Viendo los últimos acontecimientos del 2022, su continuidad en el 2023 y algunos ocurridos en los primeros días del nuevo año, el futuro se presenta sombrío a pesar de tanta paz y felicidad que seguimos deseándonos.
El 2023 ha comenzado con noticias de muerte y destrucción. Figuras públicas mundiales han alcanzado la paz eterna mientras que a quienes seguimos nos queda buscar la paz transitoria.
La primera muerte que este fin de año sacudió a la opinión pública fue la del rey Pelé, el legendario astro de fútbol que trascendió a su selección brasileña para hacerse ídolo mundial.
Aún en el fragor del campeonato mundial de fútbol en Qatar y la heroicidad de Messi, en estos días, según algunos comentaristas especializados y la fanaticada, ha muerto el mejor futbolista de todos los tiempos, Pelé. Él era mundialmente admirado, querido por las emociones que despertaba, las destrezas que mostraba y las sonrisas que brindaba cuando pateaba al balón.
Pelé fue un hombre de goles, por ello fue la imagen seleccionada para promover la primera pastilla para superar la disfunción eréctil – esa debilidad del pene que produce tanta vergüenza, tristeza y frustración- y que cualquier hombre afectado por este problema, pudiera, o, al menos, intentar seguir metiendo goles para complacencia de su pareja.
Pelé fue como un ángel esperanzador.
Otro hombre que alcanzó la paz eterna en este cruce de años fue el papa emérito, Benedicto XVI, de quien se dice que fue tan bueno que renunció al trono de Pedro para dejarlo a Francisco. Las razones no están claras.
La renuncia de Benedicto XVI fue presentada públicamente como un acto casi que de cortesía, de humildad, de reconocimiento de sus propias limitaciones. Algo admirable. Sin embargo, en el oscuro entramado pontifical de Roma, unos poquitos deben saber las reales razones de una renuncia que, como toda renuncia, fue presentada como voluntaria pero sabemos que muchas de ellas son forzadas. Sobre todo las de los cargos de poder.
Benedicto XVI se fue de este mundo con deudas a la humanidad a pesar de sus aportes como un eximio teólogo. El papa eximio fue un teólogo de la represión que luchó para detener las corrientes refrescantes en la iglesia católica. Aquellas representadas por otros teólogos, los de la liberación.
Benedicto XVI se opuso a cualquier progreso no solo dentro de la iglesia católica sino en cualquier sociedad o país que intentara avanzar y donde esta iglesia tiene poder. Fue un ferviente opositor a los derechos de las mujeres y de las personas con sexualidades alternativas.
El papado de Benedicto XVI estuvo plagado por denuncias de abusos sexuales a menores por sacerdotes en varias partes del mundo. Ante la mayoría de ellas, el Papa guardó un sagrado silencio o apenas susurró una solicitud de perdón. Una de esas denuncias le tocó directamente. Joseph Ratzinger, el nombre real de Benedicto XVI, aparece en un libelo acusatorio por encubrir a sacerdotes pedófilos cuando era arzobispo de Múnich. La causa seguirá abierta a pesar de su muerte. Encubrir significa complicidad por omisión.
Benedicto XVI no parece haber sido un santo.
Además de la muerte de figuras públicas, el 2023 comienza marcado por la guerra entre Rusia y Ucrania, ese sembradío de muerte y destrucción que vemos en nuestras pantallas pero que millones de personas viven en carne propia.
La guerra entre Rusia y Ucrania afecta a todo el mundo, inclusive a los países distantes de esa geografía. Nos golpea emocional y económicamente. El miedo se expande y agudiza. Los países ricos empiezan a ser afectados por la inflación y los pobres corren el riesgo de hundirse. Las desigualdades mundiales se incrementarán, la pobreza aumentará, advierten los especialistas.
El comandante general del ejército ruso declara una tregua de 24 horas y el otro comandante general ucraniano, dice que no quiere tregua, que la lucha será hasta el final. Un final que parece lejano, impreciso. Sed de sangre de ambas partes. Más muertes.
Los países aliados a uno de los contrincantes en la guerra europea arriman leña al fuego. Armas y más armas. Disparos y más disparos. Discursos beligerantes. Los tigres de la guerra, la industria de las armas necesitan engordar sus cuentas.
En el conflicto ruso-ucraniano, el diálogo parece un recurso extinguido, que no conviene a algunos. Más torpeza.
La traumática pandemia del covid, sin haber desaparecido del todo, reaparece con el comienzo de este 2023, como hace tres años. Nadie tiene claro lo que está ocurriendo con las nuevas variantes en China, como hace tres años. Entonces y ahora creímos que ese país quedaba muy lejos y nada nos alcanzaría.
Las variantes del covid son nuevas, las desconocen, las desconocemos. Parece prudente protegernos (la mascarilla, la distancia) aunque las autoridades sanitarias digan muy poco. Hace tres años fue así y aunque la historia no tiene porque repetirse, es prudente hacer de la prudencia algo de siempre.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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El 2023 ha comenzado con noticias de muerte y destrucción. Figuras públicas mundiales han alcanzado la paz eterna mientras que a quienes seguimos nos queda buscar la paz transitoria.
La primera muerte que este fin de año sacudió a la opinión pública fue la del rey Pelé, el legendario astro de fútbol que trascendió a su selección brasileña para hacerse ídolo mundial.
Aún en el fragor del campeonato mundial de fútbol en Qatar y la heroicidad de Messi, en estos días, según algunos comentaristas especializados y la fanaticada, ha muerto el mejor futbolista de todos los tiempos, Pelé. Él era mundialmente admirado, querido por las emociones que despertaba, las destrezas que mostraba y las sonrisas que brindaba cuando pateaba al balón.
Pelé fue un hombre de goles, por ello fue la imagen seleccionada para promover la primera pastilla para superar la disfunción eréctil – esa debilidad del pene que produce tanta vergüenza, tristeza y frustración- y que cualquier hombre afectado por este problema, pudiera, o, al menos, intentar seguir metiendo goles para complacencia de su pareja.
Pelé fue como un ángel esperanzador.
Otro hombre que alcanzó la paz eterna en este cruce de años fue el papa emérito, Benedicto XVI, de quien se dice que fue tan bueno que renunció al trono de Pedro para dejarlo a Francisco. Las razones no están claras.
La renuncia de Benedicto XVI fue presentada públicamente como un acto casi que de cortesía, de humildad, de reconocimiento de sus propias limitaciones. Algo admirable. Sin embargo, en el oscuro entramado pontifical de Roma, unos poquitos deben saber las reales razones de una renuncia que, como toda renuncia, fue presentada como voluntaria pero sabemos que muchas de ellas son forzadas. Sobre todo las de los cargos de poder.
Benedicto XVI se fue de este mundo con deudas a la humanidad a pesar de sus aportes como un eximio teólogo. El papa eximio fue un teólogo de la represión que luchó para detener las corrientes refrescantes en la iglesia católica. Aquellas representadas por otros teólogos, los de la liberación.
Benedicto XVI se opuso a cualquier progreso no solo dentro de la iglesia católica sino en cualquier sociedad o país que intentara avanzar y donde esta iglesia tiene poder. Fue un ferviente opositor a los derechos de las mujeres y de las personas con sexualidades alternativas.
El papado de Benedicto XVI estuvo plagado por denuncias de abusos sexuales a menores por sacerdotes en varias partes del mundo. Ante la mayoría de ellas, el Papa guardó un sagrado silencio o apenas susurró una solicitud de perdón. Una de esas denuncias le tocó directamente. Joseph Ratzinger, el nombre real de Benedicto XVI, aparece en un libelo acusatorio por encubrir a sacerdotes pedófilos cuando era arzobispo de Múnich. La causa seguirá abierta a pesar de su muerte. Encubrir significa complicidad por omisión.
Benedicto XVI no parece haber sido un santo.
Además de la muerte de figuras públicas, el 2023 comienza marcado por la guerra entre Rusia y Ucrania, ese sembradío de muerte y destrucción que vemos en nuestras pantallas pero que millones de personas viven en carne propia.
La guerra entre Rusia y Ucrania afecta a todo el mundo, inclusive a los países distantes de esa geografía. Nos golpea emocional y económicamente. El miedo se expande y agudiza. Los países ricos empiezan a ser afectados por la inflación y los pobres corren el riesgo de hundirse. Las desigualdades mundiales se incrementarán, la pobreza aumentará, advierten los especialistas.
El comandante general del ejército ruso declara una tregua de 24 horas y el otro comandante general ucraniano, dice que no quiere tregua, que la lucha será hasta el final. Un final que parece lejano, impreciso. Sed de sangre de ambas partes. Más muertes.
Los países aliados a uno de los contrincantes en la guerra europea arriman leña al fuego. Armas y más armas. Disparos y más disparos. Discursos beligerantes. Los tigres de la guerra, la industria de las armas necesitan engordar sus cuentas.
En el conflicto ruso-ucraniano, el diálogo parece un recurso extinguido, que no conviene a algunos. Más torpeza.
La traumática pandemia del covid, sin haber desaparecido del todo, reaparece con el comienzo de este 2023, como hace tres años. Nadie tiene claro lo que está ocurriendo con las nuevas variantes en China, como hace tres años. Entonces y ahora creímos que ese país quedaba muy lejos y nada nos alcanzaría.
Las variantes del covid son nuevas, las desconocen, las desconocemos. Parece prudente protegernos (la mascarilla, la distancia) aunque las autoridades sanitarias digan muy poco. Hace tres años fue así y aunque la historia no tiene porque repetirse, es prudente hacer de la prudencia algo de siempre.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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