Maternidad, trabajo y pandemia: tres mujeres cuentan su historia
Maternidad, trabajo y pandemia: tres mujeres cuentan su historia

José Lombardo está aburrido y quiere jugar. Se abre paso entre sus juguetes y se acerca a la silla donde está sentada su mamá frente a la computadora y, como si se tratara de una montaña, comienza a “escalar”. Ella, diseñadora gráfica, hace malabares entre continuar con el trabajo y cuidar al pequeño alpinista.

“Tengo a un niño montado encima todo el día”, dice a Efecto Cocuyo Eleonora Silva, de 39 años, desde su apartamento en Caracas.

Su hijo tiene tres años y medio de edad, tiempo en el que ha socializado poco con sus pares. “No tengo sobrinos ni primos que vivan cerca”, cuenta. En 2020 solo en tres ocasiones José Lombardo compartió con otra niña, la hija de un amigo de Eleonora que vive como a medio kilómetro de distancia.

Los planes del año pasado incluían inscribirlo en un centro de educación inicial cercano a la casa, pero la pandemia del coronavirus se interpuso.

“En enero de 2020 había ido a la guardería y me habían hecho el precupo. Me dijeron que entre finales de abril y principios de mayo tenía que ir para finalizar la inscripción y comenzar en septiembre”, relata la madre.

Sin embargo, con el decreto de la cuarentena por el COVID-19, en la fachada del centro permanece un papel pegado que explica que no han podido retomar las actividades.

“Con los niños es más difícil, no guardan la distancia social y se comparten todo”, señala Eleonora. A estas circunstancias, se suma la escasez de gasolina que necesitan muchas de las maestras y maestros para trasladarse al lugar.

Ella prevé acercarse a la guardería a finales de este mes, para conocer las posibilidades de que comiencen a recibir niños a corto o mediano plazo. “Mientras he consultado con amigas pedagogas sobre qué debería estar haciendo él a su edad para ponérselo en casa”, comenta.

Maternidad, trabajo y pandemia: tres mujeres cuentan su historia

“Él te cuenta hasta el 13, te sabes las vocales, casi todas las letras, en español e inglés, los colores, los animales… como hacen”, explica.

Aunque ha podido avanzar en esos aprendizajes, a Eleonora aún le preocupa el proceso de socialización: “El 24 de diciembre fuimos a casa de la abuela. Desde la ventana del apartamento se ve el parquecito del edificio, había niños abajo y él comenzó a gritar ‘¡amigos, amigos!‘, porque para él es una novedad ver niños”.

Impacto diferenciado

“Los hogares se han convertido en el espacio donde todo ocurre: el cuidado, la educación de los niños, niñas y adolescentes, la socialización, y el trabajo productivo; lo que ha exacerbado la crisis de los cuidados”, advierte la Organización de los Estados Americanos (OEA), a través de la Comisión Interamericana de Mujeres.

En su informe COVID-19 en la vida de las mujeres: Razones para reconocer los impactos diferenciados, publicado en mayo, alertan cómo “se ha incrementado la carga de trabajo relacionada con el cuidado y la atención a las personas, cuya respuesta debería ser colectiva. Sin embargo, la realidad es que esta no se distribuye equitativamente, sino que recae principalmente en las mujeres, y no está valorada ni social ni económicamente”.

Cuando Karen Ramírez oye el llanto de su bebé, de ocho meses de edad, para de inmediato el trabajo.

Para poder cuidarla, ha optado por tener varios empleos a distancia. El año pasado, de hecho, tuvo una buena oferta que rechazó por ser presencial.

La maternidad la define como complicada pero al mismo tiempo gratificante, “que vale la pena”. Sin embargo, reconoce las dificultades de teletrabajar mientras vela por su niña, y además realiza las labores domésticas.

Desde que llegó la pandemia, Karen de 31 años de edad le pidió a su madre que se fuese a vivir con ella para que la ayudara con la bebé, trabajo por el que le paga. Solo sale a la calle por tres razones: ir al pediatra, hacer mercado o alguna reunión puntual de trabajo.

Ella prevé inscribir a su hija en una guardería solo a partir de los dos años de edad. Sin embargo, sí se ha preguntado si hacerlo antes podría privarla de los beneficios de la socialización, incluyendo el crear anticuerpos para ciertas enfermedades. “En el maternal socializan, aprenden y desarrollan el lenguaje“, expresa.

Karen considera que el confinamiento por el coronavirus también les afecta mucho a los niños. “Ellos también se estresan por el encierro pero me da miedo sacarla por el virus, entonces improviso. Limpio el pasillo, pongo colchonetas y juguetes, y cambio de ambiente”.  Le lee cuentos para estimularla y a veces le reproducen videos.

Salir a trabajar

Cuando su hija cumplió un año, Beatriz Piña la inscribió en un maternal para retomar su trabajo como depiladora. Pensó que, además, esto le permitiría a la niña comenzar a adaptarse para cuando iniciara la etapa de “escolaridad”.

La pandemia, sin embargo, trastocó la dinámica que habían adoptado. Inicialmente Beatriz cumplió la cuarentena radical, pero con el paso de los meses necesitaba volver a salir a la calle para generar ingresos y así mantenerse ella y su hija.

“Volví a trabajar y dejaba la niña con mi mamá”, relata a Efecto Cocuyo. Sin embargo, por la crisis económica que atraviesa el país, su madre también decidió salir a buscar trabajo y Beatriz ya no tenía quién le cuidara a su niña que ahora tiene dos años y medio de edad.

“A veces me la llevaba al trabajo pero era súper incómodo tanto para ella como para mí”, confiesa.

A finales del año pasado logró dar con una vecina que cuidaba niños en su casa y cobraba una tarifa accesible para ella. La señora le dijo que cuidaría solo seis niños. “Son pocos y eso me da tranquilidad”, expresa Beatriz, quien en realidad no tenía mayores opciones.

Políticas con enfoque de género

Un análisis de datos de ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) publicado en septiembre revela que los planes que han ejecutado los países para responder a la crisis económica y social generada por la pandemia de COVID-19 dejan de lado las necesidades de las mujeres en la mayor parte de los casos.

Estudiaron más de 2500 provisiones gubernamentales en 206 países y territorios en busca de tres áreas con enfoque de género: el combate a la violencia de género, el apoyo a los cuidados no remunerados y el fortalecimiento de la seguridad económica de las mujeres.

Solo 25 países (12 %) habían adoptado disposiciones en esas tres áreas, incluyendo transferencias de efectivo y servicios de cuidado de niños.

Entre los ejemplos positivos, el Pnud y ONU Mujeres citaron el aumento del subsidio infantil mensual en Argentina, la continuidad de los servicios de cuidados infantiles durante el confinamiento en Costa Rica y la asignación de fondos a las víctimas de violencia de género en Colombia.

Por otra parte, 42 países (20 %) no tiene ninguna medida con enfoque de género en su respuesta al COVID-19.

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