Ante la ausencia de unas elecciones libres y justas para la Presidencia de la República en Venezuela en 2018, el severo deterioro del Estado de Derecho y una profunda crisis económica y social, el presidente de la Asamblea Nacional ha propuesto un camino o ruta que ha sido resumido de la siguiente manera: “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. No obstante, esa propuesta no ha podido ser concretada por carecer de los mecanismos jurídicos o políticos efectivos para que ello suceda, incluso a pesar de contar con el apoyo de buena parte de la comunidad democrática internacional y de una mayoría importante de la población venezolana.
Esas circunstancias han conllevado a que Venezuela viva hoy un estado de excepción derivado de la existencia en la práctica de dos gobiernos en un mismo territorio, lo que representa un riesgo enorme para que el uso de la fuerza –la cual ha estado y está presente- pueda escalar como alternativa para un desenlace. Es por ello que resulta urgente replantear la necesidad de llegar a un acuerdo de gobernabilidad como condición previa para la realización de unas elecciones que permitan una religitimación de la Presidencia de la República en Venezuela. Una salida negociada para lograr unas elecciones libres y justas sería la solución más factible, además de ser la menos costosa en términos de vidas, tiempo y recursos.
Un acuerdo de gobernabilidad
Cada vez que se habla de negociación o de intentar arribar a un acuerdo para la solución de la crisis se suele atribuir una condición de ingenuidad a quienes la hemos propuesto. Entendemos esa postura por cuanto cada vez que el gobierno ha realizado llamados a “dialogo” a la oposición venezolana, ese proceso ha sido utilizado como una excusa para producir la demovilización o ganar tiempo para mejorar la posición del gobierno. Sin embargo, no hay que confundir esos llamados con una verdadera negocación, la cual no implica que ninguna de las partes renuncie a sus posturas o fortalezas hasta que un acuerdo sea alcanzado, si es que se alcanza.
No tiene fundamento el negar o criticar un intento de negociación, como si ésta fuera una alternativa excluyente de alguna otra, pues la negociación no las impide, y por el contrario, sí permitirá que si esas otras no se consigan, exista una puerta de salida para el problema.
En ese contexto deben ser asumidos con beneplácito los intentos de negociación, especialmente los que se han realizado en Noruega, con el objeto de arribar a un acuerdo de gobernabilidad, el cual permita una transición hacia la democracia en Venezuela. Obsérvese que la palabra transición es clave pues ella es contraria a una ruptura o quiebre violento, y significa en el ámbito de lo político un tránsito pacífico hacia la democracia o la paz.
En el ámbito de esas transiciones, en especial del autoritarismo a la democracia, si bien no existe una receta única de acuerdo, existen dos aspectos que deberían ser abarcados por este tipo de acuerdos; el primero es el relativo a la oferta de incentivos a la parte gobernante para negociar y otorgar la oportunidad a la oposición de acceder al poder: éste es la oferta de amnistías para aquellos delitos que no sean considerados de lesa humanidad, así como reducciones de las penas o el establecimiento de castigos sustitutivos a la prisión en el supuesto de aquellos delitos sí lo hayan sido, pero que esos funcionarios o personas involucradas cooperen en el restablecimiento del orden democrático.
Con relación a ese particular resulta relevante tener en cuenta que esa misma experiencia histórica demuestra que existe una tensión entre paz y justicia, en la cual la justicia tiende a ser sacrificada –al menos parcialmente- a favor de la paz cuando ello sea indispensable para llegar a un acuerdo para una transición. No obstante, también es de suma relevancia señalar que la justicia transicional ofrece otras formas de justicia y reparación a las víctimas de violación de derechos humanos por vía del establecimiento de la verdad sobre tales delitos, la reparación material y moral por su sufrimiento y pérdida, y el análisis de las causas verdaderas que originaron esas circunstancias con el objeto de evitar su repetición y trabajar en una reconciliación nacional. En este sentido, las Comisiones de la Verdad, constituidas con el apoyo internacional, han tenido un rol fundamental.
El segundo aspecto que debe estar contenido dentro de un acuerdo que soporte una transición en Venezuela es el relativo a la gobernabilidad en sí misma, y debe versar sobre la necesidad de crear un espacio o visión común sobre aquellos aspectos esenciales que cada parte deba respetar durante y luego del proceso de transición. En este punto deben cubrirse entonces los pasos para la reinstitucionalización de los poderes públicos básicos, especialmente la conformación de un Consejo Nacional Electoral imparcial que pueda conducir un proceso electoral confiable, y del Tribunal Supremo de Justicia como paso fundamental para la recuperación del Estado de Derecho. Ambos puntos, entre otros, se encuentran tratados en el Estatuto que Rige la Transición a la Democracía para Restrablecer la Vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela dictado por la Asamblea Nacional.
Elecciones libres, justas y gobierno de transición
Sentadas las bases para la gobernabilidad, y reconstituidos los poderes públicos, al menos provisionalmente, pero de forma constitucional, corresponderá entonces la realización de sufragios libres y justos para la elección del Presidente de la República, en los cuales podrán participar todas aquellas personas que tengan derechos constitucionales para a hacerlo. Las elecciones son la consecuencia de tal acuerdo de gobernabilidad, y sólo así tendrán sentido como solución democrática y perdurable.
A partir de esas elecciones deberá conformarse un gobierno de transición, el cual es muy distinto a un gobierno provisional, pues la complejidad de la crisis venezolana implica una transición larga, en virtud que ese gobierno tendrá por delante desafíos aun mayores que los existentes en la actualidad, pues deberá enfrentar no sólo la crisis actual, sino todos los reclamos de la sociedad que han estado represados por todos estos años y que podrían atentar incluso contra su propia estabilidad.
La propuesta que ofrecemos implica que cada parte deba ceder parcialmente respecto al otro, pero a cambio de otras concesiones que compensen a éstas. De eso se trata una negociación, la cual tiene lugar cuando las partes comprenden que no pueden lograr un mejor resultado que aquel que la propia negociación les ofrece. Por eso concluimos con aquella frase que aplica muy bien para nuestra situación y que pertenece a unos conocidos sabios ingleses: “no siempre puedes conseguir lo que quieres, pero si alguna vez lo intentas, quizás puedas conseguir lo que necesitas”.
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