violencia machista

Algo pasa con los hombres. Me refiero a ellos cómo género sexual, a como hemos aprendido a comportarnos de acuerdo a nuestro sexo.  Por supuesto, no todos nos comportamos igual, pero hay algo que está muy generalizado entre nosotros; tiene que ver con la forma de expresarnos, sobre todo a nivel público y paradójicamente, algo que pareciera tan masculino, la adquisición de compromisos.

En algún momento escribí sobre algo que pareciera ser trivial, la dificultad de muchos hombres a bailar en un sitio público por temor al ridículo.  Pero resulta que eso no es una tontería es parte de la problemática que los hombres enfrentamos con nosotros mismos y las mujeres. Algunas quisieran hacerlo con una pareja hombre. Simplemente.  Y no pueden porque muchos hombres no quieren, no pueden.

Pero ahora traigo el tema a colación porque si alguien tiene que parar la violencia machista somos los hombres.  Mientras hayan hombres machistas, ergo, violentos, las mujeres estarán amenazadas.  Los machistas son un peligro para ellas, para los mismos hombres, para la especie humana.

La reflexión viene, en parte, por una experiencia personal. Uno asume que los amigos se parecen a uno, que hay comunión de intereses, que somos como el mismo tipo de gente, digamos.  No tengo duda de que así son los míos y los de cada quien.   Sin embargo, hay algo que me tiene pensando no solo por mis amigos sino por los millones de congéneres desconocidos.

Cada vez que escribo sobre asuntos de género, eso que tiene que ver con el comportamiento de cada quien, hombre o mujer según su sexo y cada sociedad genera y exige, me surge una duda: comparto esto con fulano?, zutano?, perencejo?, será esto tema de su interés?  Y con muy alta frecuencia, llego a la conclusión -prejuiciada- de que no.  Distinto es con mis amigas, con ellas voy seguro.

Esto es muy malo por mis prejuicios acerca de la masculinidad pero es peor por los resultados. Cuando leo las reacciones por FB, los comentarios,  los retweets, los “me gusta”, son muy pocos, poquísimos, de varones.  Honradas excepciones.  Si eso pasa con mis amigos, ¡cómo será con los que no lo son!   Y no es que esos temas no sean de su interés, claro que lo son, estoy seguro de ello, pero no lo manifiestan.  No se atreven a decir, a comprometerse.  Algo se los impide.

Ese algo es la educación castrante que recibimos. Hombre que se respete, debe ser reprimido, controlado en cuanto a expresión de emociones, de lo que pudiera poner en duda su hombría. Mejor no decir ni pío.

Y eso que cuando escribo sobre violencia machista, sobre cuestiones de género no es precisamente emocional, es más cognitivo, reflexivo pero, en todo caso, pareciera, que para muchísimos hombres, lo que tenga que ver con emotividades, con género, que suena a femenino, mejor callarse.

Y esto no es un reclamo a mis amigos, para nada. Al contrario, entre ellos hay muchos que me llenan de orgullo por eso mismo, por su capacidad expresiva, por su compromiso por nuevas formas de masculinidad, no machistas, no castrantes.  Mi preocupación va más por mis desconocidos que son millones.

En esos millones de desconocidos hay quienes, a cuenta de hombres, desprecian, ofenden, ridiculizan, acosan, humillan, insultan, golpean, violan, matan a mujeres en la creencia, a veces no consciente, de que por ser mujeres son despreciables o solo apreciables en cuanto le sirvan ya sea como esposa abnegada, empleada atenta, amiga simpática, puta complaciente.  Lo que sea pero que le sirvan para resolver sus necesidades y , a veces, saciar sus instintos.

Fueron hombres jóvenes

Esto pareciera un discurso para hombres de otras épocas pero, lamentablemente, no es así.  En la mayoría de casos de violencia machista, los victimarios, suelen ser jóvenes.  Eso es muy preocupante porque a pesar de los tiempos que llaman modernos, de la liberación femenina, de las nuevas formas de masculinidad, de la salida gay, del sexo libre y consensuado, los viejos patrones machistas perduran y no es porque sea genético sino que la sociedad es muy férrea, admite pocas disidencias.  Sobre todo en patrones sexuales.  Lo sexual asusta.

A Mayell,  Ángela,  Ailin, Fabiola, póngale el nombre posible, las mataron hombre jóvenes.  La violencia en el noviazgo también se da.  Y es que la violencia machista no tiene edad, no sabe de etapas, mucho menos de respeto, confunde amor con odio, mujer con animal.  Esto pasa en todos los países.  No es problema de subdesarrollo, es casi estructural, societario y tenemos que cambiarlo.

Ya lo decía: si los hombres no la paramos, la violencia contra las mujeres no parará.  Mi preocupación por “likes”  y el compartir los textos sobre esta materia, aumenta cuando ante la noticia de los dos últimos crímenes de mujeres en Venezuela, un hombre comenta: “Eso es lo que está de moda. Jajaja”.

Esa pedestre conclusión y carcajada debe retumbar en nuestras conciencias.  “Me  avergüenza”, como honrosamente comentó un querido amigo, cuando leyó el texto sobre el crimen de Ángela, la que contaba 16 años.

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