caminar en círculos o la transición

Hace casi cinco años, el sector opositor pudo construir un espíritu inédito que generó una victoria electoral histórica inimaginable. De ese espíritu queda muy poco, pese a que gracias a los resultados de ese hermoso espíritu, hoy la comunidad internacional se toma la molestia de darnos un tiempo de su agenda para prestar orejas porque nos ganamos un micrófono en un espacio democrático ante tanta adversidad.

Han pasado muchas lunas desde entonces, y aquel entusiasmo jubiloso se esfumó. Ciertamente, hoy es complejo derribar ese razonamiento legítimo –y también muy lógico– que nos dice: “Paisano(a), ¿cómo Ud. va a votar con un árbitro tarifado, con reglas amañadas, sin posibilidad de elegir un candidato de su partido preferido, sin condiciones electorales justas e imparciales y sin garantías postelectorales?” Ante esa reflexión no queda mucho ánimo de oponerse.

Sin embargo, cuando contrastamos nuestra situación (que no es única e incomparable, por cierto) e intentamos argumentar basados en la evidencia y en el rigor empírico, encontramos otras conclusiones. Así pues, cualquier revisión que Ud. haga de la literatura en temas relacionados a la transición y democracia, le llevará a la conclusión de que la presión externa no es factor decisivo para lograr las caídas de los regímenes autoritarios. Todavía más, se percatará de que los regímenes autoritarios no nos ofrecerán jamás condiciones electorales transparentes y competitivas, pues, reconocen que hay un riesgo excesivo para su supervivencia. 

De igual forma, encontrará diversos estudios que terminan demostrando que la capacidad de organización, la articulación de las fuerzas y el voto son las herramientas fundamentales para resolver los conflictos y transitar a la democracia. Y, por último, también se chocará con otro hecho irrebatible: quedarse de brazos cruzados ante eventos electorales como forma de protesta o sentarse con los dedos cruzados deseando la intervención extranjera –definitivamente–, no han servido para disparar los cambios. 

En el mismo sentido, el profesor John Magdaleno (que ha estudiado en los últimos cuatros años intensamente los procesos de transición a la democracia) encontró que, de 102 casos revisados respecto a transiciones efectivas a la democracia, 83 de ellos se alcanzó debido a factores internos. Además, 23 fueron posibles como resultado de quiebres o colapsos de la coalición dominante, 60 por medio de pactos o negociaciones y 19 por intervención extranjera (aunque 11 producto de pactos y 8 por colapsos).

Ante estas conclusiones, bien cabría preguntarse: ¿por qué nos resistimos a la evidencia comparada y seguimos caminando en círculos? ¿por qué no usamos esa energía cinética dormida para emprender las acciones que produzcan el cambio? 

Indudablemente, los regímenes autoritarios se sostienen de nuestra desmovilización, desestímulo o desincentivo a la participación en sus diferentes ámbitos de la vida nacional. Su estrategia es clara: harán lo que sea por disuadir el involucramiento o actuación política de la ciudadanía e imposibilitar que se exprese de alguna forma u otra.

Por lo tanto, nuestra estrategia debe hilvanar fuerzas que contrarresten la del adversario. En otras palabras, la reacción debe ser la acumulación de fuerzas, la coordinación de estas, la movilización masiva social permanente, la unificación de la estrategia, la participación electoral para debilitarlos progresivamente y, finalmente, articular propuestas que le resten apoyos a los autoritarios. De este modo, podríamos pensar que la materialización de la mayoría política puede ser un hecho. En caso contrario, no cambiará nuestra realidad actual.

Para terminar, les dejo un ejemplo que nos permite dimensionar los sacrificios que debemos asumir para empezar una transición exitosa a la democracia y dejar de caminar en círculos:

a) El primero, lo muestra la oposición nicaragüense, cuando tuvieron que aceptar que el hermano de su contendor Daniel Ortega (Humberto Ortega) siguiera siendo Ministro de Defensa del gobierno de transición a la democracia liderado por Violeta Chamorro.

b) El segundo, lo explica muy bien la Concertación chilena, cuando cedieron ante la condición propuesta por Augusto Pinochet para que siguiera siendo el Comandante en Jefe del Ejército, pese a su derrota electoral. 

Créanme, sin estas concesiones, quizás nunca se hubiese producido el quiebre de esos autoritarismos y aún estarían sopesando falsos dilemas y deseos ilusorios.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Días antes, nadie sabe nada

</div>