2020, cuando nada volvió a ser igual. Esta es la edición 97 de nuestro semanario digital Cocuyo #7, que ya está disponible.
Se termina un año que nadie olvidará, con 365 días que se sintieron muy parecidos durante la cuarentena, esa modalidad en la que aprendimos a convivir con el COVID-19.
En un país como Venezuela, eso solo significó la acentuación de los graves problemas que ya aquejaban a su gente. La emergencia humanitaria compleja, la escasez de gasolina, las fallas en servicios básicos, la hiperinflación, la crisis migratoria, las violaciones de DDHH. Todas las calamidades se sintieron más intensamente con la llegada del nuevo coronavirus.
Y en el ámbito político, no fue diferente. Casi dos años cumpliremos con dos gobiernos. Uno interino, reconocido internacionalmente por más de 50 países. Otros, cuya legitimidad está en entredicho, pero que aún cuenta con el poder y el control sobre las vidas de los venezolanos.
Si en el año que se va se llegó a tener dos directivas en la Asamblea Nacional, ahora vendrá el 2021 con dos Parlamentos. Un0 con ejercicio extendido y otro surgido de unas elecciones dudosas. Ambas comparten un aspecto en común: no están exentas de cuestionamientos.
El año de la pandemia
La pandemia llegó no solo a enseñarnos a vivir con distanciamiento y nuevas medidas de bioseguridad. También hizo aún más precarios los servicios de atención en salud para los venezolanos. Y cuando ya se ronda el millar de fallecidos y los casos registrados superan los 100.000, el COVID-19 sigue enlutando a numerosas familias. Solo entre trabajadores sanitarios, los principales expuestos al contagio, se cuentan más de 200 muertos.
La tragedia cerró el año con el naufragio donde al menos 33 personas fallecieron, incluidos siete niños. Huir del país a costo de la propia vida no parece un riesgo muy alto para quienes, desesperados, buscan dejar atrás la crisis. Por eso, aún hoy #GuiriaDuele.
Ante esta sucesión de eventos angustiantes, ¿Qué nos queda? Encomendarse al doctor José Gregorio Hernández. La noticia de su futuro nombramiento como beato fue un destello que avivó la esperanza de los creyentes en que mejores tiempos vendrán. Y a esa estampita seguiremos aferrados.
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