Con poca producción y sin importaciones, libros usados ganan lectores en Venezuela

LA HUMANIDAD · 23 ABRIL, 2019 09:26

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Julett Pineda Sleinan | @JulePineda


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El stand de libros de Deiry Becerra bajo el puente de las Fuerzas Armadas es una especie de Frankenstein. En sus repisas hay pedazos de distintas bibliotecas de Caracas, todas desmembradas por la crisis. En una misma mesa puede ofertar títulos de Carlos Fuentes, una antología de entrevistas de Oriana Fallaci, textos con enseñanzas de Walter Riso y hasta un curso de informática en impreso. También remata publicaciones de todo tipo y distintos géneros a mil bolívares.

Junto a su puesto de libros, el número 54, Deiry hurga entre 13 cajas de cartón. Apila en un lado los textos que ofertará en su mesa. Del otro, los que van al área de liquidación. Todos son de un hombre que falleció el fin de semana. Su biblioteca quedó huérfana y sus hijos la remataron antes de irse del país.

«Leer se volvió un vicio costoso. Un libro nuevo se volvió algo inalcanzable para los venezolanos», dice Deiry mientras lee la contraportada de un texto de historia, en la víspera del Día del Libro, celebrado todos los 23 de abril.

Pero ni siquiera por ofertar libros de segunda mano y a menor precio que en las librerías su clientela es fija. «Hay días en los que no vendo nada y hay otros en los que puedo vender entre 20 y 30 libros», asegura.

Deiry Becerra revisa los títulos de ejemplares viejos

Algunas de las librerías más entrañables y emblemáticas de Caracas, como Templo Interno y Suma, bajaron sus santamarías. Las de cadena, como Nacho, también han reducido su número. Frente a este «cataclismo», como lo define Katyna Henríquez Consalvi, directora y fundadora de El Buscón, su local ha logrado sobrevivir gracias a las bibliotecas dejadas atrás.

«Ya no hay importaciones y prácticamente tampoco producción nacional. Trabajar con libros de segunda mano es lo que nos ha salvado del cataclismo. Nos surtimos de bibliotecas privadas. Mucha gente se ha ido del país y nos las ofrecen», afirma.

Las estanterías de El Buscón están repletas con libros de infinidad de editoriales y autores, algunos con las portadas ya desgastadas.

Henríquez dice que hace 16 años, cuando fundó la librería, el concepto original era vender libros raros, agotados, primeras ediciones, autores venezolanos y libros de segunda mano. Ahora lo que más oferta es el último. Las estanterías están cargadas de las bibliotecas de personas que decidieron migrar.

«Para nosotros sobrevivir hemos tenido que triplicar nuestro esfuerzo. Tenemos que buscar material y libros nuevos. Una de nuestras razones de ser es apoyar la producción editorial nacional, pero ya no se consiguen los clásicos de la literatura venezolana. Es una vergüenza que falten Eugenio Montejo, Teresa de la Parra o Mariano Picón Salas», dice sobre los autores que escasean incluso entre los ejemplares de segunda mano.

Daniel Mercado también visita bibliotecas de casas de familia para poder vivir. En las repisas encuentra los libros que luego ofrecerá en sus estantes, en el puesto número 57 debajo de la avenida Fuerzas Armadas.

El negocio es familiar: el stand era de su madre, que a su vez se lo compró a unos tíos. Desde hace 10 años él regenta el local y lo abastece él mismo. Sin embargo, cuando inició la inflación, la empresa que heredó perdió su rentabilidad.

«Antes uno podía comprar bibliotecas completas, pero ahora no hay dinero para eso. Solo puedo adquirir las publicaciones que más se mueven. Si no, termino con un montón de libros que nadie se quiere llevar», lamenta Mercado.

Librería El Buscón

En su puesto, Mercado oferta libros entre los cinco mil y los 15 mil bolívares, dependiendo del autor, la editorial y el estado físico del ejemplar. En librerías del este de la ciudad hay textos nuevos que pueden costar 50 mil bolívares e, incluso, pasar los 100 mil. Es decir, seis veces el salario mínimo, fijado en 18 mil bolívares. 

Sin embargo, ni ofreciendo libros de segunda mano en oferta los libreros pueden salir ilesos de la crisis. «Las ventas están suspendidas. Hay una parálisis porque la gente tiene prioridades: antes de comprar un libro, prefieren comprar un pan», afirma Henríquez.

Aún así, la fundadora de El Buscón tiene las estanterías llenas y se crece ante la crisis con los títulos ya usados. «Sabemos que estamos trabajando con memorias, con pertenencias. Nosotros hemos asumido la labor de preservar las bibliotecas privadas, de darle una segunda vida a esos libros», finaliza.

Producción paralizada

El año 2019 ha sido crítico para las letras venezolanas. Ricardo Ramírez Requena, director de la Fundación La Poeteca, indica que ha habido una desaceleración significativa de la industria del libro.

Un problema central, advierte el también escritor y docente, es la complejidad para definir los precios en una economía hiperinflacionaria. “Es difícil saber cuál es la posibilidad de recuperación de la inversión a la hora de publicar un libro en medio del caos”, explica. A esto se suma el cierre de las librerías.

“Que cierren las librerías de Caracas significa que una manera de vivir o de entender la ciudad deja de existir”, lamenta Ramírez.

Para 2018, La Poeteca llegó a publicar cinco libros de poesía impresos. Pero los costos de imprenta fueron muy altos, así que no ha podido recuperar la inversión. Por tanto, optaron por subir los texto a su página web para que los títulos lleguen a un público más grande.

Publicar autores venezolanos, imprimir, distribuir suficientes ejemplares e importar libros a Venezuela es una tarea titánica para la editorial Libros del Fuego, afirma su director Alberto Sáez. «Básicamente es por la situación que vive el país: las librerías siguen cerrando y las ventas siguen cayendo. Es difícil mantenerse en el mercado», añade.

El más reciente trabajo de la editorial, La trayectoria de los aviones en el aire, de la escritora chilena Constanza Terlecier, salió publicado hace un mes en Chile y en Colombia. Poco a poco, dice, va a llegar a Venezuela.

Sin embargo, por razones de costo, los ejemplares fueron impresos en tierras colombianas. «Imprimir en Venezuela cuesta el doble de lo que vale en Colombia», apunta.

Pese a la crisis, Libros del Fuego sigue trabajando en el país. Su intención, afirma Sáez, es apoyar a los autores venezolanos y proyectarlos fuera; pero señala que han asumido una labor de formación ante las adversidades del mercado.

«Estamos dando talleres sobre el oficio de la edición. Seguimos creando un contenido y una idea sobre el libro para estar preparados en cualquier momento. Cuando esto cambie, tendremos las herramientas para que el mercado editorial venezolano pueda resurgir», asegura Sáez.

Fotos: Mairet Chourio / Entrevistas: Isaac González, Julett Pineda

LA HUMANIDAD · 23 ABRIL, 2019

Con poca producción y sin importaciones, libros usados ganan lectores en Venezuela

Texto por Julett Pineda Sleinan | @JulePineda

El stand de libros de Deiry Becerra bajo el puente de las Fuerzas Armadas es una especie de Frankenstein. En sus repisas hay pedazos de distintas bibliotecas de Caracas, todas desmembradas por la crisis. En una misma mesa puede ofertar títulos de Carlos Fuentes, una antología de entrevistas de Oriana Fallaci, textos con enseñanzas de Walter Riso y hasta un curso de informática en impreso. También remata publicaciones de todo tipo y distintos géneros a mil bolívares.

Junto a su puesto de libros, el número 54, Deiry hurga entre 13 cajas de cartón. Apila en un lado los textos que ofertará en su mesa. Del otro, los que van al área de liquidación. Todos son de un hombre que falleció el fin de semana. Su biblioteca quedó huérfana y sus hijos la remataron antes de irse del país.

«Leer se volvió un vicio costoso. Un libro nuevo se volvió algo inalcanzable para los venezolanos», dice Deiry mientras lee la contraportada de un texto de historia, en la víspera del Día del Libro, celebrado todos los 23 de abril.

Pero ni siquiera por ofertar libros de segunda mano y a menor precio que en las librerías su clientela es fija. «Hay días en los que no vendo nada y hay otros en los que puedo vender entre 20 y 30 libros», asegura.

Deiry Becerra revisa los títulos de ejemplares viejos

Algunas de las librerías más entrañables y emblemáticas de Caracas, como Templo Interno y Suma, bajaron sus santamarías. Las de cadena, como Nacho, también han reducido su número. Frente a este «cataclismo», como lo define Katyna Henríquez Consalvi, directora y fundadora de El Buscón, su local ha logrado sobrevivir gracias a las bibliotecas dejadas atrás.

«Ya no hay importaciones y prácticamente tampoco producción nacional. Trabajar con libros de segunda mano es lo que nos ha salvado del cataclismo. Nos surtimos de bibliotecas privadas. Mucha gente se ha ido del país y nos las ofrecen», afirma.

Las estanterías de El Buscón están repletas con libros de infinidad de editoriales y autores, algunos con las portadas ya desgastadas.

Henríquez dice que hace 16 años, cuando fundó la librería, el concepto original era vender libros raros, agotados, primeras ediciones, autores venezolanos y libros de segunda mano. Ahora lo que más oferta es el último. Las estanterías están cargadas de las bibliotecas de personas que decidieron migrar.

«Para nosotros sobrevivir hemos tenido que triplicar nuestro esfuerzo. Tenemos que buscar material y libros nuevos. Una de nuestras razones de ser es apoyar la producción editorial nacional, pero ya no se consiguen los clásicos de la literatura venezolana. Es una vergüenza que falten Eugenio Montejo, Teresa de la Parra o Mariano Picón Salas», dice sobre los autores que escasean incluso entre los ejemplares de segunda mano.

Daniel Mercado también visita bibliotecas de casas de familia para poder vivir. En las repisas encuentra los libros que luego ofrecerá en sus estantes, en el puesto número 57 debajo de la avenida Fuerzas Armadas.

El negocio es familiar: el stand era de su madre, que a su vez se lo compró a unos tíos. Desde hace 10 años él regenta el local y lo abastece él mismo. Sin embargo, cuando inició la inflación, la empresa que heredó perdió su rentabilidad.

«Antes uno podía comprar bibliotecas completas, pero ahora no hay dinero para eso. Solo puedo adquirir las publicaciones que más se mueven. Si no, termino con un montón de libros que nadie se quiere llevar», lamenta Mercado.

Librería El Buscón

En su puesto, Mercado oferta libros entre los cinco mil y los 15 mil bolívares, dependiendo del autor, la editorial y el estado físico del ejemplar. En librerías del este de la ciudad hay textos nuevos que pueden costar 50 mil bolívares e, incluso, pasar los 100 mil. Es decir, seis veces el salario mínimo, fijado en 18 mil bolívares. 

Sin embargo, ni ofreciendo libros de segunda mano en oferta los libreros pueden salir ilesos de la crisis. «Las ventas están suspendidas. Hay una parálisis porque la gente tiene prioridades: antes de comprar un libro, prefieren comprar un pan», afirma Henríquez.

Aún así, la fundadora de El Buscón tiene las estanterías llenas y se crece ante la crisis con los títulos ya usados. «Sabemos que estamos trabajando con memorias, con pertenencias. Nosotros hemos asumido la labor de preservar las bibliotecas privadas, de darle una segunda vida a esos libros», finaliza.

Producción paralizada

El año 2019 ha sido crítico para las letras venezolanas. Ricardo Ramírez Requena, director de la Fundación La Poeteca, indica que ha habido una desaceleración significativa de la industria del libro.

Un problema central, advierte el también escritor y docente, es la complejidad para definir los precios en una economía hiperinflacionaria. “Es difícil saber cuál es la posibilidad de recuperación de la inversión a la hora de publicar un libro en medio del caos”, explica. A esto se suma el cierre de las librerías.

“Que cierren las librerías de Caracas significa que una manera de vivir o de entender la ciudad deja de existir”, lamenta Ramírez.

Para 2018, La Poeteca llegó a publicar cinco libros de poesía impresos. Pero los costos de imprenta fueron muy altos, así que no ha podido recuperar la inversión. Por tanto, optaron por subir los texto a su página web para que los títulos lleguen a un público más grande.

Publicar autores venezolanos, imprimir, distribuir suficientes ejemplares e importar libros a Venezuela es una tarea titánica para la editorial Libros del Fuego, afirma su director Alberto Sáez. «Básicamente es por la situación que vive el país: las librerías siguen cerrando y las ventas siguen cayendo. Es difícil mantenerse en el mercado», añade.

El más reciente trabajo de la editorial, La trayectoria de los aviones en el aire, de la escritora chilena Constanza Terlecier, salió publicado hace un mes en Chile y en Colombia. Poco a poco, dice, va a llegar a Venezuela.

Sin embargo, por razones de costo, los ejemplares fueron impresos en tierras colombianas. «Imprimir en Venezuela cuesta el doble de lo que vale en Colombia», apunta.

Pese a la crisis, Libros del Fuego sigue trabajando en el país. Su intención, afirma Sáez, es apoyar a los autores venezolanos y proyectarlos fuera; pero señala que han asumido una labor de formación ante las adversidades del mercado.

«Estamos dando talleres sobre el oficio de la edición. Seguimos creando un contenido y una idea sobre el libro para estar preparados en cualquier momento. Cuando esto cambie, tendremos las herramientas para que el mercado editorial venezolano pueda resurgir», asegura Sáez.

Fotos: Mairet Chourio / Entrevistas: Isaac González, Julett Pineda

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