“Me acabas de salvar la vida”, le dice una anciana a Moraima Hernández mientras se despide. Con sentimiento, la señora toma su caja de medicamentos y suspira: tenía ya tres días sin tomar su pastilla para la tensión. Este jueves, la señora había salido con su bastón en mano, casi cojeando y con molestias en el pecho a buscar su tratamiento a diestra y siniestra. Su travesía culminó en la farmacia Galen ubicada en la Av. Francisco de Miranda justo al lado del Ministerio de Vivienda. Allí, la farmaceuta encargada le vendió una de las que tenía guardadas. “Esas son unas pastillas que yo le compré a mi hermano. Eran dos cajas y una se le di a ella y mira como me agradece”, comenta.

Tener que darle la cara a cientos de personas necesitadas y hasta desesperadas por un medicamento para decirles “no hay”, se ha convertido en la rutina de los farmaceutas, auxiliares y pasantes de la carrera que están detrás de los mostradores. “Ya esto lo que da es pena”, señala Hernández y apunta que la escasez, en redes pequeñas como en la que labora, es casi absoluta. “Antes se conseguía alguito, llegaban poquitas y por ejemplo, si tenías 6 al menos sentías que le resolvías a 6 personas. Pero ahora ni a una. No hay”, apunta.

Según refiere la profesional, desde octubre todo se ha agudizado y lo poco que consiguen droguerías y laboratorios va a parar a cadenas más grandes como Farmatodo y Locatel. José Ángel Vingelli labora en esta última y refiere que el ambiente de trabajo en una de las principales sucursales de la capital es muy tenso, y el estrés, muy grande. Durante el día llegan cientos de personas a pedir un sinfín de medicamentos, se hacen largas colas y toda la tensión revienta en los empleados, pero, dice, ellos poco tienen que ver con la causa del problema.

Vingelli no teme en responsabilizar al Gobierno por sus deficientes políticas económicas. Según explica, Venezuela no es un país productor de fármacos y es inadmisible que desde el Ejecutivo no se cancele la deuda con proveedores de materias primas, ni laboratorios para así poder contar con normalización del mercado farmacéutico.

Esta misma explicación la dio el regente de uno de los FarmaAhorro, que pidió mantener su nombre en reserva. Reafirma que son situaciones estresantes, pero que para él sacan a relucir su humanidad. “Aquí uno trata de ayudar como puede, sirve hasta de sicólogo pero no es fácil porque si por lo menos uno que trabaja en farmacia no consigue algo para su mamá que es hipertensa, qué le queda a los demás?”, relata.

De hecho ese es uno de los temores de Vingelli: “Solo pensar que podría estar en su lugar buscando algún medicamento y no conseguirlo, asusta”. Es por ello que intenta siempre ser atento, comprender al otro y se da a su público. Al igual que Hernández, entiende que son los pacientes lo que se llevan la peor parte de esta crisis y les ayudan aconsejándole a las personas a qué otros centros pueden ir a buscar sus medicamentos.

Orden en la desolación

Este mes se empezó a utilizar en Locatel una modalidad que en FundaFarmacia se aplicaba ya de forma analógica. Allí se coloca el listado de los medicamentos que se encuentran disponibles, la gente hace una cola para leerlo y si hay existencia del que está buscando, se pasa a hacer la otra fila para pedir y cancelar. En la gran cadena privada, se utiliza un monitor que es manejado por uno de los trabajadores que recibe récipes y peticiones, busca en la computadora y esta indica si hay o no la disponibilidad. En ambos casos hay riesgo de que al momento de pagar el producto ya se haya agotado.

Sin embargo, ha sido la manera que han conseguido para responder a la inmensa demanda de gente que se acerca a preguntar. Esto ocurre porque la misma persona puede ir hasta 10 farmacias y no tendrá la misma paciencia en la primera que se acerque o en la última. En la sucursal del Expreso de Chacaíto, una encargada que prefiere el anonimato relata que han tenido problemas con esta nueva modalidad “porque las colas, solo para consultar, han llegado hasta la nevera y la gente se impacienta y quiere saber ya”, pero esto no siempre es lo mismo.

Allí, comenta, tienen por costumbre atender emergencias, ancianos, embarazadas y personas con discapacidad de forma preferencial. Menciona que ya en ocasiones personas en cola se han desmayado y hasta convulsionado, pero el protocolo está allí: se le dan los primeros auxilios, se llama a Salud Chacao y se contacta al familiar. Además de eso, el llanto de los clientes es algo que mueve la fibra de cada farmaceuta.

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