Doscientos cincuenta kilómetros. Esa es la distancia total que debimos recorrer muchos venezolanos este martes 21 de junio, para poder validar nuestras firmas para activar el referendo revocatorio. Quizás algunos tuvieron que transitar una distancia mayor y con más dificultades para poder hacerlo.
Esta es una semana en la que la voluntad se muestra con su fuerza, es la sangre, el motor que nos impulsa. Hoy es un día para celebrarla. Al menos yo la celebro porque la constaté, la olí y disfruté su sabor.
Hoy, como tantos otros, decidí que sería el día en que iría a validar mi firma. Al igual que otras 600 personas o más, no imaginé que terminaría montada en una buseta rumbo a Barlovento para hacer efectivo un ejercicio de voluntad y un derecho.
¿La razón? De los cuatro municipios del estado Miranda que forman parte de la Gran Caracas, solo en dos existen centros para la validación de firmas, uno en el Municipio Sucre y otro en El Hatillo. Los firmantes de Chacao y Baruta tendrán que validar sus firmas en esos dos puntos si no quieren trasladarse a otros centros autorizados en el estado, ubicados mucho más lejos.
Por ser votante en un centro del Municipio Sucre, me acerqué a la Escuela Técnica Don Bosco, ubicada en Los Ruices. Estacioné en el centro Comercial Los Ruices. Ya había colas. La primera para el Central Madeirense; la segunda para comprar pan en la panadería en frente al centro comercial, la tercera para un abasto. Finalmente llegué a la cuarta cola, mi destino. Eran las 8:45 am y ya hacían fila cerca de 2.000 personas, esperando para confirmar su deseo de que se convoque el RR. La diferencia con las otras colas eran las sonrisas, los ojos brillantes de esperanza y la actitud firme de cumplir con la propia voluntad.
Al poco tiempo de estar en la fila, apareció el diputado Miguel Pizarro anunciando la salida de autobusetas para puntos de validación en Río Chico y Santa Lucía. Explicó que el centro de validación en el que tratábamos de entrar, solo cuenta con dos máquinas captahuellas y que por la experiencia del primer día de validación, únicamente tenía capacidad para 1.500 personas por día. Es decir, a esa hora de la mañana (9:00 am) ya no tendría chance de reafirmar mi deseo de que se active el revocatorio.
Me embarqué en una de las 10 busetas destinadas a Río Chico. Según entiendo era la segunda caravana que salía hoy y ya la primera venía de regreso a Caracas.
Fuimos muchos, y después se decidieron muchos otros, a recorrer 250 kilómetros, ida y vuelta, para solo colocar nuestras huellas dactilares en una maquinita, para insistir en nuestro mensaje de rechazo al régimen. Sé que en todo el país hubo miles haciendo lo mismo hoy y que lo harán en los próximos días.
Un ejemplo emblemático fue el señor Luis Guzmán (90) sentado junto a mí a lo largo del viaje. Delgado, limpiecito, callado, pero decidido. Se fue solito, sin que sus hijos supieran dónde andaba su viejo.
El señor Luis se echó su viaje y no pudo validar su firma. Estoicamente se montó de nuevo en su buseta y dijo que no importaba porque ya iría a firmar cuando se requiera recopilar el 20% de las rúbricas. Todos los demás, muchos escapados de sus trabajos, otros con permiso de sus empleadores, otros tantos apurados por regresar para buscar a sus muchachos a la escuela, veníamos con una sonrisa de satisfacción en el rostro por el deber cumplido gracias a la buena logística de los organizadores.
Cuando ya estábamos muy cerca de llegar a Caracas, una señora dijo: “Para la próxima tendremos que irnos para la Gran Sabana, pero iremos” ¡Así es! Ayer como hoy y mañana la voluntad individual recorrerá los kilómetros necesarios por el bien común. Es lo que creo y es lo que hoy pude comprobar.