La última semana de febrero de 2019 podría ser recordada, en Venezuela, como una de las más tensas vividas en años. Y eso es mucho decir, en un país donde se vive en tensión imparable.
Mucha gente, estimulada por las recientes movilizaciones de la oposición y acontecimientos externos en torno a Venezuela, creyó que el fin del gobierno estaba cerca, cuestión de días y si no caía, los extranjeros resolverían el asunto, ya.
El país quedó insomne ante un gran enigma. Sobre todo cuando se anunció la llegada de la “ayuda humanitaria” que tanto el gobierno como gente de la oposición, creyó que con ella vendrían ejércitos extranjeros. Invasores para unos, liberadores para otros.
Los nervios de punta. Y es que en la historia reciente de este país, Febrero, a pesar de mes corto, suele ser muy movido.
El 27F del 89 bajaron los cerros y las calles se prendieron con barricadas, hubo saqueos por doquier y sonaron las metralletas, los fusiles cuando la policía y la guardia subieron los cerros. Eran tiempos de Carlos Andrés Pérez.
El día siguiente, mientras las matanzas en los cerros, las televisoras transmitían películas de Walt Disney y en la radio sonaban “Cerro Ávila”, “Sé perder” o “Mueve un pie”. Cero noticias. Un blackout comunicacional como los de ahora.
En ese febrero no se sabe a cuántos mató la Guardia, ni cuántos desaparecieron, ni cuántas violaciones de Derechos Humanos hubo. No había quién contara, ni quien defendiera, a diferencia de ahora. Solo quedó La peste, en el cementerio del Sur, como recuerdo de aquellos dolorosos días.
El 4F de 1992 fue otro día aciago. Los motores de la aviación alzada contra el Presidente Pérez despertaron a los caraqueños, se enloqueció la ciudad. Mataron a soldados y a uno que otro civil. En la noche, oímos, el “por ahora” y después todos sabemos lo que pasó.
Con estos antecedentes llegó febrero de 2019. El país, el de chavistas y oposición, removido, esperanzado, enardecido, angustiado.
El 23F fue el día D, con D de esperanza.
El despertar de ese día fue duro. Las primeras noticias sobre la represión a venezolanos originarios de esta tierra de gracia, se extendían hacia el otro extremo fronterizo donde, también el gobierno, con toda su fuerza, reafirmaba su consigna de “no pasarán”.
Hubo momentos de euforia en la oposición cuando la primera gandola pasó la frontera. Ahora viene lo bueno, se pensó pero el fuego no se hizo esperar.
Con el avanzar del día se produjo un blackout informativo como otrora. Pero ahora existen las redes, los medios alternativos y lo que se veía enredaba al gobierno y lo que se decía, a la oposición.
De San Juan venía un barco con parte de la ayuda. Diputados de la oposición fueron a verlo zarpar, gente de la oposición se disponía a vitorearlo al llegar, pero no; el gobierno dijo NO y el barco reculó. Recular no está bien visto y alguna gente sintió el corazón –inclusive, el estómago- achicopalado.
Y la ayuda, terminó no pasando, a pesar del “Si o Si”. Malo, malo. Alguna de la oposición comenzó a desesperarse, otra a desesperanzarse y, otra, a afirmarse.
Finalizando febrero, en un sector opositor, apareció una cierta frustración. No necesariamente porque la invasión no llegó y los alimentos tampoco, sino porque, simplemente, el gobierno, a pesar de los traspiés y desmanes, sigue allí.
Las esperanzas pasaron a la reunión del grupo de Lima reunido en Bogotá. Algunos esperaban humo rojo sangre y salió blanco, pero no de la paz, no. Imposible. Blanco neutro. No habrá invasión, por ahora. Quizás nunca o la semana que viene.
Discrepar y coincidir
Y mientras, la gente en Venezuela, la que marcha con la oposición y la que lo hace con el oficialismo, está desesperada por la situación económica y social. El clamor es por soluciones ya pero, a no ser que la vida te de sorpresa, parece que no. Que ya, ya, no. Seguro falta menos pero no necesariamente, poco.
Febrero, que comenzó siendo amarillo, verde, del color que cada quién lo vio, terminó siendo gris, beige, del color que cada quién lo ve. Viene Marzo, abril…
Y como un resultado de los vaivenes de febrero, Venezuela, que ha atravesado décadas de divisiones se encontró con otra más: la de quienes claman por #intervencionMilitarYa y quienes nos resistimos, #NoQuieroNingunaIntervenciónMilitar.
Lo bueno de esta nueva división nacional es que ambos bandos, a pesar de diferir en el cómo, coinciden en el qué: hay que salir del atolladero en que el país está metido.
En algo hemos avanzado como sociedad: Se puede discrepar y coincidir.
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Las versiones oficiales sobre el #23Feb y el ingreso de la ayuda humanitaria