Leidy Torres viajó más de 500 kilómetros con su esposo y su hija de nueve meses desde Caicara del Orinoco hasta Caracas para poder recibir atención médica. En la familia todos tienen malaria, pero manejaron hasta la capital porque en Bolívar los hospitales colapsaron con la cantidad de casos que llegan.
«El Hospital de Guaiparo (en Ciudad Guayana) no tiene nada. No tiene ni la culpa de estar ahí», dijo la mañana del martes, 9 de enero, mientras esperaba a las afueras del Centro de Estudios de la Malaria, en la Universidad Central de Venezuela (UCV), a que le entregaran los resultados de la prueba que confirmaría si ella y los suyos tienen paludismo, el otro nombre de la malaria.
En Caicara del Orinoco, los medicamentos antimaláricos solo se consiguen «bachaqueados» entre los 800 mil bolívares y los dos millones y con el sello del Ministerio de Salud que prohíbe su venta. Quienes comercializan los fármacos, aseguró Leidy, son las mismas personas que hacen el examen de la gota gruesa en el poblado bolivarense.
La ausencia de antimaláricos y su reventa en el mercado negro han desatado protestas en Bolívar desde, al menos, el segundo semestre de 2017. Medios de comunicación registraron una manifestación el pasado mes de agosto en San Félix, fecha en la que pacientes con paludismo del ambulatorio Manoa trancaron la redoma para exigir medicinas.
Más recientemente, el pasado 8 de enero, pacientes de Upata con la enfermedad protestaron en la vía hacia San Félix en rechazo al colapso de los ambulatorios de la zona y la falta de medicamentos para tratar la epidemia.
Pese a la censura epidemiológica, la Asamblea Nacional presentó en noviembre un documento en el que denuncia que el Estado venezolano «no ha implementado las políticas adecuadas para la prevención, detección y cura del paludismo», y que únicamente en el estado Bolívar se registraron 206.240 casos de malaria entre enero y octubre de 2017.
El reporte de la AN evidencia el incremento de la epidemia en la zona: en un año (2016) pasó de 177.619 casos a poco más de 200 mil.
Los cuatro trabajadores del Instituto de Altos Estudios en Salud Dr. Arnoldo Gabaldón, ubicado en la UCV, difícilmente se dan abasto para atender la cantidad de casos que reciben a diario en la institución. Desde las 7:00 am hasta las 7:00 pm, los especialistas realizan pruebas, entregan medicamentos y evalúan a pacientes que viajan desde distintos estados del país, en su mayoría de Bolívar.
El Centro de Estudios para la Malaria es una de las instituciones a la que pueden asistir los pacientes con paludismo en la capital, pese a que el año pasado presentó interrupciones en el suministro de antimaláricos porque el Ministerio de Salud no los había provisto.
«Llevamos tres meses sin recibir una tableta por parte del Gobierno. Algunos centros de salud del propio Estado están trabajando con medicamentos donados», indicó a Efecto Cocuyo el investigador y coordinador del centro de estudios, Oscar Noya.
En el hospital de niños José Manuel de los Ríos la enfermedad se instaló el año pasado. De acuerdo con los infectólogos del centro de salud, entre julio de 2017 y enero de 2018 han sido atendidos alrededor de 20 casos. Para la fecha hay dos casos hospitalizados, uno en la emergencia y otro en Infectología.
Otro centro asistencial al que los pacientes con paludismo pueden dirigirse en Caracas es la Dirección de Malariología y Saneamiento Ambiental ubicada en el sector El Cementerio.
Efecto Cocuyo constató que el Ministerio de Salud, ubicado en las torres de El Silencio, también entrega a los pacientes el tratamiento requerido para eliminar del organismo los parásitos del plasmodium, transmitidos en la picadura del mosquito anopheles.
Otros centros de salud a los que han llegado casos de malaria de distintos estados y con alguna complicación han sido el Domingo Luciani, en El Llanito, y el Hospital Universitario de Caracas, en donde han sido tratados pacientes con malaria cerebral.
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Leidy Torres viajó más de 500 kilómetros con su esposo y su hija de nueve meses desde Caicara del Orinoco hasta Caracas para poder recibir atención médica. En la familia todos tienen malaria, pero manejaron hasta la capital porque en Bolívar los hospitales colapsaron con la cantidad de casos que llegan.
«El Hospital de Guaiparo (en Ciudad Guayana) no tiene nada. No tiene ni la culpa de estar ahí», dijo la mañana del martes, 9 de enero, mientras esperaba a las afueras del Centro de Estudios de la Malaria, en la Universidad Central de Venezuela (UCV), a que le entregaran los resultados de la prueba que confirmaría si ella y los suyos tienen paludismo, el otro nombre de la malaria.
En Caicara del Orinoco, los medicamentos antimaláricos solo se consiguen «bachaqueados» entre los 800 mil bolívares y los dos millones y con el sello del Ministerio de Salud que prohíbe su venta. Quienes comercializan los fármacos, aseguró Leidy, son las mismas personas que hacen el examen de la gota gruesa en el poblado bolivarense.
La ausencia de antimaláricos y su reventa en el mercado negro han desatado protestas en Bolívar desde, al menos, el segundo semestre de 2017. Medios de comunicación registraron una manifestación el pasado mes de agosto en San Félix, fecha en la que pacientes con paludismo del ambulatorio Manoa trancaron la redoma para exigir medicinas.
Más recientemente, el pasado 8 de enero, pacientes de Upata con la enfermedad protestaron en la vía hacia San Félix en rechazo al colapso de los ambulatorios de la zona y la falta de medicamentos para tratar la epidemia.
Pese a la censura epidemiológica, la Asamblea Nacional presentó en noviembre un documento en el que denuncia que el Estado venezolano «no ha implementado las políticas adecuadas para la prevención, detección y cura del paludismo», y que únicamente en el estado Bolívar se registraron 206.240 casos de malaria entre enero y octubre de 2017.
El reporte de la AN evidencia el incremento de la epidemia en la zona: en un año (2016) pasó de 177.619 casos a poco más de 200 mil.
Los cuatro trabajadores del Instituto de Altos Estudios en Salud Dr. Arnoldo Gabaldón, ubicado en la UCV, difícilmente se dan abasto para atender la cantidad de casos que reciben a diario en la institución. Desde las 7:00 am hasta las 7:00 pm, los especialistas realizan pruebas, entregan medicamentos y evalúan a pacientes que viajan desde distintos estados del país, en su mayoría de Bolívar.
El Centro de Estudios para la Malaria es una de las instituciones a la que pueden asistir los pacientes con paludismo en la capital, pese a que el año pasado presentó interrupciones en el suministro de antimaláricos porque el Ministerio de Salud no los había provisto.
«Llevamos tres meses sin recibir una tableta por parte del Gobierno. Algunos centros de salud del propio Estado están trabajando con medicamentos donados», indicó a Efecto Cocuyo el investigador y coordinador del centro de estudios, Oscar Noya.
En el hospital de niños José Manuel de los Ríos la enfermedad se instaló el año pasado. De acuerdo con los infectólogos del centro de salud, entre julio de 2017 y enero de 2018 han sido atendidos alrededor de 20 casos. Para la fecha hay dos casos hospitalizados, uno en la emergencia y otro en Infectología.
Otro centro asistencial al que los pacientes con paludismo pueden dirigirse en Caracas es la Dirección de Malariología y Saneamiento Ambiental ubicada en el sector El Cementerio.
Efecto Cocuyo constató que el Ministerio de Salud, ubicado en las torres de El Silencio, también entrega a los pacientes el tratamiento requerido para eliminar del organismo los parásitos del plasmodium, transmitidos en la picadura del mosquito anopheles.
Otros centros de salud a los que han llegado casos de malaria de distintos estados y con alguna complicación han sido el Domingo Luciani, en El Llanito, y el Hospital Universitario de Caracas, en donde han sido tratados pacientes con malaria cerebral.