Nicolás Maduro usa la violencia para provocar una respuesta extrema de Estados Unidos y así dividir la coalición internacional que apoya un cambio político en Venezuela, además de sustentar la cohesión en los civiles y militares que aún le respaldan, en opinión de la psicóloga social Colette Capriles.
“Apuesta a que el problema de Venezuela se estanque en la discusión acerca de una posible acción militar para desalojarlo del poder. Los costos reputacionales son muy altos, pero las acciones de resistencia violenta le permiten poner en primer plano el uso de la fuerza y la discusión que ello genera (apostando a una defección o abandono de la Unión Europea y de sus aliados)”, explica a Efecto Cocuyo.
La analista considera que el gobernante -desconocido por más de 50 gobiernos- también usa el miedo a una invasión militar como factor de cohesión del sector castrense y el chavismo en general.
La analista insiste en que lo ocurrido este 23 de febrero “fueron construidos por el régimen de Maduro para imponer condiciones extremas que impidan que se produzcan elecciones libres, que implicarían una renovación total del sistema y autoridades electorales y tratar de conseguir tiempo en una negociación interminable”.
La presión es el único elemento que puede producir una negociación creíble, advierte Capriles. No obstante, considera que “se impone la tesis de que la negociación será la consecuencia del cambio de régimen y no su causa”.
Apelar a una intervención militar pondría en riesgo el apoyo interno de sectores chavistas o «ni-ni» a Juan Guaidó, advierte la analista.
“En un cierto sentido, la violencia de ayer favorece la postura de la oposición, pero ahora aparecen los riesgos: que la coalición que le apoya se divida en torno a una intervención militar y esto trae consecuencias para el apoyo interno a Guaidó de parte de sectores que no se definen como de oposición”, sostiene.
Sobre el reconocimiento de más de 100 funcionarios activos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) a Guaidó, Capriles respondió: “Es prematuro juzgar si la estrategia de provocar una ruptura dentro de la Fanb debe darse por fallida. Ese es un proceso que puede seguir su curso subterráneamente, pero que por lo visto ayer no ocurrirá como un pronunciamiento masivo. Mientras continúe el ‘goteo’ el régimen podrá seguir manejándolo, hasta cierto punto”.
“La conclusión general es que este 23 de febrero se produjo una resistencia a la ofensiva de la oposición, la cual necesita ahora reconsiderar su estrategia en términos de opciones más duras que le devuelvan la ofensiva. Más duras no significa necesariamente ejecutar acciones militares pero sí recuperar la ofensiva tanto diplomática como discursiva”, argumenta.
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