En el último trimestre del año escolar 2015, los niños de un colegio del Sector Las Casitas de La Vega, comenzaron a desmayarse durante las actividades diarias. Al principio eran casos aislados, cuando un niño le decía a la maestra que se sentía mareado antes de caer mientras cantaban el himno, pero rápidamente los desmayos se tornaron generalizados: en el recreo, en la clase, en las mañanas o por las tardes.

Yasiri Paredes es madre de dos varones, uno de 9 y otro de 12 años, y en esa época, vendía comida en la cantina para los estudiantes del colegio. El último mes del curso, a la hora de la salida, veía niños buscando comida en el basurero frente a la escuela; la preocupación de que con el empeoramiento de la crisis económica sus hijos tuviesen que pasar por eso, la empezó a invadir.

Ese mismo mes, el colegio junto a la organización Alimenta la Solidaridad decidieron hacer un comedor piloto en el colegio de esta parroquia caraqueña; desde entonces Yasiri es quien lo dirige en el espacio donde antes tenía su cantina. Allí se le da de comer a 115 niños, de lunes a viernes, durante todo el año, incluidos sus hijos.

“Me despierto a las 4 de la mañana y me acuesto después de las 10 arreglando todo lo del comedor”, explicó Yasiri con una sonrisa. “Hay chamos para los que esta es su única comida en el día, pero al menos aquí comen bien” y agregó que los más afortunados también cenan algo. “A veces en casa solo cenamos una yuca o una papa”, así sus hijos se duermen con la barriga llena “aunque no los esté alimentando”.

“La violencia, el hambre, el transporte, los vertederos de basura” son los principales problemas de los vecinos de La Vega, en el municipio Libertador. Para Yasiri, con los tres comedores en la parroquia, la violencia y el hambre se han reducido de lunes a viernes, pero los siguen sacudiendo.

No solo es el comedor, Yasiri acompaña a las otras madres, organiza actividades para ellas los fines de semana, se esfuerza por trabajar para y por la comunidad, es su forma de realizar activismo comunitario. “Este trabajo que hago es como una esperanza y una forma de apostar por mi país”.

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“Yo crecí aquí, estudié en este mismo colegio y ahora trabajo por mi comunidad”. La joven caraqueña asegura que su propósito es “que las madres dejen el miedo a nivel político, ellas se sienten sometidas por la bolsa Clap o los consejos comunales; tienen miedo” y agrega, que su sueño, es que ellas reconozcan el valor y el poder que tienen.

Yasiri sabe que los logros en el trabajo comunitario “son de a poquito”, que después de dos años y medio con el comedor “va calando en ellas”, a quienes considera “mucho más importantes que yo, son las protagonistas”, agregó con convicción mientras miraba desde la cocina a las madres acompañando a sus hijos comer.

En este espacio, los infantes aprenden sobre compromiso, solidaridad y respeto. “Si veo que le hablan mal a su mamá, les llamo la atención y me hacen caso, porque a la mamá y a las personas adultas se les debe respetar”, cuenta con orgullo. “Las mamás me lo agradecen, no sé por qué, pero a mí me respetan”.

“Este trabajo me dio un más allá, ahora tengo un por qué y un para quién”, asegura, “esto me motiva a seguir, sé que estoy ayudando y aportando”. Yasiri recuerda el día que la ONG Alimenta la Solidaridad le ofreció empezar un nuevo comedor y evoca su respuesta “soy mamá, soy mujer y soy venezolana; me gusta trabajar y aquí hago algo, ayudo a mis hijos y a los chamos de la comunidad”.

Fotos: Iván Reyes

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