-“¿En cuál brazo prefiere la vacuna, en el derecho o en el izquierdo”, pregunta en español el bombero cubano que ese día está en el centro de salud del condado de Gwinnett en Georgia. El amplio espacio está habilitado para agilizar la vacunación contra la COVID-19 a mayores de 65 años y sus cuidadores y a personal de salud de primera línea.
El interpelado se quita el abrigo rápidamente, el suéter, se sube la manga de la franela y se arregla la mascarilla que se le movió de tanto desvestirse: “En este”, responde, poniendo el hombro izquierdo, mejor prevenir si acaso le causa dolor.
Pero no, no siente nada. Ni el pinchazo. De hecho, el bombero hace un amago de conteo: “Uno, dos y…tres”, pero en realidad antes de terminar, ya había inyectado la Pfizer-BioNtech y el paciente ni cuenta se dio.
-“¿Ya?”, pregunta entre contento, agradecido y un poco nervioso.
-“Ya” dice el experimentado cubano que desde que se iniciaron las jornadas de vacunación repite el procedimiento cientos de veces al día en esa localidad de Estados Unidos.
Una curita, la invitación a hacer la cita para la segunda dosis y la recomendación de sentarse en una silla por 15 minutos para que los especialistas de salud puedan monitorear si hay alguna reacción alérgica. Eso es todo.
Ponerse la primera dosis de la vacuna tarda menos de diez segundos y es indolora (aunque se han reportado algunos efectos secundarios y alergias en contadísimos casos). Todo lo contrario a la enfermedad que la causa, que lleva encima el dolor de 435.765 muertes y 25.887.625 contagiados, según el mapa de la universidad de John Hopkins actualizado hasta este viernes, solo en EEUU.
La espera previa
En Georgia hay varias maneras de obtener una cita para la vacuna. A diferencia de estados como Florida, no piden prueba de residencia ni ningún documento de identificación. Solo rellenar un formulario que entregan en la entrada.
Han habilitado cerca de mil centros en todo el estado y según el gobernador Brian Kemp se administran un promedio de 11.428 dosis de Pfizer y Moderna diariamente, que suman unas 80.000 por semana. Sin embargo, esto no es suficiente.
En menos de una semana, ocho condados recibieron tantas solicitudes como para llenar todas las solicitudes hasta marzo.
El gobierno local habilitó una aplicación que se supone envía una notificación cuando haya disponibilidad de la vacuna. En farmacias y hasta automercados están administrándola, pero las posibilidades de obtener una cita pasa por actualizar las páginas permanentemente a ver si por casualidad -y con mucha suerte- se abre un espacio.
En el caso de Claudia, significó ir personalmente a uno de los lugares en donde están inyectando la vacuna y anotarse en una lista de espera con la advertencia de que podía tomar hasta 15 días para que la contactaran.
Sin embargo, pasadas 72 horas la llamaron del centro y le dijeron que si estaba allí en menos de 20 minutos, se la ponían de inmediato. En su casa estaban avisados, habían acordado no alejarse mucho en caso de recibir la tan esperada noticia.
Con orden y sin alboroto
Afuera del centro comunitario de Gwinnett, uno de los que dirigían la cola de carros y los distribuía entre pruebas de COVID-19 y vacunas, era venezolano. “Gochito de pura cepa”, como dijo.
Una vez dentro del edificio, preguntaban el código o nombre de la persona que los llamó, esto para corroborar que efectivamente fueron citados.
Al subir al primer piso del edificio había una hilera de conos naranja y teipe amarillo que indican el camino.
En la entrada, una mesa con mascarillas que promocionaban el centro de salud del condado de Fulton y otras que con un diseño de la ciudad de Atlanta. Se encontraba gel desinfectante a cada paso.
El centro de vacunación es muy amplio, tanto, que parece desierto.
No hay largas filas ni grandes multitudes. Las personas que van a ser vacunadas van llegando de a poco. En grupos rellenan el formulario, se vacunan y se sientan. La mayoría de quienes estaban ese día eran adultos mayores.
-«¿Cuándo hay que ponerse la segunda dosis?”, pregunta Claudia al bombero.
-Cuando le den la cita, a los 21 días de esta. Ni un día antes ni un día después. No pierdan la oportunidad, ahora todo el mundo quiere ponérsela y la existencia es limitada.
Le entregaron un papel pequeño, como del tamaño de una cédula, en el que se da cuenta de que ya ha recibido la vacuna y la fecha de la segunda dosis.
Claudia lo guarda en su cartera como su tesoro más preciado.
Quién lo diría hace algo más de un año, cuando se reportaron los primeros casos en Wuhan, China; una pandemia; el distanciamiento y confinamiento; la soledad; el vuelco del modo de vida y hoy, recibiendo la milagrosa vacuna que fue elaborada en tiempo récord por casas farmacéuticas que se han convertido en la esperanza de la humanidad.
En Estados Unidos ya han detectado a personas que hacen turismo solo para ir a centros que tengan disponibilidad; a personas de recursos que pagan por un puesto en la fila aunque en Estados Unidos sea gratis; a personas que han intentado sobornar a funcionarios para que se la pongan aunque no entren en el rango de edad.
Luego de la primera dosis, a Claudia solo le dio un poco de dolor en el brazo cuando lo movía y en la base de la espalda.
Se supone que esta vacuna tiene 95% de efectividad y la inmunidad en esta primera dosis se calcula que dura, por lo menos, los diez primeros días. Por eso es necesaria una segunda inyección.
“Parece mentira que la tengamos, no podemos estar más agradecidos”, dice Claudia al borde las lágrimas, mientras le aprieta la mano a su esposo, eso sí, no muy duro para que nos les duela el brazo.
Esta historia continuará…
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-“¿En cuál brazo prefiere la vacuna, en el derecho o en el izquierdo”, pregunta en español el bombero cubano que ese día está en el centro de salud del condado de Gwinnett en Georgia. El amplio espacio está habilitado para agilizar la vacunación contra la COVID-19 a mayores de 65 años y sus cuidadores y a personal de salud de primera línea.
El interpelado se quita el abrigo rápidamente, el suéter, se sube la manga de la franela y se arregla la mascarilla que se le movió de tanto desvestirse: “En este”, responde, poniendo el hombro izquierdo, mejor prevenir si acaso le causa dolor.
Pero no, no siente nada. Ni el pinchazo. De hecho, el bombero hace un amago de conteo: “Uno, dos y…tres”, pero en realidad antes de terminar, ya había inyectado la Pfizer-BioNtech y el paciente ni cuenta se dio.
-“¿Ya?”, pregunta entre contento, agradecido y un poco nervioso.
-“Ya” dice el experimentado cubano que desde que se iniciaron las jornadas de vacunación repite el procedimiento cientos de veces al día en esa localidad de Estados Unidos.
Una curita, la invitación a hacer la cita para la segunda dosis y la recomendación de sentarse en una silla por 15 minutos para que los especialistas de salud puedan monitorear si hay alguna reacción alérgica. Eso es todo.
Ponerse la primera dosis de la vacuna tarda menos de diez segundos y es indolora (aunque se han reportado algunos efectos secundarios y alergias en contadísimos casos). Todo lo contrario a la enfermedad que la causa, que lleva encima el dolor de 435.765 muertes y 25.887.625 contagiados, según el mapa de la universidad de John Hopkins actualizado hasta este viernes, solo en EEUU.
La espera previa
En Georgia hay varias maneras de obtener una cita para la vacuna. A diferencia de estados como Florida, no piden prueba de residencia ni ningún documento de identificación. Solo rellenar un formulario que entregan en la entrada.
Han habilitado cerca de mil centros en todo el estado y según el gobernador Brian Kemp se administran un promedio de 11.428 dosis de Pfizer y Moderna diariamente, que suman unas 80.000 por semana. Sin embargo, esto no es suficiente.
En menos de una semana, ocho condados recibieron tantas solicitudes como para llenar todas las solicitudes hasta marzo.
El gobierno local habilitó una aplicación que se supone envía una notificación cuando haya disponibilidad de la vacuna. En farmacias y hasta automercados están administrándola, pero las posibilidades de obtener una cita pasa por actualizar las páginas permanentemente a ver si por casualidad -y con mucha suerte- se abre un espacio.
En el caso de Claudia, significó ir personalmente a uno de los lugares en donde están inyectando la vacuna y anotarse en una lista de espera con la advertencia de que podía tomar hasta 15 días para que la contactaran.
Sin embargo, pasadas 72 horas la llamaron del centro y le dijeron que si estaba allí en menos de 20 minutos, se la ponían de inmediato. En su casa estaban avisados, habían acordado no alejarse mucho en caso de recibir la tan esperada noticia.
Con orden y sin alboroto
Afuera del centro comunitario de Gwinnett, uno de los que dirigían la cola de carros y los distribuía entre pruebas de COVID-19 y vacunas, era venezolano. “Gochito de pura cepa”, como dijo.
Una vez dentro del edificio, preguntaban el código o nombre de la persona que los llamó, esto para corroborar que efectivamente fueron citados.
Al subir al primer piso del edificio había una hilera de conos naranja y teipe amarillo que indican el camino.
En la entrada, una mesa con mascarillas que promocionaban el centro de salud del condado de Fulton y otras que con un diseño de la ciudad de Atlanta. Se encontraba gel desinfectante a cada paso.
El centro de vacunación es muy amplio, tanto, que parece desierto.
No hay largas filas ni grandes multitudes. Las personas que van a ser vacunadas van llegando de a poco. En grupos rellenan el formulario, se vacunan y se sientan. La mayoría de quienes estaban ese día eran adultos mayores.
-«¿Cuándo hay que ponerse la segunda dosis?”, pregunta Claudia al bombero.
-Cuando le den la cita, a los 21 días de esta. Ni un día antes ni un día después. No pierdan la oportunidad, ahora todo el mundo quiere ponérsela y la existencia es limitada.
Le entregaron un papel pequeño, como del tamaño de una cédula, en el que se da cuenta de que ya ha recibido la vacuna y la fecha de la segunda dosis.
Claudia lo guarda en su cartera como su tesoro más preciado.
Quién lo diría hace algo más de un año, cuando se reportaron los primeros casos en Wuhan, China; una pandemia; el distanciamiento y confinamiento; la soledad; el vuelco del modo de vida y hoy, recibiendo la milagrosa vacuna que fue elaborada en tiempo récord por casas farmacéuticas que se han convertido en la esperanza de la humanidad.
En Estados Unidos ya han detectado a personas que hacen turismo solo para ir a centros que tengan disponibilidad; a personas de recursos que pagan por un puesto en la fila aunque en Estados Unidos sea gratis; a personas que han intentado sobornar a funcionarios para que se la pongan aunque no entren en el rango de edad.
Luego de la primera dosis, a Claudia solo le dio un poco de dolor en el brazo cuando lo movía y en la base de la espalda.
Se supone que esta vacuna tiene 95% de efectividad y la inmunidad en esta primera dosis se calcula que dura, por lo menos, los diez primeros días. Por eso es necesaria una segunda inyección.
“Parece mentira que la tengamos, no podemos estar más agradecidos”, dice Claudia al borde las lágrimas, mientras le aprieta la mano a su esposo, eso sí, no muy duro para que nos les duela el brazo.
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