En un archipiélago cerca de Longyearbyen,  la capital de lo que se considera el mayor asentamiento de la isla noruega de Spitsbergen, hay un túnel de 150 metros en la tierra helada próxima al Polo Norte, donde se resguardan 1.059.646 semillas, clave para la supervivencia humana.

La Bóveda de Semillas de Svalbard, conocida popularmente como “la bóveda del fin del mundo”, fue inaugurada en 2008 como un conservatorio de todas las plantas comestibles del mundo.

Con una capacidad de 4,5 millones de variedades y 18 grados bajo cero, la bóveda es capaz de resistir terremotos, el impacto de bombas u otros desastres naturales.

“Necesitábamos un sitio dónde poder guardar duplicados, copias de seguridad de las semillas y las diferentes especies de todo el mundo, donde pudieran estar a salvo de verdad”, comenta Cary Fowler, uno de los impulsores del proyecto de la Bóveda de Svalbard, en la serie El futuro es apasionante de Vodafone.

La idea de los almacenes de material genético está vigente desde 1920,  cuando el botánico ruso Nikolái Vavílov recorrió durante una década los cinco continentes para recoger semillas silvestres y variedades de plantas, con el fin de preservar sus genes más importantes.

Fue director del Instituto de Investigación de Industria Vegetal,  el primer banco mundial de semillas, donde se conserva su colección. La vida de Vavílov terminó en 1943 en un campo de prisioneros del Volga. Murió de inanición (extrema debilidad física provocada por falta de alimento), víctima del régimen de Stalin, quien consideraba su trabajo de recolección como una “ciencia burguesa”.

Bancos nacionales de semillas, como el de Afganistán o Irak, fueron destruidos por saqueadores; y en Filipinas, un tifón atravesó uno de sus muros y destruyó una cantidad considerable de muestras; por lo que para Fowler, era importante que la bóveda se encontrase en un lugar seguro y fuera de peligro.

“Queríamos un lugar remoto, que fuese accesible, pero también muy frio. Además, tenia que ser un país en el que la gente de todo el mundo confiara; ese lugar era Noruega”, explica el agricultor estadounidense.

Según el reportaje El arca de las semillas de El País, Noruega financió la obra -que costó nueve millones de euros- y se ocupó de la gestión de la mano de Crop Trust, una fundación internacional apoyada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), y el Centro Nórdico de Recursos Genéticos (NorgGen).

“El motivo por el que fue construido en un lugar tan remoto se debe a que se trata de uno de los territorios con menos actividad sísmica del mundo; en caso de desastre universal, el frío permitiría conservar las semillas incluso sin electricidad; y el Gobierno de Oslo generaba la suficiente confianza como para entregarle la custodia de algo tan valioso: las semillas, que pueden ser copiadas, modificadas y patentadas”, explica el artículo.

A 1.125 kilómetros del polo Norte, la Bóveda de Svalbard conserva semillas provenientes de 233 países; pues “nació para guardar las plantas comestibles de todo el mundo” y como una solución a una posible catástrofe natural que terminase con la destrucción masiva de los cultivos.

¿Por qué es importante conservar las semillas?

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura explica que “las semillas guardan información genética de las especies agrícolas”, por lo que conservarlas permite contar con copias embrionarias de los cultivos del planeta.  Esto elimina la posibilidad de extinción y ofrece una fuente de alimento en caso de una catástrofe.

Antes de las semillas, las plantas se reproducían por esporas, que son células reproductivas que se desarrollan durante largo tiempo en condiciones adversas y que necesitan de mucha agua; la semilla permitió que las plantas creciesen sin la necesidad de tener cerca una fuente de agua.

Si una semilla lleva en su interior los nutrientes que necesita, puede sobrevivir lejos del agua durante años.

Actualmente la bóveda alberga casi el 40% de la diversidad alimentaria existente; “la bóveda es la póliza de seguro definitiva para el suministro de alimentos del mundo, que ofrece opciones para que las generaciones futuras superen los desafíos del cambio climático y el crecimiento de la población” puntualiza el sitio web oficial de Crop Trust; “es la copia final”.

Marie Haga, directora general de Crop Trust, explica que: “La agricultura nunca se ha enfrentado a un desafío similar: no solo es el clima, sino que dentro de 30 años habrá 2.000 millones de personas más para alimentar”.

La Fundación UNAM (de la Universidad Nacional Autónoma de México) explica que conservar las semillas en estado óptimo es imprescindible, aun mas cuando se encuentran en peligro de extinción: “Los bancos de semillas buscan el máximo cuidado de ellas en ambientes especiales para su mantenimiento por un largo período”.

El mundo, hoy en día, cuenta con 1.400 bancos de semillas.

“Aún así, crear bancos de semillas para prevenir futuras calamidades es sólo una solución a medias. Igualmente, dignos de conservación son los conocimientos reunidos con gran esfuerzo por los agricultores del mundo, que a lo largo de las generaciones crearon las semillas y las razas que hoy tanto apreciamos. Quizás el recurso más valioso y amenazado sea la sabiduría almacenada en la mente de los campesinos”, plantea National Geographic en su articulo El arca de las semillas.

 

 

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