“Carlos reprobó siete materias por estar pegado como un zombi al computador”. “Tuve que comenzar a controlar las horas de sueño pues Daniel se quedaba dormido en clases”. Estos son algunos de los comentarios que surgen en conversatorios con familias. Las preocupaciones superan los aspectos positivos que destacan.
En un taller con adolescentes realizamos un trabajo grupal partiendo de la lectura de un material elaborado por el psicólogo Miguel Ángel Abanto, quien sintetiza algunas desventajas del uso de los videojuegos:
Pueden generar adicción
Generan una dependencia digital. Propician la necesidad de seguir jugando cada vez más, limitando los espacios de interacción en la vida real. Hay una incapacidad para detenerse o de fijarse plazos o períodos de tiempo de juego, y puede interferir en otras esferas de la vida diaria. Hay poca tolerancia a la frustración, pues al tener el control del juego se cree que las cosas se pueden manejar de la misma forma en el mundo real. La mayoría de los juegos fomenta actitudes violentas y agresivas, que como se ha comprobado tienden a repetirse en la conducta de niños y adolescentes.
En el taller los adolescentes fueron bastante autocríticos y para nada defensivos; abundaron en testimonios, como: “Estuve todo un fin de semana jugando, día y noche y solo me paré rápido a buscar el plato ante la insistencia de mi mamá y continué jugando”. “Cuando estoy jugando y no consigo llegar al nivel esperado me pongo de mal humor y me provoca caerle a patadas al que tengo al lado”.
La Organización Mundial de la Salud incluyó en su última edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11, 2018) el “trastorno por videojuegos” como un trastorno de comportamiento adictivo. De hecho, comparte similitudes con el juego patológico y con los trastornos de consumo de sustancias.
¿Cuándo nos debemos preocupar?
Debemos estar atentos si: necesita cada vez más horas para conectarse a los videojuegos; no puede desconectarse independientemente de las consecuencias que ello traiga; se afectan sus hábitos de alimentación, sueño e higiene; tiene sobrepeso, evita cualquier actividad física; van cambiando sus costumbres, hábitos y rutinas que lo irán afectando física y emocionalmente; se vuelve irascible, irritable y ansioso, especialmente cuando no puede conectarse.
El impacto de la violencia es resaltado por la abogada Sonsoles Vidal, al advertir “que las imágenes violentas son constantes, los adolescentes pueden caer en el deseo de ocupar el rol del protagonista, por el morbo que supone causar daño sin dolor, lo que puede llegar a confundirles”. Añade que es una violencia totalmente gratuita, que les sobreestimula y que, aunque no tiene por qué tener una consecuencia directa, influye en reacciones agresivas. Los adolescentes viven una etapa de su vida en la que se atreven a mucho más y quieren probar todo tipo de cosas.
¿Qué hacer entonces?
Juegos aptos para su edad. A la hora de comprar, descargar o pedir prestados tenemos que saber cuál es la franja de edad recomendada para saber si es o no conveniente para nuestro hijo. Acordar horarios de uso. Los especialistas varían entre sugerencias de que no supere una hora; otros plantean que dos al día. Esto implica tener otras opciones de actividades para que distribuyan su tiempo. Debemos reflexionar si los videojuegos no se constituyen en la cuidadora a quien delegamos el tiempo de nuestros hijos para que no nos molesten.
“La salud mental también se deteriora por el uso desmedido de este tipo de tecnología, pues, si no existen límites, puede intensificarse la posibilidad de que los niños se enfrenten a un mayor aislamiento social. La ansiedad, irritabilidad e ira son otros de los síntomas que señalan una posible adicción al uso de los dispositivos electrónicos” advierte la médico Concepción Ruipérez.
Es importante que como padres sepamos de qué van los juegos. Conocer las presentaciones de los mismos, jugar con ellos es la mejor manera y conversar sobre sus motivaciones. ¿Por qué te gusta ese juego?, ¿cómo te hace sentir? Los videojuegos no pueden sustituir el tiempo y obligaciones que como padres debemos brindarles.
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