Venezuela, democracia, Catuche, trabajo, paz, esperanza, país, futuro, comunidad. Estas son palabras que, de alguna manera, inmortalizan a Francisco José Virtuoso Arrieta, el sacerdote jesuita que el 20 de octubre partió de este mundo y que dejó una sensación de vacío y también de agradecimiento, entre quienes lo conocieron.

La noticia de su muerte, ocurrida en Caracas el pasado jueves, se difundió rápidamente; en poco tiempo expresiones de asombro, dolor, tristeza, y también mensajes de gratitud, inundaron las redes sociales. Muchos tuits, historias de Instagram y Facebook y estados de WhatApp fueron dedicados a un intelectual que, desde la fe, hizo una opción personal por el acompañamiento y fortalecimiento del mundo popular.

Su deceso lleva a pensar en rostros de mujeres y hombres sencillos, en nombres de intelectuales y figuras públicas cuyas vidas están estrechamente ligadas a la del padre Virtuoso –o de Joseíto, como le decía mucha gente.

Exequias del Padre José Virtuoso en la Ucab
El funeral se realizó el viernes en la iglesia de la Ucab. Foto: Mairet Chourio

Muchas manos amigas

Al recibir el mensaje de su muerte quien escribe pensó en Oleira, la señora de limpieza del Centro Gumilla; en la Beba, la mano derecha del padre; en Doris, la bibliotecóloga del Gumilla; en Eddy, ese muchacho en quien el padre Virtuoso confiaba muchas tareas en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

También en la otra Doris, la de Catuche, y en Amelia, de Antímano, con quienes el padre hizo un largo camino de amistad, trabajo y acompañamiento personal; en el profesor Marcelino, experto en Comunicación, y en Luis Carlos, una referencia en el mundo digital. Todos ellos, y muchos más, en muchos lugares de Venezuela, lloran la pérdida y agradecen la vida de un venezolano que le hizo mucho bien a este país.

El padre Virtuoso nació en Caracas, el 17 de septiembre de 1959, cuando Venezuela dejaba una forma de gobierno dictatorial y se enrumbaba hacia la aventura de la democracia. Tal vez de ahí le vino lo más genuino de su empeño por una Venezuela democrática que garantizara espacios de participación ciudadana para todos. Creía en la gente.

Fue siempre cercano a las comunidades populares del país

El Reto País

“Ante la crisis, requerimos el aporte fundamental de cada uno. Si no asumimos a Venezuela como una tarea en la que cada quien apoya en su área y con una visión de conjunto, no habrá cambio”, expresó en una entrevista al equipo de comunicaciones del proyecto Reto País.

Durante más de una década estuvo al frente de la Ucab, en la que hizo una gran labor de fortalecimiento institucional sin desconectarse del ámbito popular: de esto dan fe vecinos de Antímano y, sin duda, de Catuche, comunidad de La Pastora en la que Virtuoso trabajó desde finales de los 80 celebrando la Eucaristía y fortaleciendo el tejido comunitario.

“Yo siento que el mayor regalo que uno puede hacer como institución es decir, tratar de vislumbrar que este país tiene futuro, pero que es un futuro que hay que construir”, sostuvo en una ocasión refiriéndose al papel de la Ucab en la sociedad venezolana.

Hombre responsable

También se le recuerda por su rol frente al Centro Gumilla; por su responsabilidad como director de la revista Sic; por su participación en diferentes iniciativas de la sociedad civil (Ojo Electoral, por ejemplo) y, muy especialmente, por su modo de acompañar, de apoyar y de animar profesional y espiritualmente a muchas personas, especialmente a quienes -por condiciones socioeconómicas desfavorables- se les hacía muy difícil encontrar una oportunidad para crecer y aportar.

En una pieza audiovisual compartida en las redes sociales del Centro Gumilla se puede escuchar al padre Virtuoso cuando afirma: “Yo cada vez que rezo, lo que pido es cada vez más sentirme en manos de Dios, que cada vez más me sienta en esa relación de dependencia de Dios, me sienta en esa relación de hijo de Dios… Ponte en manos de Dios, deja que Dios sea Dios”.

Visión personal

Conocí al padre Virtuoso en 2008, cuando se desempeñaba como director del Centro Gumilla. Llegué a esta organización para trabajar como asistente de edición de la Revista Sic, que en ese momento era dirigida por el padre jesuita Arturo Peraza.

Aún cursaba mis estudios de Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela (UCV), y aunque era un desafío trabajar con un equipo como el del Centro Gumilla, confiaron en mí y en mis capacidades para hacer el trabajo; y con ese susto que produce lo nuevo asumí el reto.

Hoy no puedo más que agradecer la oportunidad que ambos sacerdotes me brindaron. Al lado de ese equipo liderado por el padre Virtuoso yo sentía que, desde abajo, desde mi realidad popular, podía aportar al país, y eso enganchaba.

Dejé el Gumilla en 2013, pero en 2018 nuevamente tuve la oportunidad de trabajar con Joseito. No fue más sencillo esta vez (nunca trabajar con él fue fácil), pues siempre estaba asumiendo retos cada vez más complejos.

Un país para todos

Ahora, como rector de la Ucab, y en uno de los años más difíciles de la crisis venezolana, el padre y su equipo asumieron un proyecto que casi se presentaba como una utopía: construir con la gente, desde distintos rincones de Venezuela, un horizonte compartido de país. En esa aventura también caminé un rato con él. No era perfecto, pero sus flaquezas (como las tenemos todos) no eran un impedimento para caminar a su lado, al contrario, eran la posibilidad de mirar la humanidad de un hombre que muchas veces se nos presentaba como un gigante.

El padre visualizaba a muchos venezolanos reunidos soñando juntos la Venezuela posible. Y, en 2018, junto a un equipo incondicional, lo logró en un contexto en el que el hambre (literalmente) había golpeado a casi todos. Pero la gente se anotó, se comprometió y construyó ese horizonte compartido: Reto País Venezuela pasó de ser un proyecto a convertirse en una realidad. Formar parte de ello fue, en lo personal, una motivación para seguir creyendo en nosotros mismos como venezolanos.

Hoy, cuando físicamente ya no se encuentra entre nosotros, tengo la certeza de que muchos seguirán recogiendo frutos de una vida tan fecunda; la vida del padre Virtuoso nos seguirá invitando a ponernos en manos de Dios, a soñar, a comprometernos y a trabajar por una realidad más justa, humana y fraterna.

Virtuoso: vivir con dignidad

Y, ojalá, mucha gente del mundo popular siga encontrando compañeros de camino como el padre Virtuoso, y como tantos jesuitas de Venezuela que apuestan por la gente y nos ayudan a poner nuestros dones al servicio de una vida digna para todos.

“En Venezuela, vivir con dignidad significa defender, exigir y luchar por nuestra dignidad. Una dignidad que nos ha sido arrebatada y no nos las van a regalar”, dijo durante la décima edición del encuentro Constructores de Paz, en 2019.

En esa reunión recalcó que “ante las estrategias de control social y dependencia ejercidas contra la población, las organizaciones sociales de la iglesia deben convertir la dignidad en una bandera de lucha no sólo en la exigencia del derecho a la salud, la alimentación, a la educación sino en despertar la conciencia de que cada uno somos persona”.

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