El país se debate entre aires constituyentes, la intervención militar, las elecciones regionales o la resistencia mientras la crisis social sigue escarbando en la vida cotidiana. El estómago y los bolsillos vacíos no entienden de ideología. El hambre, como buen perro mastín, “muerde y no afloja”.

Las vacaciones son una expresión de ello. La mayoría de las familias no cuentan con los recursos para inscribir a sus hijos en planes vacacionales ni para que viajen a visitar familiares. También se pone cuesta arriba financiar la ida a un parque, playa, cine. Los gastos de transporte y comida conspiran contra la salud mental de los muchachos y de la familia en general.

Más días de vacaciones, menos alternativas

Los lapsos de vacaciones se van haciendo cada vez más largos. Las clases formales finalizan antes y comienzan más tarde y los padres, casi al unísono exclaman: “¡¿Cuando comenzarán las clases!?”.

El período vacacional es indispensable para el sano desarrollo y la convivencia; si no se realiza en las condiciones necesarias puede suponer el aumento de factores de riesgo.

Contar con mayor tiempo de interacción aumenta las posibilidades de violencia y maltrato infantil. Las emergencias pediátricas reportan mayor número de casos por los niños “que inventan”, al no tener la supervisión adecuada en el hogar

La violencia ¿toma vacaciones?

Cecodap realizó una investigación en la que analizó las muertes violentas de niños y adolescentes (menores de 18 años), reflejadas en los anuarios del Ministerio del Poder Popular para la Salud. La data correspondiente al 2009 era la más reciente para el momento de realizar el análisis.

Se pudo evidenciar que los meses de feriado escolar (enero, agosto, diciembre) albergaban la mayor tasa de muertes violentas (homicidios, accidentes).

Este aumento de la violencia contra niños y adolescentes durante los períodos vacacionales está estrechamente relacionado con la pobre oferta de actividades recreativas, deportivas y/o culturales para llenar las horas de ocio; así como una mayor exposición a entornos potencialmente peligrosos.

Ante esta situación, podemos afirmar que la escuela actúa como un espacio protector, y de allí la importancia que tiene la asistencia a los centros educativos como zonas de seguridad para prevenir que niños y adolescentes queden innecesariamente expuestos a la inseguridad personal que los rodea.

Referirnos a homicidios puede hacer que se piense en entornos de mayor riesgo y vulnerabilidad; pero ¿qué pasa en el común de las familias?

Cisor y Cecodap realizaron una investigación en 1099 hogares de 40 urbanizaciones de los cinco municipios del Área Metropolitana de Caracas. La muestra se estratificó para que representara la realidad del país.

Recrearse se convirtió en un privilegio

83% manifestó no contar con suficientes recursos para divertirse y salir juntos.
Sólo el 39% de los niños mayores de 6 años practica algún deporte.
La mayoría prefiere realizar actividades sedentarias dentro del hogar:
1) Ver televisión; 2) escuchar música
Sólo 41% de los adolescentes practica algún deporte.

La mayor parte, también dedica su tiempo libre a ver televisión, aunque en menor porcentaje que los niños (82 vs 77%).
En comparación con los niños, es más frecuente que los adolescentes escuchen música y se metan en Internet (72 y 66 % vs 60 y 35%).

Los adolescentes refieren que pasan más tiempo viendo televisión, escuchando música o usando internet, en comparación con el año anterior.

Sabemos que estos espacios, en los actuales momentos, han reducido sus servicios, horarios por la agudización de la crisis, la inseguridad en barrios y parroquias.

Economía e inseguridad los encierran en sus casas

Las parroquias, iglesias o grupos religiosos y clubs deportivos son los espacios más frecuentados fuera de casa.
Grupo religioso o que cultiva la espiritualidad, niños (18%) adolescentes (23%).
Club deportivo niños (21,25%) y adolescentes (21,38%) Movimiento Guías o Scouts niños (4%) y adolescentes (3%).

Un derecho humano fundamental

Mientras el gobierno orienta el debate hacia la constituyente, es cada vez más evidente la ausencia de una política pública que promueva y socialice el derecho a una recreación sana y responsable.

Se debería tejer una gran red social de escuelas abiertas en vacaciones, iglesias, organismos públicos, alcaldías, organizaciones sociales, comunitarias que permitan aterrizar y darle vida a unas vacaciones en libertad.

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