Como consecuencia de la fuga de docentes, madres de alumnos llenan vacantes en las escuelas, muchas sin título universitario.
De acuerdo con cifras de la Unidad Democrática para el Sector Educativo, en dos años se ha perdido más la mitad de docentes del país. A principios de septiembre de 2019, al 20% de fuga de profesores en el período escolar 2017-2018 se le suma otro 30% que había renunciado antes de iniciar el período 2019-2020.
Un mes y medio después de haber empezado clases, las renuncias, impulsadas por los bajos salarios que reciben los docentes, no han parado. Los docentes de educación pública y de educación privada subvencionada ganan como salario entre 150 mil y 500 mil bolívares, mientras que la canasta básica familiar es de 3 millones 724 mil bolívares.
El Colegio Colegio Caroní Fe y Alegría, en San Félix (estado Bolívar), es el más grande de su municipio, con 1.500 alumnos. Su directora, Kenia Consolac, confirmó que este año tienen 11 mamás dando clases.
Siete de estas representantes son licenciadas en educación, pero debido a las malas condiciones del sistema educativo se habían retirado de las escuelas. Conmovidas por la fuga de docentes, que ha dejado vacíos en la educación de sus hijos, volvieron a la enseñanza.
“Este año tengo una mamá de tres niños que dejó de dar clases hace cinco años. Hasta había sacado otra carrera en ese tiempo. Acaba de asumir un aula”, dijo Consolac.
Otras representantes que decidieron servir a la escuela son abogadas, otra es geóloga y otra ingeniera. Una de las mamás abogadas está incluso empezando la carrera de educación.
“Este año vamos a cumplir 41 años el colegio y por primera vez tenemos una planilla nueva de trabajadores, formándonos de cero (…) En media general era tanta la escasez de docentes que no se podía cuadrar horario. De 23 docentes tenía 10, hasta que esos representantes quisieron asumir las horas”, dijo.
Admitió que formar profesores ha sido “un trabajo bastante difícil”. Según la directora, el riesgo es que las maestras migren poco después de la capacitación que ofrece Fe y Alegría porque se les ofrezca un mejor salario. Mientras tanto, Fe y Alegría no pueden aumentar el salario de sus profesores, ya que el pago de nómina es responsabilidad del Estado.
También explicó que ahora el horario es más flexible. “No se le puede descontar el salario a un docente que tiene que perder un día para comprar gas, porque después va a empezar a faltar porque no tiene qué comer, porque le descontaron un día”.
En la escuela de Fe y Alegría «José María Velaz» también se integraron mamás a la docencia. A pesar de que los liceos iniciaban a principios de octubre, para ese mes no tenían profesores de bachillerato. Maira Córdoba, su directora, tuvo que convocar a una asamblea pedir la ayuda de los representantes. De ahí ingresaron tres padres a la nómina.
Los directores apoyan a los padres en la planificación, estrategias y recursos, como lo son las herramientas de la Unicef en el caso de Fe y Alegría, que cuenta con el programa Todos y todas a las escuelas.
Las dos directoras de los colegios consultadas dijeron que otro problema que incide es la accesibilidad del plantel, con respecto a la oferta de rutas de transporte. Ya que si los profesores deben tomar varios autobuses a diario para ir a la escuela, “gastan más de lo que han podido ganar”, según Córdoba. Insistió que para ningún educador es fácil hoy en día ejercer su profesión.
Sonia Schwartz, es la maestra de historia en un colegio privado del este de Caracas, el Colegio Simón Bolívar II. Ella tampoco es educadora de profesión, llegó al colegio a través de la petición de los directivos a partir de la fuga de profesores.
“Como mis tres hijos han estudiado toda la vida en el colegio, hay una relación de amistad. Cuando se enteraron que no tenía otro trabajo, pidieron que me integrara porque estaban buscando contratar conocidos para el colegio”, compartió Schwartz.
Aseguró que el reto principal cuando empezó fue “confrontar a una audiencia que no sabía si iba a entender lo que le explicaba”, y volvió a estudiar la materia para impartir el contenido. Del colegio recibió apoyo en el manejo del aula. Hoy en día tiene un año en la institución.
“Lo que siempre hice con mis hijos lo hago ahora con mis alumnos”, resaltó.
Cómo Venezuela multiplicó su producción de queso hasta ser el segundo país de América Latina (y el obstáculo para exportarlo)
Registran en febrero 63 ataques a defensores de derechos humanos en Venezuela
Chile admite «dificultades» con Venezuela para aceptar migrantes expulsados
Kiev sobre el plan de China: O Rusia se rinde o retira las tropas de Ucrania
Como consecuencia de la fuga de docentes, madres de alumnos llenan vacantes en las escuelas, muchas sin título universitario.
De acuerdo con cifras de la Unidad Democrática para el Sector Educativo, en dos años se ha perdido más la mitad de docentes del país. A principios de septiembre de 2019, al 20% de fuga de profesores en el período escolar 2017-2018 se le suma otro 30% que había renunciado antes de iniciar el período 2019-2020.
Un mes y medio después de haber empezado clases, las renuncias, impulsadas por los bajos salarios que reciben los docentes, no han parado. Los docentes de educación pública y de educación privada subvencionada ganan como salario entre 150 mil y 500 mil bolívares, mientras que la canasta básica familiar es de 3 millones 724 mil bolívares.
El Colegio Colegio Caroní Fe y Alegría, en San Félix (estado Bolívar), es el más grande de su municipio, con 1.500 alumnos. Su directora, Kenia Consolac, confirmó que este año tienen 11 mamás dando clases.
Siete de estas representantes son licenciadas en educación, pero debido a las malas condiciones del sistema educativo se habían retirado de las escuelas. Conmovidas por la fuga de docentes, que ha dejado vacíos en la educación de sus hijos, volvieron a la enseñanza.
“Este año tengo una mamá de tres niños que dejó de dar clases hace cinco años. Hasta había sacado otra carrera en ese tiempo. Acaba de asumir un aula”, dijo Consolac.
Otras representantes que decidieron servir a la escuela son abogadas, otra es geóloga y otra ingeniera. Una de las mamás abogadas está incluso empezando la carrera de educación.
“Este año vamos a cumplir 41 años el colegio y por primera vez tenemos una planilla nueva de trabajadores, formándonos de cero (…) En media general era tanta la escasez de docentes que no se podía cuadrar horario. De 23 docentes tenía 10, hasta que esos representantes quisieron asumir las horas”, dijo.
Admitió que formar profesores ha sido “un trabajo bastante difícil”. Según la directora, el riesgo es que las maestras migren poco después de la capacitación que ofrece Fe y Alegría porque se les ofrezca un mejor salario. Mientras tanto, Fe y Alegría no pueden aumentar el salario de sus profesores, ya que el pago de nómina es responsabilidad del Estado.
También explicó que ahora el horario es más flexible. “No se le puede descontar el salario a un docente que tiene que perder un día para comprar gas, porque después va a empezar a faltar porque no tiene qué comer, porque le descontaron un día”.
En la escuela de Fe y Alegría «José María Velaz» también se integraron mamás a la docencia. A pesar de que los liceos iniciaban a principios de octubre, para ese mes no tenían profesores de bachillerato. Maira Córdoba, su directora, tuvo que convocar a una asamblea pedir la ayuda de los representantes. De ahí ingresaron tres padres a la nómina.
Los directores apoyan a los padres en la planificación, estrategias y recursos, como lo son las herramientas de la Unicef en el caso de Fe y Alegría, que cuenta con el programa Todos y todas a las escuelas.
Las dos directoras de los colegios consultadas dijeron que otro problema que incide es la accesibilidad del plantel, con respecto a la oferta de rutas de transporte. Ya que si los profesores deben tomar varios autobuses a diario para ir a la escuela, “gastan más de lo que han podido ganar”, según Córdoba. Insistió que para ningún educador es fácil hoy en día ejercer su profesión.
Sonia Schwartz, es la maestra de historia en un colegio privado del este de Caracas, el Colegio Simón Bolívar II. Ella tampoco es educadora de profesión, llegó al colegio a través de la petición de los directivos a partir de la fuga de profesores.
“Como mis tres hijos han estudiado toda la vida en el colegio, hay una relación de amistad. Cuando se enteraron que no tenía otro trabajo, pidieron que me integrara porque estaban buscando contratar conocidos para el colegio”, compartió Schwartz.
Aseguró que el reto principal cuando empezó fue “confrontar a una audiencia que no sabía si iba a entender lo que le explicaba”, y volvió a estudiar la materia para impartir el contenido. Del colegio recibió apoyo en el manejo del aula. Hoy en día tiene un año en la institución.
“Lo que siempre hice con mis hijos lo hago ahora con mis alumnos”, resaltó.