Ni la insulina ni una dieta balanceada pueden costearse los diabéticos en Venezuela

SALUD · 26 MARZO, 2018 23:52

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Julett Pineda Sleinan | @JulePineda


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En noviembre de 2017 Cristina Liendo cayó en un coma diabético. Había pasado 15 días suministrarse la insulina y no le dio mucha importancia al hecho de haberse quedado sin tratamiento. Pasó 22 días en coma y los médicos incluso le dijeron a los familiares que se despidieran de la joven de 23 años. Hoy Cristina vive para contarlo, pero también vive preocupada porque le cuesta dar con las dosis diarias que necesita para tratar su condición.

Conseguir la insulina se ha vuelto prácticamente imposible, pero la estudiante no se rinde. Se rehúsa a volver a caer en coma.

«A mí me diagnosticaron diabetes hace dos años y medio. Antes yo podía conseguir la insulina en Locatel o Farmatodo, pero hace un año todo se volvió más difícil», dice la joven. Este lunes 26 de marzo, Cristina retiró en Caracas una donación del tratamiento que le hicieron. Recobró la calma, al menos por unos minutos, porque apenas le quedaba en casa «un poquito» en una ampolla.

La misma situación es la que atraviesa gran parte de los insulinodependientes en Venezuela. Un cartucho o pen de insulina puede rondar el millón 500 mil bolívares, mientras que una caja (con cinco) se acerca a los 10 millones de bolívares. Entre los revendedores, el tratamiento resulta mucho más caro.

Los pacientes no pueden cumplir con el tratamiento, porque es muy costoso o no lo consiguen. Médicos y ONG han denunciado el ingreso constante de casos de cetoacedosis a las emergencias de los hospitales porque los pacientes no tienen insulina para inyectarse.

Los altos precios también alejaron de las mesas a las proteínas y a las frutas. Mantener una dieta balanceada se ha vuelto tan difícil como conseguir insulina. Nicole tiene 11 años de edad, pero hace tres que le diagnosticaron diabetes. Su madre, Nelly Padilla, recuerda que antes podía comprarle a la niña una manzana para la merienda. Hoy esa fruta es un lujo que ya no se puede dar.

«Es difícil que tengan una dieta balanceada con lo caros que están los alimentos. A mi hija le encanta el durazno y tengo que patear calle para poder conseguírselo a buen precio», apunta Nelly.

Zuleima Prieto tiene diabetes desde los tres años y tampoco puede costear una dieta equilibrada y variada como la que recomiendan los médicos. «Ahorita estoy comiendo lechosa porque es lo más barato», agrega.

Lea también: Hasta Bs. 200.000 cuesta un kilo de mangos en mercados municipales de Caracas

«A veces ni pollo ni carne ni pescado hemos podido comprar, sino que comemos puro grano. Aparte contamos con la bendita cajita (del Clap), que a veces es lo único con lo que uno come y que llega cada mes y medio», dice Cecilia Castillo, madre de Diana García, una joven de 20 años con diabetes desde los ocho.

La abuela de Diana, Maritza Heredia, ha tenido que viajar hasta Ciudad Bolívar, Barquisimeto, Mérida y Maracay para dar con la insulina que requiere la joven. A través de las redes sociales o de páginas web ubican el medicamento y con donaciones o con ahorros es que logran garantizarle el tratamiento a la estudiante.

«Yo cobro mi pensión y enseguida salgo a buscarle la insulina«, asegura Maritza.

Abuela y madre hacen lo imposible para que Diana no se quede sin su medicamento, no importa qué tan costoso o escaso esté. «No hemos permitido que ella pase días sin su tratamiento. A mí me da miedo que eso ocurra porque la insulina es su vida», afirma Cecilia.

SALUD · 26 MARZO, 2018

Ni la insulina ni una dieta balanceada pueden costearse los diabéticos en Venezuela

Texto por Julett Pineda Sleinan | @JulePineda

En noviembre de 2017 Cristina Liendo cayó en un coma diabético. Había pasado 15 días suministrarse la insulina y no le dio mucha importancia al hecho de haberse quedado sin tratamiento. Pasó 22 días en coma y los médicos incluso le dijeron a los familiares que se despidieran de la joven de 23 años. Hoy Cristina vive para contarlo, pero también vive preocupada porque le cuesta dar con las dosis diarias que necesita para tratar su condición.

Conseguir la insulina se ha vuelto prácticamente imposible, pero la estudiante no se rinde. Se rehúsa a volver a caer en coma.

«A mí me diagnosticaron diabetes hace dos años y medio. Antes yo podía conseguir la insulina en Locatel o Farmatodo, pero hace un año todo se volvió más difícil», dice la joven. Este lunes 26 de marzo, Cristina retiró en Caracas una donación del tratamiento que le hicieron. Recobró la calma, al menos por unos minutos, porque apenas le quedaba en casa «un poquito» en una ampolla.

La misma situación es la que atraviesa gran parte de los insulinodependientes en Venezuela. Un cartucho o pen de insulina puede rondar el millón 500 mil bolívares, mientras que una caja (con cinco) se acerca a los 10 millones de bolívares. Entre los revendedores, el tratamiento resulta mucho más caro.

Los pacientes no pueden cumplir con el tratamiento, porque es muy costoso o no lo consiguen. Médicos y ONG han denunciado el ingreso constante de casos de cetoacedosis a las emergencias de los hospitales porque los pacientes no tienen insulina para inyectarse.

Los altos precios también alejaron de las mesas a las proteínas y a las frutas. Mantener una dieta balanceada se ha vuelto tan difícil como conseguir insulina. Nicole tiene 11 años de edad, pero hace tres que le diagnosticaron diabetes. Su madre, Nelly Padilla, recuerda que antes podía comprarle a la niña una manzana para la merienda. Hoy esa fruta es un lujo que ya no se puede dar.

«Es difícil que tengan una dieta balanceada con lo caros que están los alimentos. A mi hija le encanta el durazno y tengo que patear calle para poder conseguírselo a buen precio», apunta Nelly.

Zuleima Prieto tiene diabetes desde los tres años y tampoco puede costear una dieta equilibrada y variada como la que recomiendan los médicos. «Ahorita estoy comiendo lechosa porque es lo más barato», agrega.

Lea también: Hasta Bs. 200.000 cuesta un kilo de mangos en mercados municipales de Caracas

«A veces ni pollo ni carne ni pescado hemos podido comprar, sino que comemos puro grano. Aparte contamos con la bendita cajita (del Clap), que a veces es lo único con lo que uno come y que llega cada mes y medio», dice Cecilia Castillo, madre de Diana García, una joven de 20 años con diabetes desde los ocho.

La abuela de Diana, Maritza Heredia, ha tenido que viajar hasta Ciudad Bolívar, Barquisimeto, Mérida y Maracay para dar con la insulina que requiere la joven. A través de las redes sociales o de páginas web ubican el medicamento y con donaciones o con ahorros es que logran garantizarle el tratamiento a la estudiante.

«Yo cobro mi pensión y enseguida salgo a buscarle la insulina«, asegura Maritza.

Abuela y madre hacen lo imposible para que Diana no se quede sin su medicamento, no importa qué tan costoso o escaso esté. «No hemos permitido que ella pase días sin su tratamiento. A mí me da miedo que eso ocurra porque la insulina es su vida», afirma Cecilia.

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