Tras más de dos años anunciando la necesidad de crear billetes de mayor denominación, y luego conocer que el Banco Central de Venezuela (BCV) se prepara para emitir billetes de 500 bolívares y de 1.000 bolívares, economistas advirtieron que la medida llegaría rezagada y podría quedarse corta ante los niveles de inflación del país. Desde 2013 consideraban necesaria la emisión de billetes de mayor valor; ahora, con una inflación que cerró en 180% en 2015, dudan que los beneficios de la medida puedan materializarse.

La solución al problema de sacar altas sumas de dinero de los cajeros y de cargar montones de billetes en las carteras llegó a destiempo. “Hace dos años o más, el Gobierno debió haber tomado esta medida“, apuntó el economista Ronald Balza, quien desde hace tres años señaló la necesidad de la emisión de una pieza de mayor denominación para facilitar las actividades comerciales.

No obstante, para el economista y analista del grupo consultor ODH, Joastín Rangel, “la medida viene bastante tarde e incluso rezagada en valor”. Para 2015, Rangel precisó que se hablaba de que sería necesaria la emisión de un billete de 500 bolívares. Sin embargo, calculó que hoy día se necesitarían mínimo 2.270 bolívares para mantener el mismo nivel de compra que tenía el billete de 100 en 2008.

A la inseguridad se suman las largas colas en los cajeros que diariamente despachan grandes sumas de dinero ante la falta de valor de los billetes. “En los cajeros hay muchos billetes de poco valor“, apuntó Rangel ante la necesidad de recargar las máquinas constantemente.

En ese entonces, la respuesta del BCV, en lugar de la emisión de piezas de mayor denominación, fue la impresión de mayor cantidad de billetes de 100, lo que implicó usar más espacio y más inversión en emitir piezas de menor valor.

“Hubo años en los que se duplicaba la emisión de billetes de 100 bolívares”, señaló Balza. Para el economista, los gastos se hubiesen podido reducir si el Gobierno hubiera adoptado la medida de imprimir billetes de mayor valor, permitiendo el ahorro de espacio y peso: por cada pieza de mil bolívares se habrían dejado de imprimir nueve piezas de 100.

De acuerdo con Rangel, desde el año de la reconversión monetaria, en 2008, hasta 2016, las piezas de billetes de 100 han crecido en 19.713%. “Actualmente, el billete de 100 representa 31% de todo el cono monetario, cuando hace ocho años representaba 2,3%”, agregó.

Con un cono monetario conformado en 2008 por las monedas de 0,01; 0,05; 0,10; 0,125; 0,25; 0,50 y un bolívar; y por los billetes de 2, 5, 10, 20, 50 y 100 bolívares, la implementación de la nueva medida dejaría por fuera el uso las piezas de 2 y 5. Rangel afirmó que incluso los billetes de 10 y 20 podrían tender a la desaparición, mientras que ya las monedas cayeron en desuso.

Aunque el consultor apuntó que ocurriría algo similar al año de la reconversión, cuando el BCV recolectó las monedas viejas y las canjeó por las nuevas, Balza recomendó que lo mejor para el banco sería permitir que las piezas caigan en desuso para evitar gastos y agregó que hay muchos pensionados que actualmente reciben los pagos en billetes de baja denominación.

La inflación no solo pasa factura al bolsillo de los venezolanos, sino también al Banco Central. El material para emitir las piezas es, en algunos casos, más caro que el valor que tienen las piezas mismas, como ocurrió con las monedas incorporadas al cono monetario en 2008.

No obstante, los pronósticos de inflación no lucen muy prometedores para este 2016. Algunas consultoras prevén que el año cierre con más de 250% de inflación, mientras que otras vislumbran un panorama aún más difícil al finalizar el año.

De igual forma, frente al escenario de que en muy pocos lugares un billete de mil podría alcanzar para comprar un almuerzo, los especialistas plantean que podría ser necesario fijar otra mayor denominación para que las piezas alcancen al bolsillo.

“Es posible que la inflación obligue a que el año que viene tenga que sacarse un billete de 2 mil”, advirtió Balza. Para evitar que el valor de las piezas se deteriore tan rápido, sugirió que la emisión de los nuevos billetes no venga sola, sino acompañada de una regla para revisar cada cuánto tiempo es necesaria la emisión de un nuevo billete.

Para Rangel, la preocupación reside en que las políticas tomadas por el BCV no estén orientadas a frenar los niveles de inflación, lo que implicaría que los beneficios de la medida —comprar más bienes con menos piezas— no se verían materializados.

La reconversión cambiaria de 2008 tuvo un costo para el Gobierno y la emisión de billetes con nueva denominación también la tendría. No obstante, los economistas aseguraron que conocer los costos que representarán la impresión de las piezas, el del material a utilizar o el de las importaciones no salen precisados en los balances del banco.

Balza apuntó que es necesario que el BCV sea transparente con respecto a la nueva medida para recuperar la confianza en la institución. “El banco debe decir cuánto van a costar esas importaciones o si la Casa de la Moneda tiene los recursos necesarios”, finalizó.

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