Nada ha vuelto a ser igual en Táchira desde el 7 de marzo de 2019
Desde el 7 de marzo de 2019 en Táchira nada ha sido igual. Los apagones se intensificaron desde inicios del año 2020

El miedo a tener otro gran apagón que los desconecte del mundo sigue vivo en Táchira, donde el 7 de marzo de 2019, cuando pasaron hasta 7 días sin electricidad, es recordado por sus habitantes como una pesadilla que aún no termina.

El temor no es infundado. Solo en el mes de febrero de 2020 los apagones en la región se intensificaron y la interrupción regular del suministro es de 12 a 18 horas diarias, como ocurrió el martes 18 de ese mes, cuando estuvieron más de 17 horas sin energía, lo que mantiene al Táchira casi paralizado hasta para las tareas más elementales como cocinar.

En la entidad  muchos recuerdan con pena las consecuencias  a la salud de sus familiares  enfermos durante el apagón  nacional de 2019, algunos devinieron en muertes. También el comercio sufrió pérdidas mil millonarias que no han alcanzado a cuantificarse y dejaron en ruina algunos establecimientos.

Cuadros de trastornos  nerviosos o de ansiedad fueron comunes en la población y actividades como estudiar se hicieron imposibles. A un año de la caída del Sistema Eléctrico Nacional tachirenses afirman que todo empeoró respecto al tema eléctrico.

“Pacientes cayeron en gravedad”

El esposo de Luz Martínez debe hacerse diálisis. Su estado de salud es delicado y no aplicarse el tratamiento plagaría de toxinas su cuerpo y sería fatal. El 7 de marzo de 2019 esa angustia consumía a los 350 pacientes y familiares que están registrados en la Fundación de Pacientes Renales del Táchira.

“Muchos pacientes cayeron en gravedad tras tres días sin diálisis en San Cristóbal. El lunes cuando muchos regresaron debieron ser trasladarlos de emergencia a otras unidades. Desde entonces tenemos miedo cuando se va la luz. Cada día es peor”.

Martínez preside la Fundación de Pacientes Renales del Táchira y cuenta que un ciudadano les prestó una planta eléctrica a la unidad de diálisis donde asiste su esposo para evitar gravedad o muerte de los pacientes.

“Así tengamos planta eléctrica se hace difícil conseguir el gasoil y sabemos que muchos otros centros como, Diasanca, también en San Cristóbal, no tienen planta eléctrica y cada apagón repercute en la salud de los pacientes. Los pacientes que están en hemodiálisis sufrieron mucho con el apagón del 7 de marzo y siguen sufriendo a esta fecha, porque siguen los apagones en el Táchira; son  seis y 12 horas por día”, manifestó Martínez.

Estudiante: Fue una pesadilla

“Hacíamos el trabajo científico para graduarnos de bachilleres en la computadora, y cuando se fue la luz perdimos todo lo que llevábamos, así que nos sentamos a esperar hasta que finalmente nos rendimos”, cuenta  la estudiante Sara Valderrama, quien cursa en San Cristóbal dos carreras universitarias en este momento.

“Pensé que en poco llegaría la luz, pero nada. Fueron cuatro días sin luz. Una pesadilla. Cargaba mi teléfono en el carro de mí tía donde sintonizaba la radio y solo se oían emisoras del gobierno  y decían que ya el servicio volvía a Caracas. Mi anhelo en  el apagón era poder tomar un vaso de agua fría. El agua que quedó en la nevera sabía a piche porque la comida se estaba descomponiendo”.

Lloró, sintió desesperanza y ansias. “Hacía  mucho calor y en el primero momento que me llegaron  datos supe que mucha gente había muerto en hospitales durante el apagón. Estábamos incomunicados, no sabíamos de nuestra familia, ni ellos de nosotros. Además no teníamos gasolina para poder salir de casa… Nada volvió a ser igual desde ese día. Lo mínimo que nos quitan la electricidad por día son seis horas”.

– ¿En qué cambió su vida?

– Siento que no debo desesperarme tanto, pero todos los días nos quitan la luz. Yo tengo planes,  estudió en la ULA y mi meta es medicina, y trabajo para eso. Además, hago una carrera online de sicología y es muy difícil estudiar bajo estas condiciones.

Sector Comercio uno de los más afectados

“Neveras dañadas, dos cuartos fríos, más de 15 metros de refrigeradores dañados y aires acondicionados que no hemos podido reparar más”, es parte del saldo negativo que dejó al supermercado Premium, de San Cristóbal, el apagón del 7 de marzo de 2019.

Las consecuencias del apagón nacional  siguen en este comercio, donde dejaron de ofrecer muchos productos. “No podemos vender hielo, ni carnes congeladas, ni fruta congelada. Con el apagón de la semana pasada se nos dañó otra vez una nevera. Nos preocupa no satisfacer por completo al cliente porque no tenemos la capacidad por los equipos que se dañaron. No sé estimar cuánto se perdió, pero son mil millonarias las pérdidas y se siguen sumando”, dijo Luis Manuel Quiroz, encargado del establecimiento.

La nómina también se redujo al unísono. Antes del 7 de marzo de 2019 eran 60 empleados, ahora son menos de 30.  En el lugar tienen una planta eléctrica de alta calidad, pero es complicado ubicar el gasoil que la hace funcionar. “Cada empresa debe afiliarse a la distribuidora del gasoil, pero a veces no llega y nos ocasiona inconvenientes grandes”.

“No tenía cómo cocinar”

De no haber sido por sus vecinos, Libia Sarmiento hubiese permanecido sin comer durante tres días continuos del apagón. “A las 5 de la tarde se fue la luz, estaba en la iglesia. Solo tengo cocina eléctrica,  y para comer tuve que pedir a mis vecinos me prestaran la cocina de gas”.

En su comunidad pasan  días completos sin electricidad. “Es que los servicios públicos son inservibles. Todo se detiene. Es muy difícil vivir así y definitivamente  pienso que el régimen de Maduro quiere exterminar a los venezolanos”, dice Sarmiento.

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