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Leoncio Barrios | @Leonciobarrios
Escribir sobre lo mal que está Venezuela es una perogrullada, un lugar común que pareciera carente de sentido por ser más de lo mismo. Sin embargo, la situación de los servicios públicos y privados obliga a reflexionar sobre la calidad de vida en un país al borde del colapso.
Calidad de vida es un concepto que requeriría, al menos, de un adjetivo calificativo: Buena, regular, mala, pero no, los organismos internacionales lo han hecho un concepto absoluto. La calidad de vida existe, o no.
Por calidad de vida se entiende las satisfacción de las necesidades básicas del individuo. No solo las necesidades físicas sino las psicológicas y espirituales. Algo que es imposible lograr en las actuales condiciones de Venezuela.
Indudablemente, un análisis o referencias a la calidad de vida comienza por la premisa que nada es igual para toda la población. Hay sectores más afectados que otros y algunos que no carecen de nada. Una cosa es Caracas y otra, el interior de la República, donde las calamidades son mayores y más profundas.
Esta radiografía es, básicamente, de Caracas.
Si se compara con el año pasado, por esta época, el abastecimiento de alimentos y medicamentos, ha mejorado. Aún cuando persistan carencias, la mayoría de los recursos elementales se encuentran.
El tema es que con la dolarización de la economía, todo, hasta los alimentos, se tasa en esa moneda y los salarios son en Bolívares nada Soberanos, devaluados. Solo un pequeño sector de la población puede adquirir los productos disponibles.
Pasear por un centro comercial es deprimente. Por un lado, por la cantidad de locales vacíos y lo que ello significa: pérdida de capital, de ilusiones, desempleo, migración y, por el otro, la poca y pobre oferta de productos, como ropa, juguetes, libros, electrodomésticos pero, sobre todo, el golpe de los altos precios.
Pero, en los centros comerciales y a nivel de calle, también se puede apreciar otro paisaje: una aparente reactivación de la economía que se ve en el surgimiento de un nuevo tipo de comercio en la ciudad: los bodegones llenos de exquisiteces.
Junto a las exquisiteces, se ve, en ciertas zonas, la construcción de edificios de lujo, las camionetas de alta cilindraje y reciente adquisición. Se lava y se plancha por doquier. Entre ellos, la multitudinaria pobreza en índices de indigencia que pasea su tristeza por la ciudad.
Los economistas explicarán esta aparente reactivación de la economía que se ve a nivel comercial pero no en la mayoría de la gente.
Si algo ha mermado en Venezuela en estos tiempos es la clase media y la brecha entre la inmensa cantidad de pobres y los pocos que tienen mucho es obscena. Hecha en Socialismo.
En términos de servicios públicos el caos hace crisis, pareciera que más, imposible.
Partamos de que servicios públicos como agua y electricidad, en Venezuela, son baratísimos, casi gratis como es el suministro de gas y gasolina. Además, en este país, casi nada y muy poca gente, paga impuestos. Pero no pagar esos servicios hace que muchos derechos se violen.
Un derecho fundamental como el agua potable es un privilegio que en algunas zonas de la ciudad se limita a minutos por día. Como se lee: minutos, no horas y eso con suerte. El suministro es azaroso, carente de información de las instituciones responsables.
Otro derecho fundamental, la energía eléctrica, en la mayoría de las zonas Caracas se ha estabilizado pero en la provincia, la oscurana se produce hasta de día. Las consecuencias de la inestabilidad energética son incalculables en términos del desgaste de la gente y los electrodomésticos. Al igual que con el agua, no hay programación confiable.
El derecho a la movilización es vulnerado varias veces al día. Trasladarse dentro de una misma ciudad es una calamidad. Algo ha pasado, que en Caracas, donde había disminuido el parque automotriz, ha reaparecido sorprendentemente, produciendo el embotellamiento usual. Las vías interurbanas sin mantenimiento y al acecho de la delincuencia.
El metro o subway caraqueño, por años un modelo mundial de transporte público, se hizo un caos. Cada vez menos trenes, más gente –es gratuito y, por lo tanto, el medio de transporte de los más pobres que son muchos, y, siendo para ellos, con un pésimo servicio. Entre las infinidades de servicios caóticos en Caracas, quizás, el metro es el más.
Los buses desaparecieron y las camioneticas (que se paga por puesto) disminuyeron y el cobro de pasajes es arbitrario, abusivo con los pasajeros. Igual son los pocos taxis. Las autoridades de esos servicios desaparecieron.
La carencia de gasolina, en un país petrolero, ha aumentado el caos de transporte terrestre y la de energía eléctrica, paraliza al subterráneo.
Hablando de productos petroleros, la población que no tiene suministro directo de gas -la mayoría y la más pobre-. tiene gran dificultad en adquirirlo. Todo está en manos de una rosca, una mafia.
El derecho a comunicarse cercenado. Otra mafia, la que controla la telefonía fija se encarga de robarse líneas telefónicas, dañarlas para después cobrar, en dólares, las reparaciones y recuperaciones. La telefonía móvil, con crisis según la operadora, la peor, la oficial. El acceso al internet un suplicio para la mayoría. Algo básico en estos tiempos es una extravagancia en Venezuela.
Y todo esto en un país donde la banca tiene confiscado el dinero en efectivo, eliminó las tarjetas de crédito y el débito es casi la única forma de pago. Si no hay punto de cobro o no tienes efectivo, que poco te dan los cajeros automáticos, no hay forma de consumir, de pagar. El bolívar está tan devaluado que no existe.
Las interrogantes que más se oyen entre nosotros es cómo hace la gente (en este caso, los más pobres) para vivir?, por qué no protesta más?, por qué no hay una insurrección popular si son los más afectados? Y nadie responde. Ni los más sabiondos.
Y así es el cuento que pareciera del nunca acabar.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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