La esperanza
Obra del artista venezolano Oscar Olivares

Un reciente estudio de Venebarómetro, de febrero de 2016, halló que 88,3% de la población considera que la situación del país es muy negativa. Esta percepción es compartida por 68% de los que se identifican con el oficialismo. Del 11,8% que ve la situación positiva, 9,8% llega hasta la categoría “regular hacia buena”. El estudio muestra  que Los Andes y Occidente son las regiones del país que expresan un mayor descontento.  Además, solo 69% de los consultados asegura comer tres veces al día. No obstante, el mayor porcentaje de quienes reciben los “tres golpes” se identifica con el gobierno.

Estos son apenas números. Si usted le pregunta a un venezolano cómo están las cosas, contestará invariablemente: cada vez peor.

El linchamiento a fuego vivo de un presunto delincuente en Catia, el asesinato de un líder civil en Ciudad Guayana como lo fue Larry Salinas, la desaparición de al menos 16 mineros (oficialmente) en ese territorio sin ley que es el Sur del estado Bolívar, las recientes medidas económicas del gobierno en cuanto al manejo de las divisas, son apenas una muestra de la profunda crisis que vive Venezuela.

Sin embargo, pese a las cifras y al bajo ánimo, los venezolanos aguantan estoicamente el deterioro de su día a día. Cada quien, como puede, se concentra en buscar estrategias de supervivencia.

¿Y cuál es la salida?

“Ha llegado el momento de que las organizaciones regionales y la comunidad internacional en general actúen. La Carta Democrática Interamericana autoriza a la OEA a responder en caso de “una alteración del orden constitucional que afecte gravemente el orden democrático en un Estado Miembro” afirma la ONG Crisis Group en un alerta sobre la situación venezolana.

No es la primera vez que esta organización hace llamados de atención sobre Venezuela. Lo peor es que, poco a poco, se van cumpliendo las estimaciones de organizaciones nacionales e internacionales sobre la agudización de la crisis,  debido a la situación económica,  que a su vez dispara una serie de alteraciones en la vida cotidiana.

En el plano netamente político, la Mesa de la Unidad Democrática expuso una hoja de ruta para buscar la cesación del gobierno. A falta de mejores acuerdos se decantaron por propiciar la renuncia del presidente Nicolás Maduro, impulsar la enmienda constitucional que reduce el período constitucional y elimina la postulación indefinida, a la vez que avanzar en el proceso revocatorio.

Estos son textualmente los puntos de la MUD.

  1. Lograr la renuncia de Nicolás Maduro de la Presidencia de la República, exigiéndola con una amplia movilización popular nacional que debe caracterizarse por su carácter pacífico y su contundente determinación democrática.
  2. Aprobar una Enmienda Constitucional que sea votada y defendida por el pueblo para reducir el mandato presidencial y lograr elecciones presidenciales este año.
  3. Iniciar el proceso para el Referendo Revocatorio y, para garantizar su convocatoria y realización eficiente, aprobar la Ley de Referendos con el objeto de impedir el bloqueo o retardo de este mecanismo constitucional que es un derecho ciudadano.

De estas tres propuestas, a la que le hallo más sentido y más contundencia institucional es a la tercera.  Ya sé que es complicado, pero el proceso revocatorio va más allá de la realización de un referendo. Si la MUD logra movilizar a la sociedad- cuyo hartazgo ya llega casi al 90%-  será indetenible que se llegue a un revocatorio, pero lo importante, desde mi punto de vista, es lograr sacar a la ciudadanía del estado catatónico en el que está  por la búsqueda de soluciones particulares para mejorar su vida diaria.

La opción que noto más débil institucionalmente es la enmienda. El procedimiento es más expedito, pero aun no logran tener los argumentos que justifique la aplicación del mecanismo para este período presidencial. En pocas palabras, me parece que sería cuesta arriba pretender, sin que se convierta en un pésimo precedente, aplicar los cambios que se aprueben al actual período constitucional.

En cuanto a la solicitud de renuncia, toda persona tiene el derecho de pedirla y más a un gobierno tan deslegitimado por el sufrimiento al cual somete a su pueblo. De forma que movilizaciones para exigirla en el marco del proceso revocatorio, pueden activar el movimiento pacífico de protesta general.

¿Y mientras tanto?

Con este panorama tan gris y con pocas probabilidades de mejora, me pregunto por qué el gobierno venezolano no hace realmente algo para sacar al país de este atolladero. Parece que prefieren inducir al exterminio moral y ético de una nación  por el solo afán de permanecer en el poder.

Por su parte, la oposición aún está reorganizando sus fuerzas, inmersos en una disputa interna sobre las mejores vías para salir del gobierno. Esta confusión era previsible. La oposición no estaba preparada para ganar de la manera como ganó, de allí el desafío de seguir trabajando por una mayor cohesión de las fuerzas que la integran.

¿Hacia dónde pueden ver los venezolanos para recuperar la esperanza?

Lo único que se me ocurre es que cada quien mire dentro de sí y evalúe los recursos tangibles e intangibles con los que cuenta para así generar una mayor resiliencia y no doblegarse ante las humillaciones y el látigo con que la cúpula roja y sus cómplices fustigan cada día más a este pueblo.

No obstante, también son necesarias las acciones. Bien pensadas, organizadas y ejecutadas.

La dirigencia opositora venezolana tiene un gran reto. Allí hay varios líderes que pugnan entre ellos, cuando el país sigue reclamando unidad para poder hacer las tareas que conduzcan a un desenlace menos costoso para todos.

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