Aumenta flujo de migrantes de Brasil y Venezuela en el norte de México
Aumenta flujo de migrantes de Brasil y Venezuela en el norte de México (Foto: Efe)

Vilma es una mujer de 27 años que salió de El Salvador en busca de llegar a Estados Unidos. Sin embargo, esa aspiración fue cayendo a pedazos, mientras avanzaba. Al final, optó por quedarse en México. Y es que en la frontera con Guatemala fue abusada sexualmente.

Después de atravesar algo más de 500 kilómetros, primero en autobús, después caminando, Vilma y el grupo con el que viajaba se enfrentó a un puñado de delincuentes que pedía todo: celulares, dinero, sangre…

En territorio mexicano, a las márgenes del río Suchiate, explica cómo fue apartada con violencia por los delincuentes del grupo con quien viajaba y con otras tres mujeres llevada a una casucha “después de los matorrales…”. Ahí explica que fueron abusada sexualmente.

Ella forma parte de la cifra oficial de 10.910 salvadoreños que en 2019 se quedaron en México al ver frustrado su sueño de llegar a Estados Unidos.

Actualmente, Vilma, trabaja como cocinera en el Estado de Chiapas, y nunca ha recibido tratamiento psicoterapéutico ante lo que le ocurrió. Ella admite que experimenta estrés, miedos y angustia a salir de noche a las calles de Tapachula.

Después de ser abusada paso por varios espacios migratorios: Estación Migratoria Siglo XXI, bajo tutela del Instituto Nacional de Migración (INM) y en seguida ya con sus tramites iniciados para obtener refugio en nuestro país, se traslado al albergue Hospitalidad y Solidaridad, A. C.

En ambos, recibió una mínima atención psicoterapéutica, misma que fue suspendida debido a que su prioridad era conseguir trabajo.

El reportero conoció el caso de Vilma a través de un contacto en este último albergue y con su autorización la mujer accedió a tener una breve charla vía telefónica. Su caso no es único es uno entre miles.

En su viaje migratorio vio y sufrió de todo: palizas, robos, amenazas, abusos, engaños, además de la añoranza de haber dejado en su lugar de origen en San Salvador a su madre, una hija de 3 años de edad y dos hermanas.

Al teléfono es cauta: “Me siento atrapada en los sueños, atacada por un par de hombres…”. Es un sueño recurrente donde nunca sale victoriosa.

Mientras hablamos por teléfono es fácil imaginarla por lo que dice: su mano con la que sostiene el celular, suda; sus ojos están llorosos, aunque sin lagrimas… Pero no solo en la noche tiene pesadillas, durante el día siente que alguien la sigue de ahí que nunca pierde de vista la ventana.

Así lo dice ella “aquí estoy frente la ventana”. Sí, es fácil imaginarla: está parada frente a la ventana, vigilante en esa casa donde vive con otras mujeres migrantes. Todas ellas ya cuentan con su documentación en la mano para permanecer en México.

A través de esa ventana se ve alguna calle de Tapachula, la ciudad de los migrantes.

En esta ciudad fronteriza al sur del país se concentró el mayor número de solicitantes de refugio y asilo durante 2021: 89.613 de un total de 130.000 a nivel nacional. Es decir alrededor del 72. 6% de migrantes en Tapachula, según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR).

Por sus calles y plazas es normal ver migrantes de distintos países, pero sobre todo de Honduras con el 44. 2 %; Haití con el 18 % y Cuba con el 10 %, entre otros. Todos ellos tienen que esperar meses en la aprobación de sus solicitudes.

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En la casa donde vive Vilma, falta agua y alimentos. Tiene atención médica, pero no psicológica, como tantas mujeres migrantes que llegan afectadas emocionalmente.

Vilma en su trabajo ha sido afiliada al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y por ello cuenta con atención médica. Sin embargo las citas para el psicólogo, tardan en llegar de cuatro a seis meses. Así que es como si no tuviera atención psicoterapéutica.

Desde que en 2019 fue violada, Vilma quiere gritar. Sus amigas Sofía, Juana, María y la dueña de la cocina lo saben todo de ella y la consuelan. Pero es todo el apoyo que tiene.

El ataque que sufrió Vilma y el grupo con el que iba fue después de saltar de una localidad de Guatemala que no identifica, al parecer Tecun Umán a Ciudad Hidalgo, localidad del municipio de Tapachula en México. Posterior a ese hecho, siempre fue vigilada por personal del INM.

Fue trasladada a un hospital y unos días después fue llevada a un albergue migratorio, donde una médica conversó con ella. Le prometieron que en algún momento recibiría atención psicológica. Nunca ocurrió.

“Lo peor es cuando llega la noche, tengo sueños horribles…”, dice en un susurro.

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Según Convenios internacionales, el Gobierno mexicano está obligado a preservar la salud del migrante.

Para ello, la actual administración federal diseño el Plan Integral de Atención a la Salud de la Población Migrante, cuyo objetivo general promete prestar “atención integral a la salud de la población migrante que transita en la República  Mexicana”.

En el documento se establece que ese objetivo surge “en cumplimiento de los principios humanitarios básicos establecidos por la legislación mexicana, la ONU y los acuerdos internaciones en la materia”.

El alcance que tendría ese apoyo incluye refugios temporales para migrantes, módulos de atención para migrantes y Unidades de Salud. Espacios donde habría primeros auxilios psicológicos, consejería breve, contención individual y grupal e intervención de crisis.

Pero aún más. “El Consejo Nacional de Salud Mental ofrecerá capacitación a los servicios de atención médica de estaciones migratorias con énfasis en el manejo de los trastornos relacionados con el estrés”.

Sin embargo los beneficios de dicho Plan no alcanzaron a Vilma y otros casos parecidos.

Los datos duros dan cuenta de una realidad difícil para los migrantes que llegan a México tras huir de sus países, solicitando protección a sus vidas. Según la COMAR, el año pasado recibió más de 130.000 solicitudes de refugio. Pero sólo procesó 38.000. El 45 % de éstas eran de mujeres. No obstante la cantidad, nadie maneja una cifra de cuántas de esas mujeres legan afectadas psíquicamente. Solo hay aproximaciones.

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En 2018, las organizaciones de la sociedad civil defensoras de los migrantes vieron con beneplácito las promesas que hizo el entonces presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador: “Estamos en condiciones de entregar visas a trabajadores centroamericanos, nosotros les garantizamos buen trato, es decir, protección en derechos humanos y trabajo… Hay que hablar con los migrantes y hay que ofrecer soluciones, alternativas y protegerlos. Que puedan tener albergues si son familias, si tienen niños y al mismo tiempo buscar soluciones, que tengan posibilidad de trabajo…”.

En el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 se promete “el Ejecutivo Federal aplicará las medidas necesarias para garantizar que los extranjeros puedan transitar con seguridad por el territorio nacional o afincarse en él”.

Sin embargo, solo  transcurrieron 5 meses –de diciembre de 2018 a abril de 2019- de una política de brazos abiertos a la migración para dar paso a la contención de la ola migrante con la Guardia Nacional.

“Se militarizó el control migratorio”, sostiene el informe “Bajo la bota. Militarización de la política migratoria en México” de organizaciones civiles, como la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho y Sin fronteras IAP, entre otros.

Mientras hay pocas garantías para los migrantes en México, ellos ya con su visa de trabajo en la mano, contribuyen en la economía mexicana.

El Oficial Senior de Soluciones Duraderas en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Florian Hoepfner aseguró que la contribución en 2021 al fisco mexicano de alrededor de 25, 000 trabajadoras y trabajadores migrantes fue de alrededor de 114 millones de pesos. Un poco más de 5 millones de dólares.

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Para el director de la Casa del Migrante de Saltillo, Alberto Xicotencatl Carrasco, 7 de cada 10 mujeres migrantes necesitarían en estos momentos asistencia psicológica o incluso asistencia psiquiátrica”

Entrevistado vía telefónica para este reportaje, enumeró los males de las mujeres que llegan a este albergue al norte del país: “Tienen claros indicios de pasar por algún tipo de trastorno post-traumático y depresiones agudas o crónicas”.

Por esta Casa del Migrante de Saltillo con 20 años de vida, pasan en promedio 80 migrantes por día.

Según el activista, con 23 años de trabajo en defensa de los migrantes, en  México no hay cifras oficiales sobre mujeres migrantes y sus problemas de salud mental.

“No se puede identificar cuántas mujeres llegan afectadas ni de qué.  No todas las mujeres que pasan por México acuden a albergues: o no quieren o solo lo hacen cuando son víctimas de delitos. Las intervenciones rápidas en crisis o contención psicológica que se les da por lo general no son suficientes”, dice el especialista.

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Casos de mujeres migrantes agobiadas emocionalmente hay muchos, cientos o miles en el país. Laura, de 29 años, es una de ellas. Salió de San Pedro Sula, Honduras, este 2022.

Cruzó todo México, pero fue detenida por elementos del INM en el Estado de Coahuila. Fue cuando explotó emocionalmente.

“Fue un evento traumático durante el viaje y a su detención desarrolló varios síntomas que al inicio se pensó que podría ser esquizofrenia, después se trabajó como estrés postraumático pero al final ella fue diagnosticada con trastorno disociativo”, informa por teléfono la Coordinadora de Atención Psicosocial de la Casa del Migrante de Saltillo, Marisol Esparza Cerecero.

Agrega que Laura tuvo alucinaciones “e incluso una vez intento tirarse del segundo piso en el albergue”.

Laura viajaba con su hija de 1 año de edad, pero a consecuencia de su situación mental la menor le fue retirada. Lo cual deterioró más su estado mental.

Para Esparza no hay vuelta de hoja, los gobiernos están ausentes. Y las mujeres migrantes a la deriva. “No he escuchado de programas de Gobierno que hayan empleado a mujeres refugiadas…”. Señala que “el tener un trabajo redundaría en mejoras en la salud mental de mujeres y hombres migrantes”.

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El caso de Laura no ha sido el único en el albergue de Saltillo.

El año pasado, una adolescente intento suicidarse dentro del albergue. Ella venía de Honduras cargando una pesada valija: el abandonar a su familia, la muerte del padre y una ruptura amorosa.

Según datos del INM, hasta 2018, solo 4 de sus estaciones migratorias contaban con psicólogos: Las Antenas, en Iztapalapa; Siglo XXI, en Tapachula, Chiapas; y otras dos, ubicadas en las ciudades de Pachuca y Guadalajara.

En tanto que hasta 2019, solo se contaba con 5 psicólogos en dichos espacios migratorios, según el Instituto para la Seguridad y la Democracia, A. C. (Insyde).

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El déficit de atención psicoterapéutica a migrantes ha ocasionado en varias ocasiones la intervención de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). En marzo de 2014, intervino de oficio sobre el caso de una niña proveniente de Ecuador y que fue encontrada sin vida en un baño de un albergue del INM en el Estado de Chihuahua.

Esto originó la Recomendación 22/2015. El organismo documentó que en su investigación del caso había encontrado una deficiente o nula atención psicológica a las y los migrantes que ahí se encontraban.

Otra Recomendación de la CNDH (12/ 2018) da cuenta de que estaciones migratorias de mayor capacidad, como las de Tijuana o Acayucan, entre otras, no cuentan con especialistas en psicología.

En 2016, personal de la CNDH, visitó la estación migratoria de Las Agujas, en Iztapalapa, donde una joven proveniente de Honduras, les manifestó haber sido violada en el camino y luego detenida por Migración.

En esa Recomendación, la CNDH escribió “se recomienda que en lo posible la menor de edad (V) reciba atención psicológica en la modalidad individual para recuperar su estabilidad emocional”.

Esto es solo una muestra de lo sucedido en el tema en tan solo 4 años, cuando la CNDH reportó casos relacionados con la salud mental de los migrantes.

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Hace 8 años la violencia estaba “desbocada” en El Salvador. Las tasas de homicidios eran superiores a 60 por cada 100, 000 habitantes. El país seguía y sigue desangrándose después de la guerra civil que vivió en la década de los ochenta del siglo pasado.

Por ese tiempo, María, migrante salvadoreña, quien vivía en Houston, Texas, tuvo que salir rumbo a ese país centroamericano de alrededor de 6,5 millones de habitantes, pues su mamá había enfermado.

De regresó a Estados Unidos, como muchos migrantes sin papeles, paso por el albergue “Hermanos en el Camino”, de Ixtepec, Oaxaca. “Llegó muy alterada, en plena crisis por todo lo vivido en el corto tiempo que estuvo en su país por las pandillas”, recuerda en entrevista telefónica el padre Alejandro Solalinde.

“En ese momento, la violencia estaba desbocada, hemos estado en contacto con su hija. Ahora ella está en mejores condiciones. Podemos decir que la contención emocional y atención psiquiátrica que se le dio aquí dio resultados”.

El fundador de ese albergue considera que las mujeres migrantes como María “necesitarían ser escuchadas, sacar eso que traen, hacer catarsis. Se requiere un espacio especial que no tienen. Son mujeres que no han elaborado duelos por las cosas dejadas y llegan muy alteradas”.

Fue el caso de otra mujer salvadoreña. Dalila Consuelo que actualmente trabaja de cocinera en ese albergue oaxaqueño. Cuando llegó a México venía huyendo por el acoso de los delincuentes. Ahora ya cuenta con su visa para trabajar y está más tranquila, aunque nunca ha recibido una atención psicológica sistemática.

“Estoy aquí desde hace 8 años, tengo dos niños y mi esposo conmigo y ya tengo la residencia en México y me han ayudado con el Programa de Bienestar”. Vía telefónica con el reportero, Dalila describe así ese Programa “dura todo el proceso de que se otorgue el refugio que dura de 9 meses a un año. Al darnos el documento nos dan dos meses más de esa ayuda del Programa y después ya no”.

Ella se refiere al Programa para el Bienestar de las Personas en Emergencia Social o Natural, puesto en marcha por el gobierno Federal a mediados de 2019 que se dirige a los migrantes que hayan regularizado su situación migratoria en el país o que estén en espera de su visa humanitaria. A ellos se les ayuda ubicándolos en trabajos diversos.

Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.

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