Comunidad no es comuna, como lo hemos dicho en artículos anteriores publicados en este medio. Se trata de dos estructuras socio-antropológicas distintas. La primera con una larga historia, por lo menos unos cinco siglos, la segunda producto de una imposición derivada de la revolución “chavista”.
Los fundamentos son distintos, el primero relacional matricentrado, vivido como mundo-de-vida popular venezolano (Moreno, 1993), desde él vivimos la monarquía, pero también la república, la democracia, en una convivencia sólida, sin fisura y diferenciada de la modernidad. El segundo, es una estructura impuesta, revolucionaria, externa, su posibilidad de existir está anclada en la eliminación. Necesita negar la historia y toda condición humana autónoma. Su fundamento es la racionalidad colectiva, el planteamiento de un hombre nuevo sin atadura con el pasado.
Esto es el proyecto totalitario venezolano, en la comuna se redefine y produce la intervención más dura que hayamos vivido en nuestra historia. Se da un proceso real de desidertificación y reidentificación en otro sistema de prácticas y significados. Lo Comunal está basado en la propiedad colectiva, en los procesos ideológicos, en la asociación corporativa, en el partido.
El instrumento que vehicula este propósito y proyecto es el Estado Comunal, montado sobre una estructura mínima, no necesita la libre asociación de personas, sino militantes comprometidos, número que no excede el 15% o 20% de la población. ¿Cómo lo hace? Mediante la imposición jurídico-punitivo.
El aparato comunal desplazó las organizaciones democráticas comunitarias y obligó a usar los mecanismos comunales para la gestión de sus problemas. La palabra clave que le identifica es la gestión que no implica ni identificación, ni compromiso. En una localidad pueden coexistir la comunidad, en su real sentido socio-antropológico, y lo comunal en su real sentido de dominación.
La comunidad supera en número al aparato comunal, esto es un elemento que ayuda a mantenerse firme en su identidad. En nuestro trabajo reconocemos un tejido fuerte de la trama comunitaria, y eso no significa que no sea enérgicamente golpeadas, pero su elasticidad y resistencia, como la tela de araña, se mantiene y soporta los duros golpes del sistema. ¿Cómo es esto posible?
En esto la cultura matricentrada tiene mucho que ver. El límite materno es elástico pero resistente, la familia se protege de cualquier amenaza. En este momento la madre advierte que el principal peligro es el régimen, es el chavismo, por eso se repliega en su identidad y desde ahí se protege. Me gusta citar a Havel Vaclav, en este punto, porque nos permite ver otras experiencias de resistencia, comienza “una especie de cansancio del cansancio, un tiempo en que la gente comenzaba a hartarse de esperar sin resultado, de esa supervivencia pasiva en la esperanza de que las cosas mejoraran. Fue, en cierto sentido, la gota que colmó el vaso… Entendieron todos que el ataque a la música underground bohemia era un ataque a lo elemental y más importante, a lo que unía verdaderamente a todos: un ataque a la vida en la verdad, a las intenciones reales de la vida.” Estamos llegando a este punto, entender que el ataque a la madre y a la familia es el ataque a lo fundamental, ¿se podrá detener la fuerza que impulsa a la madre a proteger a sus hijos?
Pese al dominio la madre pervive, primero como familia y luego como comunidad. Uno de los dolores más profundo que se ha vivido ha sido la migración. El efecto que ha dejado hondas heridas, una salida forzada, todas las condiciones de vida han llevado al desplazamiento forzoso hacia fuera del país, pero también al desplazamiento interno. Cuando estoy escribiendo estas líneas está ocurriendo en Caracas uno de los actos más violentos que hayamos vivido, todo el oeste de la ciudad está en toque de queda por el crimen organizado.
Las megabandas que pudieron articularse gracias a las zonas de paz demuestran hoy su poderío, la población huye, sale de su casa y la deja sola, vemos en las calles de la ciudad un gran número de desplazados por la violencia, a la intemperie, sin resguardo. No es Siria, “no estamos en guerra” pero vivimos los efectos de la guerra, somos el segundo país del mundo con más desplazados y refugiados.
La referencia precedente nos pone en el límite, pero sin resignación, por eso la autonomía y la libertad será siempre una sombra al poder constituido en lo comunal. Ahí hay potencia, es la base de lo que podamos hacer como sociedad para poder caminar hacia la liberación, pese a la voluntad de dominio del régimen.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
De la misma autora: El humor, base de la resistencia
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