Se fue la vida de María. Se la llevó un régimen que impide que el desarrollo natural de la persona llegue a término. Otra muerte. Otra vida que se perdió y que no será documentada. Nos tocará escribir la larga lista de asesinados. La lista negra de un nefasto sistema totalitario.

María muere porque un bombillo explota, la explosión se debe a los continuos bajones de luz en una zona marabina. La chispa cae en el colchón, este se incendia, no le da tiempo salir, se mete en el baño, el humo hace que pierda el conocimiento, cuando llega la hija la encuentra agonizante en medio del agua que fue el único recurso que buscó para salvarse. ¡María, cuenta como una víctima más de un régimen que fue destruyendo de a poco toda la infraestructura del país! María muere en manos del comunismo.

Tenemos hoy 20 días que arrancó la nueva tragedia venezolana: la caída del sistema eléctrico nacional. No se debe a los super poderes de un régimen capaz de planificar cada paso que da en su clara carrera hacia el sometimiento de la población. Se debe a la desidia, al robo, a la corrupción que les impidió medianamente prever que el sistema hidroeléctrico Guri, indestructible, podía llegar al colapso. Una vez colapsado el sistema, al régimen le es muy útil al propósito de la dominación: nos incomunicaron y nos desmovilizaron.

Al crimen organizado desde las estructuras del Estado, le es funcional el caos y la anarquía. Sin orden y con un control basado en el terror se puede caminar hacia el exterminio. Abandonemos la idea de que la muerte por descargas eléctricas, el asesinato de jóvenes “porque eran opositores e iban a marchar”, la muerte por hambre en nuestras comunidades de niños y madres, matanza de trabajadores y sindicalistas que tienen el valor de denunciar, la muerte de enfermos que esperan una diálisis o una nebulización para no morir asfixiados, han sido solo accidentales.

Nuestra historia reciente muestra la maldad de un sistema que se va imponiendo a pulso a partir de su dimensión criminal como una de las dimensiones propias y centrales del sistema comunista. Tenemos que entender que no hay rasgos de democracia ni voluntad de reconocer lo diverso, lo que se sale del gran proyecto totalitario es extraño, eliminable, no tiene cabida. Se trata de una ética del mal.

Hasta no vivir el totalitarismo no logramos tener conciencia del mal absoluto, pero la conciencia no basta, es imperativo dar un paso adelante: entenderlo, estudiarlo hasta encontrar su naturaleza; hacer el esfuerzo de saber hasta dónde puede llegar.

Una alianza contra el totalitarismo

La superación del totalitarismo pasa por reconocerlo en su esencia y realización histórica. Ante eso la política de la disidencia se debe convertir en un ejercicio de reconocimiento del límite y las posibilidades reales de construir referentes que son, en último término, culturales pero hechos a pulso con la gente y abiertos a posibilidades diversas.

La verdad histórica de estos sistemas es que terminan sometiendo a la población. Los pueblos solo alcanzan su libertad cuando la estructura del totalitarismo se agota o cuando se producen alianzas multinacionales que logran reestablecer los límites. He aquí la importancia de la doctrina de la Responsabilidad de proteger, conocida como R2P (Responsibility to Protect), invocada por Luis Almagro desde la OEA. Necesitamos protección internacional “porque el régimen está cometiendo crímenes contra la humanidad, porque hay una crisis humanitaria y migratoria”.

¡Venezuela sin luz! Es la marcha indetenible al caos, exterminio y dominación. Necesitamos la protección internacional y la organización propia que nos permita seguir en la lucha por la liberación. No basta querer dominar para someter.

El impulso de la libertad es más fuerte que las cadenas.

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