela nos enseña que esa afirmación popular no solo es inexacta sino muy peligrosa”.

Paulo Freire advierte que no hay palabra verdadera que no sea una unión indisoluble entre acción y reflexión, es decir, praxis. Las palabras se convierten en acciones.

No nos cansaremos de advertir sobre los riesgos de:

• Adjetivar al otro. Cuando las autoridades refieren “la otredad” como: “grupos violentos” “terroristas” “fascistas” “extrema derecha” “apátridas”. La filósofa Hannah Arendt ha documentado suficientemente las consecuencias de cosificar al otro, despojarlo de la condición humana: la solución a nuestros problemas viene de reducirlo, dominarlo o exterminarlo.

• Desconocer al otro. Si no hay reconocimiento se promueve la discriminación. Amnistía Internacional plantea que “la igualdad es importante justamente entre diferentes, ya que se trata de una convención social, de un pacto, según el cual se reconoce como iguales a quienes pertenecen a distintos sexos, razas, etnias, edades, clases sociales, etc.”

La semántica de la agresión se impone cuando desde sectores de oposición se discrimina y califica a los seguidores del gobierno, a los candidatos a la ANC. Adversar una propuesta que se considera inconstitucional es una cosa y otra diferente es cosificar a quien se postula, utilizando la misma lógica que se cuestiona.

Sin peros… Condenar todas las muertes, heridos, atropellos con el mismo dolor y vehemencia. Condenar la muerte de funcionarios o de manifestantes sin peros; sin relativizar. Nos duele el asesinato de compatriotas sin adjetivos. Exigimos investigaciones serias, sin conclusiones ya hechas. Reconocer al otro, sus afectos, su dolor.

“Matar a tus muertos” no es una ligereza gramatical. Representa un cruel intento de desconocer, invisibilizar, borrar de la memoria colectiva lo que representaron y siguen representando, su dignidad.

Solo podrá tomarse en serio los llamados a construir la paz que se nos ha extraviado cuando haya respeto y no se intente matar a los muertos.

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Las opiniones emitidas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autores. Efecto Cocuyo. 

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