El “gender mainstreaming” o “mainstreaming de género” es un enfoque utilizado formalmente por el sistema de Naciones Unidas desde la conferencia mundial de la mujer de 1995. El concepto suele ser traducido como “transversalidad de género”, pero para muchos autores aún no consigue un equivalente que reúna todos los elementos que involucra el planteamiento. Puede ser entendido como una evolución en el abordaje de los reclamos feministas en las estrategias de desarrollo que, desde los años 70 del siglo pasado, pasaron por la igualdad de trato, la igualdad de oportunidades y la acción positiva hasta llegar al gender mainstreaming.

Supone una revisión de todo lo revisable en todos los ámbitos de actuación posible, de tal modo que se supere la especialización de la acción por la mujer y se integre la necesidad de evaluar y considerar el género como factor crítico de desarrollo distinguido en todo lo que se hace y todos lo que lo hacen.

Sus resultados aún no han sido suficientemente evaluados (al menos en América Latina) y algunos ya han criticado que esa integración puede facilitar la dilución de responsabilidades y el poder transformador de los enfoques previos.

Yo creo que quienes estamos luchando por posicionar en las agendas el tema del género en el desarrollo tenemos en este enfoque una estrategia valiosa que deriva en un avance muy importante, sobre todo ante políticos varones, que siguen viendo esta problemática con mucha confusión, aprovechando que ellos suelen respetar el sistema ONU. Si me refiero solo a la Conferencia de la Mujer creo que se refuerza la idea de “la reunión de las locas”.

La transversalización a la que deberíamos aspirar incluye a hombres discutiendo entre ellos estos asuntos y reeditando nuestras conversaciones desde su propia visión, a pesar de las dificultades para ahondar críticamente en los aspectos que a nosotras nos resulta mucho más fácil identificar. Quizás Marta Lamas en su reciente y tan criticado foro realizado en la Universidad Autónoma de México para discutir feminismo con un panel 100% hombres, buscaba lograr algo de esto.

Siempre he creído que, manteniendo todo el espíritu crítico y alimentando todas las opciones creativas posibles, se logra más desde dentro del sistema. Pero además pienso que la transversalización de géneros no niega opciones revolucionarias, simplemente asigna la responsabilidad de su consideración a personas e instituciones que, por primera vez, tendrán algo más que una versión “protegida” de sí mismas.

A veces creo que el principal problema del revolucionario (y todas lo hemos sido en alguna medida) consiste en acomodarse desde la crítica externa y, al mismo tiempo, promueve el acomodamiento del “conservador” que vive regulando el sistema y desconsidera la propuesta revolucionaria precisamente por ser externa.

Es así que encuentro que, en mi localidad, en mi región, en mi país, hay partidos políticos manejando los temas de género desde el enfoque “dar participación a la mujer” y se creen modernísimos por ello. Me refiero a los partidos por los que yo votaría, ni siquiera estoy haciendo la simple crítica del gobierno chavista-madurista (que ha hecho una mescolanza de símbolos feministas partisano-guevaristas con las prácticas más patriarcales, militaristas y desfemeneizadas de poder).

Creo que dando un paso atrás en términos metodológicos para recuperar las prácticas de los 80 y 90s en términos de entrenamiento, a varones y mujeres, para sensibilización y capacitación, podemos avanzar rápidamente a conversar con candidatos (aún abrumadora mayoría) y candidatas (a veces machistas y patriarcalistas) hacia la incorporación de una visión con perspectiva de género en sus programas de gobierno.

Por último, comentaría que muchos de los que estamos activamente movilizados en redes feministas creo que, intuitivamente quizá, estamos aplicando esta metodología. He participado en foros en los que surgen planteamientos poco tradicionales sobre el foco de atención de nuestros esfuerzos, para superar aquello de la violencia doméstica, el techo de cristal o las cuotas parlamentarias y de gobierno.

Cada día es más frecuente reclamar sin tapujos la participación científica de mujeres en los foros más típicos de hombres (economía, ingeniería civil, gestión de desastres, rescatismo, seguridad…) y no lo pongo como ejemplo neto de transversalidad, lo pongo como señal anunciadora, porque en la medida en que estemos más cerca, como fuentes de emisión, estaremos más cerca de modelos integradores, en los que la discriminación un día sea la excepción y no la norma.

Pero la aplicación de mainstreaming de géneros en Venezuela en términos de política pública, parece mínima o simbólica. Por ello, todo pareciera ganancia al extender este enfoque.

Foto: Archivo.

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