A decir por las realidades que insumen a Venezuela, la situación nacional se volvió un enorme enredo. Confusiones por doquier que hacen parecer al país cual borroso mapa. Es posible que así haya sucedido porque el país pareciera ser una eterna cuenta regresiva. Que además, estuviera iniciándose muy seguido. Especialmente, cada vez que algún diagnóstico o compromiso balbuceado por el terror de cuantas sacudidas asustan en política o economía, es pronunciado o publicado.
Por todas partes, se oyen rumores que exaltan o apagan los ánimos. Todo luce como un desquiciado juego de azar donde gana quien mejor se atreva a perder. O a ser víctima de cualquier humillación que atropelle la dignidad y acuse a la razón de “chapucera”.
El país pareciera haber desaparecido. No se encuentra el país que una vez se jactó de ser pionero en indicadores que hablaran de democracia y desarrollo económico. A pesar de los problemas que lo sucumbían por entre las rendijas por donde, a menudo, se filtraban conflictos sociales y culturales.
Sin embargo, las inquietudes siguen contagiándose de esperanzas. Sobre todo, de aquellas que surgen como el rocío de cada mañana. De manera que el país no ha dejado de estar cundido de preguntas montadas sobre el tablón del optimismo.
Preguntas que esbozan algunos trazos que han de marcar el comportamiento de la economía. Pero no de la economía que ha dejado bambolearse por la improvisación y el usufructo ajeno. Aunque la teoría económica se atreva a defender las incontinencias del mercado. A pesar de que unas cuantas empresas han comenzado a bailar al ritmo del bullicio que marca el régimen a manera de furibunda coacción. Aunque los errores que tan presumida economía comete, yerran como los de cualquier otro. Más, si esa economía permite ser coloreada por la paleta de la que se vale el régimen para pintarrajear la realidad que sus intereses ordenan.
De entrada, debe reconocerse que no es fácil esgrimir inferencias que acompasen escenarios próximos. Se trata de rivalizar con la incertidumbre la cual es como “un hueso duro de roer”.
Nunca será posible recrear un pronóstico con datos que afloren de un análisis de escenarios. Aún cuando presuman de vaticinar el futuro. Por bien estructurado que pueda estar el problema en curso, eso no garantiza superar los embates que circundan la incertidumbre.
Sólo resta idear escenarios que puedan cercar los límites que establecen algunas variables críticas. Así será algo plausible, estructurar alguna respuesta en torno a lo que pueda servir de aporte a alguna palabra que serene el sosiego que demanda una discusión sobre el comportamiento de la economía y de la política nacional en los próximas tiempos.
De entrada, debe tenerse en cuenta que la economía, aunque sustentada en la matemática, no es rigurosa. Más aún, la política. Así que ante un problema en particular, la economía al igual que la política, asoman un abanico de respuestas. Y sus interpretaciones, han de supeditarse al enfoque dialéctico que mejor se ajuste a la continencia del problema en cuestión.
Esta explicación evidencia que la respuesta que pudiera derivarse de la pregunta trazada sobre cómo podría perfilarse el comportamiento de la economía y de la política en el tiempo que resta de 2021, podría tener tantas lecturas como los supuestos que la incertidumbre puede configurar.
- En principio, luce inevitable la incidencia de la desigualdad como factor diferenciador entre las clases sociales todavía existentes. En el acaecimiento de tan reiterativa situación, se agudizarán conflictos que seguirán clamando por una democracia política y económica que se pronuncie a dicho respecto. En contrario, las demandas ahondarán la grosera brecha que ha venido corriéndose entre salarios con base en bolívares deflactados y dólares potenciados por la indexación que apalea la economía nacional. Así como entre una oposición democrática de firme asidero, y un régimen opresor y usurpador.
- La geopolítica del terrorismo incitada sobre intereses y negociaciones manejadas por mafias organizadas desde peligrosos conciliábulos, acentuarán sus rivalidades de poder. En consecuencia, este género de problemas será elemento potenciador de más crisis que verán en la pobreza, tanto como en las deficiencias de servicios públicos, en la injusta y discordante distribución del presupuesto nacional, o en la crisis humanitaria que padece la región, fuentes de motivación suficientes para convertir las calles foros de odio, rencor y más terror.
- La desnivelada correlación que se da entre las fuerzas políticas integrantes de la coalición sobre la cual el régimen busca enmendar las equivocaciones de gestión gubernamental cometidas y muchas instituidas, seguirá causando un terrible daño al devenir nacional. Por esta razón, es posible que los múltiples problemas que han venido agudizándose en el plano nacional, se agraven toda vez que las apetencias de individuos y facciones de poder sigan disponiendo de espacios para el ejercicio político de postulados mediocres.
- La apatía marcada por una gestión política indolente, a la cual se suma la contemplación y resignación de venezolanos indiferentes, seguirá siendo el terreno sobre el cual continuará pretendiéndose solucionar conflictos. Pero sin argumentos cargados de la fuerza necesaria para enfrentar al régimen. La lucha por la recuperación de las libertades, será de nuevo un tema baladí que captará la atención de quienes mayormente han demostrado su preocupación por el estancamiento del país. A estos, habrá que sumar la constancia de valientes organizaciones no gubernamentales y ciertos ámbitos del periodismo libre.
- Mientras el régimen siga incrustado en el poder, muchas dificultades igualmente estarán enquistadas. Indistintamente de las causas que las inducen. Porque el problema es estructural. dado que el régimen ha sabido arraigarse apoyado en la genuflexión del militarismo. Y ahora, con la injerencia de factores terroristas y políticos extranjeros.
Ojalá el presente análisis no suscriba ningún escenario que se preste a rendirse ante la posibilidad de que la crisis política, tanto como la crisis económica, sigan pronunciándose. Sobre todo, en la medida que fuerzas ocultas y manifiestas compliquen aún más la situación crítica expuesta.
Y aunque la esperanza provee de fuerzas al ser humano, es más provechoso actuar acorde con los designios de la justicia. Más, porque es su bastión. Y en él, radica la dignidad que empodera la razón y fundamenta la verdad. Así que no vale ningún pretexto o excusa para seguir esperando por una respuesta que no termina de aparecer. Y si aparece, en medio de la confusión que domina las realidades, podría ser ¿una respuesta aventurada?
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