María Lucía Vera tiene 22 años. En 2010 entró a la Universidad Simón Bolívar para estudiar Ingeniería Mecánica y, entre todos los paros universitarios e irregularidades en la agenda académica que han afectado a la USB, recuerda que la primera crisis de comedor que vivió fue en enero de 2011. Desde entonces, asegura que la situación ha empeorado en los últimos dos años, y aunque hoy jueves 17 de septiembre leva 4 días cerrado, Vera dice que el cierre del comedor no suele durar mucho.

El pasado lunes 14 de septiembre la USB emitió un comunicado en el que informó que suspendió el servicio de comedores y que se mantiene a la espera de la respuesta del Ministerio de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología para reabrirlo. De acuerdo con la Dirección de Servicios de la universidad, existe una deuda con los concesionarios que prestan el servicio de 14 millones de bolívares. Se estima que la suspensión de los desayunos, almuerzos y cenas afecta a 7 mil estudiantes.

Crisis extendida

La USB no es la única casa de estudios que tiene dificultades de este tipo. La Universidad Central de Venezuela (UCV), la Universidad de Los Andes (ULA) y la Universidad del Zulia (LUZ) afrontan una situación similar: en mayor o menor medida, el servicio de comedor que prestan a sus estudiantes es deficiente según aseguran varios estudiantes. La falta de fondos para cubrir el costo de servir varias comidas al día se ve agravado por la inflación y la escasez.

Vera confiesa que no sabe qué van a hacer los estudiantes sin el servicio de comedor, pues “los uesebistas no suelen comprar comida en el almuerzo. O se traen su comida de la casa o comen en el comedor”.

Para la estudiante de Ingeniería Mecánica, la comida que servían era de buena calidad y el servicio prestado por la universidad era usado por todo tipo de jóvenes en el campus. Sin embargo, no en todas las universidades los alumnos tienen la misma valoración.

Javier Villamizar vivió el choque de los comedores al cambiarse de carrera y de universidad en 2010. El actual presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Derecho de la UCV notó la diferencia cuando dejó la carrera de Ingeniería Química en la Simón para estudiar leyes. “La calidad de la comida en la USB es mejor y eso que ambas universidades no son privadas”, dice el estudiante.

Al igual que en la Simón, la Universidad Central ofrecía sus tres comidas al día. No obstante, la prestación del servicio durante el desayuno y la cena en la UCV se ha vuelto intermitente según los estudiantes. Villamizar recuerda que desde 2011 la cena no era servida todos los días.

El líder estudiantil explica que la cena es uno de los servicios que se busca que la universidad vuelva a prestar con la continuidad requerida, pues son numerosos los estudiantes que se ven perjudicados por la falta de esta comida. “Hay estudiantes que tienen clases en la noche y viven fuera de Caracas, por eso es necesario que puedan cenar”, explica Villamizar.

Los estudiantes de la UCV denuncian que no ha bajado únicamente la calidad en las comidas, sino que los menús ya no son tan variados. Los almuerzos se sirven desde las 11:30 am hasta las 2:00 de la tarde y, usualmente, son bandejas de carne o pollo guisado con arroz como acompañante.

Villamizar denuncia que la deficiencia en el servicio de comedor no se debe solo a las porciones de comida, sino también a las condiciones de las instalaciones. “Lo único que sirve en la universidad son las calderas. Antes usaban las freidoras y los hornos pero se dañaron por falta de mantenimiento o están parados porque no consiguen los repuestos. Ahora hacen comida guisada la mayoría de las veces”, asegura Villamizar.

En las universidades del interior del país, la inflación también se come el presupuesto destinado a los comedores. Según Yorman Barillas, presidente de la Federación de Centros Universitarios de La Universidad del Zulia, no solo existe un déficit para costear las comidas, sino también para el mantenimiento de las infraestructuras. “En uno de los comedores de la sede de la universidad en Maracaibo no sirven los aires acondicionados y el techo está destruido”, asegura el líder universitario.

Por su parte, Jessica Barbosa, estudiante de 21 años de Comunicación Social en LUZ, también denuncia la inseguridad que se vive en el comedor del recinto: “Antes había dos televisores, pero se los robaron”.

La proteína no solo escasea en los supermercados, sino también en las bandejas de las casas de estudio. “Con lo que cuesta comprar pollo, carne o pescado se vuelve imposible para los proveedores del servicio adquirir las proteínas”, dice Barillas, quien acusa a la escasez, la inflación y el desabastecimiento como las principales causas de la irregularidad en los servicios de los comedores universitarios.

Para Barbosa, otra falla está en el aspecto higiénico. A pesar de consumir la comida que sirven en el comedor de LUZ con frecuencia, confiesa que ha escuchado casos de estudiantes que han encontrado insectos en sus comidas. “Sin embargo, la gente sigue haciendo las colas para comer porque la comida es buena y gratis. Un almuerzo así en la calle puede costar hasta Bs. 400”, explica.

Otros servicios adicionales que prestaba la universidad, como la presencia de un nutricionista, fueron suspendidos. La estudiante de Comunicación Social recuerda que cuando ella empezó la carrera en 2013 había una asesora que se encargaba de recomendar el tamaño de las porciones para los estudiantes de acuerdo con sus edades y las actividades que realizaban.

No obstante, todo eso se lo llevó la falta de presupuesto. Un presupuesto que cada vez se reduce más frente a la población estudiantil.

A pesar de que estudiantes de la Universidad de Los Andes, en Mérida, denuncien que el servicio del comedor ha disminuido considerablemente en cuanto a calidad, en el núcleo de la casa de estudios en Táchira la situación es distinta.

Daisy Galaviz, de 23 años, recuerda que cuando empezó a estudiar Comunicación Social en Mérida, en 2011, la comida era de mala calidad y no era variada. Sin embargo, luego se transfirió a la sede en Táchira y asegura que el servicio en el comedor era mejor. Entre los platos que servían en el almuerzo cuando inició la carrera menciona chuletas, pasticho y arroz chino. Si bien el menú ha cambiado desde entonces, reconoce que la calidad no ha desmejorado.

Para Galaviz la diferencia entre ambas universidades está en su población estudiantil. En el núcleo de la ULA en Táchira hay menos estudiantes que en la sede principal en Mérida, lo que se traduce en mejor calidad para los estudiantes.

De acuerdo con Javier Villamizar, líder estudiantil de la UCV, todos los años la universidad pide al Gobierno un presupuesto que debe ser aprobado. El procedimiento suele hacerse por estas fechas, pero Villamizar confiesa no estar tan enfocado en la reunión en estos momentos porque está más preocupado con la asignación de cupos a través de la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU).

“La asignación de cupos por la OPSU significa que más personas entrarán y el presupuesto destinado a servicios para los estudiantes se va a reducir. Y eso significa también que el servicio del comedor se verá afectado”, explica Villamizar.

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