FMI pronostica caída del PIB venezolano en 25 % este 2020
FMI pronostica caída del PIB venezolano en 25 % este 2020 (Foto: Efe)

¿Y ahora qué? Esa es la pregunta que a muchos inquieta. Su respuesta, involucra tantas variables como ámbitos políticos, económicos, sociales o culturales, configuran las realidades. Sobre todo, a consecuencia del nuevo año que, de facto, ha consumado su debut.

Es un problema acogido bajo el concepto de “incertidumbre”. Ante la pregunta ¿y ahora qué?, se alza la incertidumbre. Su condición etimológica implica el desconocimiento que se tiene sobre el futuro que se abalanza en lo que viene de un nuevo trazo de tiempo.

En lo específico, no es posible conocer la probabilidad de ocurrencias de eventos en el tiempo inmediato o siguiente. Aunque pudieran esbozarse conjeturas. Pero sin que las mismas comprometan la previsibilidad exacta de los hechos a ocurrir.

La teoría de planificación, intenta resolver esos problemas. Sin embargo, aclara que deben distinguirse problemas bien estructurados, de problemas no bien estructurados. Luego de superar tal diferencia, propone algunas soluciones. Siempre desde distintas perspectivas situacionales, ya que lo contrario sería caer en el timado oficio de “pronosticador de coyunturas”.

Lidiar con la incertidumbre aunque esté mal definida, es lo que más puede acercar una conjetura a una postura algo próxima a una realidad posible. Aún así, es un atrevimiento que podría resultar oneroso. O ser costoso en todo sentido. Sin embargo, la política no escarmienta ni tampoco escatima esfuerzos al momento de apostar a responder preguntas como la que esta disertación busca analizar. ¿Y ahora qué?

La política es tan osada, que se lanza a una carrera para convencer a quienes se prestan a caer en su juego. Y lo hace con el mayor descaro que las circunstancias permiten. Sin medir consecuencia alguna. Más aún, con una actitud presumida. Sin sentido de la desvergüenza ante la pretensión asumida. Quizás, fue la razón que llevó al actor estadounidense metido en política, para decir que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar luego los remedios más equivocados”.

¿Y ahora qué? Es la pregunta que muchos venezolanos, a sabiendas de las amenazas, peligros y problemas en ciernes, se hacen. Sin que nadie pueda responderla. Sin embargo, nadie duda de que la política es atrevida. Más, cuando a decir del léxico ordinario, la desinformación es el mejor caldo de cultivo para fecundar realidades. O sea, preñarlas de presunciones, exageraciones o tribulaciones que se acojan a cualquier desparpajo emitido. Tal vez, para sopesar, calibrar o pulsar el ambiente político imperante. Y así, sembrar la trampa calculada. Incluso, tantear la ingenuidad de ilusos prosélitos.

Lo arriba referido, no es óbice para suponer que, en efecto, la vida política, social y económica en Venezuela, no será igual. Podría menguar más aún. O arreciar. O como pregona el saber popular: “Todo depende del color cristal con que se mire”.

En todo caso, no es inmoderado decir que la Consulta Popular, entendida como “medio de protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía (…)” abrió un compás de deducciones con una fuerza narrativa capaz de despejar caminos conducentes a forjar decisiones fundamentales en lo que concierne al ordenamiento jurídico nacional.

Respecto de lo que es posible inferir, luce indiscutible negarle importancia al hecho cuantitativo que significó tan reconocido acaecimiento político. También de condición jurídica, dado el carácter vinculante que la Constitución le otorga. Numéricamente, dicho evento superó las expectativas. Asimismo, hizo ver el calado de la sociedad democrática que impugna la actual situación político-económica que tiene atascado el desarrollo nacional. En todas sus manifestaciones.

Otra lectura que de la referida Consulta pudiera hacerse, parte de un análisis comparativo estructurado con base en lo que aconteció el 6-D. La diferencia es abismal lo cual permite inferir que, ni siquiera a pesar del fraude bajo el cual se organizó tan írrito proceso eleccionario, aquellos resultados evidencian lo que luego el régimen cantó. O sea, una victoria que, aunque apunta a apoderarse del Parlamento (con la asistencia de la violencia militar-policial y de furibundos armados), no podrá hablar en nombre de la soberanía popular. Tampoco legitimar ni su origen, ni su desempeño.

Otra visión del evento que dio como resultado la Consulta Popular, tiene carácter cualitativo. Pues no podría obviarse el esfuerzo de una población lastimada por la coerción de un régimen infame en todas sus versiones. Igualmente, dividida por pasiones políticas alentadas por la saña del régimen. Este, siempre pendiente de fracturar la unidad de la oposición. Hasta que lo consiguió detonando dignidades y principios a punta de arreglos de toda calaña y cuantía.

Más aún, el hecho de haber elevado la voluntad comicial y de consciencia democrática del venezolano mediante la motivación que logró armar el gobierno norteamericano, avivó expectativas y actitudes que determinaron los resultados que derivaron de la Consulta Popular.

Y aunque en el fondo de la pregunta: ¿y ahora qué? rondan las secuelas de la incertidumbre, el desconocimiento de situaciones conexas o de información veraz, no dejará de inquietar. Particularmente, a venezolanos que mantengan, entre sus prioridades, el propósito de prestar la posible colaboración a la tarea de hacer que Venezuela recupere la democracia sobre la que escribe la teoría política. Tanto como del país con el cual sueñan tantos venezolanos que bien merecen vivir bajo las libertades por las que precursores y libertadores, lucharon y regaron su sangre.

Aún así, ante la falta de certidumbre sobre las realidades próximas, o de un conocimiento cierto en torno a los tiempos que pesan en el futuro inmediato de Venezuela, siempre seguirá deambulando la interrogante: ¿y ahora qué?

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