El porcentaje de estudiantes y de profesores que, por diversas razones, abandonan la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) actualmente oscila entre un 10% y un 15%, según el vicerrector académico Gustavo Peña. Y si bien esta cifra quizá no resulta alarmante, comparada con las de otras casas de estudios superiores, son sus efectos los que mayor impacto causan dentro de la comunidad universitaria, más allá de ver las aulas cada vez más vacías.
En primer lugar, está la degradación del nivel académico por la partida de los formadores de profesionales. A esto se suma la pérdida de inversión que no retornará a corto plazo, pues formar un docente toma mucho tiempo, implica realización de postgrados y desarrollo de líneas de investigación, para lo cual se requieren entre 10 y 15 años. Y por último, el ambiente de duelo, depresión, tristeza y melancolía que, al igual que cuando se pierde un ser querido, es difícil de superar para los ucabistas.
La Ucab cuenta con 15 mil estudiantes distribuidos en sus distintas sedes (Caracas, Guayana y Los Teques) que son atendidos por unos 300 profesores aproximadamente en sus distintas escuelas.
Para el vicerrector, aunque el problema “no es abrumador”, hay que prestarle atención al ausentismo. “Este dato no debería asustarnos si estuviésemos en un contexto diferente, pero en este contexto de crisis los problemas que estamos viviendo son estructurales” y por lo tanto deben ser atendidos.
La autoridad universitaria asegura que cada vez es mayor el número de estudiantes y egresados que solicitan sus notas certificadas. “Este es un trámite que se ha incrementado. Cuando uno pregunta para qué solicitan la certificación, te dicen que para estar preparados por si en algún momento tienen que irse del país. Y vemos en estas diligencias tanto a los estudiantes y nuevos egresados como a profesionales con 30 o 35 años de graduados”.
Sobre el abandono de estudios superiores, el profesor explica que existen dos grupos: el de los estudiantes que están dejando la carrera poco antes de culminarla y otro más amplio, integrado por quienes se trazaron como meta “terminarla e irse del país”.
En cuanto a la pérdida de profesores, Peña explica que también existen dos grupos: el de los más jóvenes, que abarca aproximadamente un 65% del total; y el de los instructores con edades comprendidas entre los 40 y 50 años, con larga trayectoria, cerca del 35% del total que deja la universidad.
Entre las razones que esgrimen quienes deciden marcharse del recinto académico están la indefensión y la desesperanza ante los problemas del país; la imposibilidad de hacer algo para cambiar una realidad que les resulta inaceptable; la relación costo-beneficio de permanecer en el país, pues piensan que quedarse no garantiza que las cosas vayan a mejorar; y el “efecto de arrastre” que producen los que ya se fueron del país (familiares, amigos y conocidos).
Foto: El Ucabista
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