Antes, cuando cada lado contaba con caudales importantes de votos, nadie se preocupó por fortalecer las instituciones, por crear mecanismos que hicieran medianamente vivible la crisis en ciernes: económica, política y social; mucho menos se desarrollaron estrategias para comprometer a la gente común en un proyecto, en una narrativa que los involucrara como personas dignas. Fue más fácil el clientelismo, y había dinero.
Jamás se estructuraron formas de trabajar en unidad, ni siquiera por el más elemental interés de preservar al país para contar con espacios de acceso al poder, para administrar los recursos públicos, para coadyuvar en la materialización del plan de vida digno y en el sostenimiento del equilibrio necesario entre ejercicio del poder y de la vida ciudadana. Esto no lo hizo el gobierno de Chávez y mucho menos lo ejecutó Maduro. Todo lo contrario, la crisis que ya existía se elevó a niveles impensables. Pero tampoco lo quisieron hacer los pocos o muchos gobiernos locales de oposición; tampoco ellos supieron mirar y evaluar la importancia de crear una experiencia que evocara en el venezolano la posibilidad de saltar la trampa de la destructiva revolución iniciada por Hugo Chávez. Nuestros políticos de oposición fueron mezquinos para ensayar alguna experiencia de trabajo en conjunto que creara, cuando menos, la fantasía de que trabajando unidos tendríamos motivos para pelear ante el escenario que se avecinaba.
Los gobernadores y alcaldes de oposición que tomaron sus cargos levantaron vallas eléctricas para no dejar entrar sino a los puros de sus cofradías. Se quedaron solos, medio gobernando la crisis pero sin proponer materialmente resultados que apalancaran a esas gestiones y nos mostraran a escala lo que podían hacer con el país entero.
Parece que la unidad ha estado sostenida sólo en lo electoral, por eso en este momento vital de la política venezolana nuestros candidatos de siempre y los nuevos que se asoman lucen tan aturdidos. Precisamente porque lo electoral no es lo único que está en juego. El gobierno, que también reacciona a lo que las elecciones le dicen, apretó su acción autoritaria -que el chavecismo había logrado disfrazar a fuerza de elecciones que ganaba- luego de la derrota que se le propinó en las parlamentarias de 2015. En esa acción negativa se embarcó el ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia y escamoteó la mayoría calificada parlamentaria que ponía a temblar a Maduro por todo lo que implicaba tener que soportar el control parlamentario que constitucionalmente somete al Ejecutivo nacional. Ahí no nació el ventajismo sostenido por el servilismo de las damas del Consejo Nacional Electoral pero a partir de entonces ha sido complejo sostener al voto como herramienta fundamental de la democracia en nuestro país.
Justamente, como ahora las reglas del autoritarismo son innegables, se hace preciso evaluar algo más que la “oferta electoral”. La crisis real le concierne a todo el país. El hambre y la muerte no son consignas huecas de una oposición perdida, son el clamor de todo un país que incluso alcanza a los miles que se fueron y lamentan la suerte de sus afectos en este lado. Ya no basta contar con los votos, al país hay que hablarle con verdades y con toda la sensibilidad que el momento demanda. No se pelea con un gobierno democrático, nos enfrentamos con un monstruo corrupto y herido que ni siquiera con la política pública de la dádiva podrá calmar el hambre de todo un país que quiere comer, vivir, trabajar dignamente, tener a sus hijos cerca, a los abuelos atendidos, a los enfermos con esperanza de mejorar.
Necesario es juntar los bríos, achicar los egos, acabar con los héroes. En este día se sugiere tomar la acción femenina de Penélope: hay que tejer y destejer, tejer y destejer. Nada está definitivamente dicho, ni nada es absolutamente puro. En medio de este caos hay que tener la fuerza, la unión y la creatividad para resolver: tejer y destejer. La misma energía femenina, la de las madres que intuyen lo necesario para recoger a sus hijos, y hacerles tragar el jarabe amargo que los saque de la enfermedad.
Lo electoral es importante pero no es todo. El dilema no es simplemente votar o no votar, qué se hace antes, durante y después del voto, qué se hace con el país, son preguntas que nos corresponden a todos los que apostamos por salidas sin sangre y muerte. Y me atrevo a decir que todas las respuestas son en plural y en unidad. Ninguna le concierne a una sola parte del país.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autoras.
La seducción del mal es sutil, se cuela por las fisuras menos pensadas, se viste de normalidad, está en los grandes dispositivos de control, sin quedarse en ellos, los atraviesa hasta penetrarlos, tomando el control de las redes que lo sustentan. Pienso en la universidad y los universitarios. La primera muestra de la fascinación por […]
La era de Nicolás Maduro está celebrando 10 años de su inauguración. En aquel momento, muchos pronosticaban que su período de gobierno no superaría más de un mandato (otros decidían que meses o un referéndum revocatorio le pondría punto final). A la luz de los hechos, claramente eso no ocurrió. Para evaluar situaciones, no hay […]
¿Qué decir de la educación? Entrado el siglo XXI, luego de haber trascendido sobre coyunturas, escisiones y roturas de toda índole, género y carácter, no es mucho lo que podría decirse. Aunque pudiera intentarse desde la perspectiva de la complejidad o desde los enfoques de la «transdisciplinariedad» de la incertidumbre histórica y hasta de la […]
El agua que bebemos probablemente llegó a la Tierra primitiva a bordo de los meteoritos y no de los pequeños fragmentos de planetas que fueron destruidos. La Tierra y los otros planetas interiores de nuestro Sistema Solar se formaron demasiado cerca del Sol para que se mantuvieran estables los elementos que componen el agua. Nuestro […]
Antes, cuando cada lado contaba con caudales importantes de votos, nadie se preocupó por fortalecer las instituciones, por crear mecanismos que hicieran medianamente vivible la crisis en ciernes: económica, política y social; mucho menos se desarrollaron estrategias para comprometer a la gente común en un proyecto, en una narrativa que los involucrara como personas dignas. Fue más fácil el clientelismo, y había dinero.
Jamás se estructuraron formas de trabajar en unidad, ni siquiera por el más elemental interés de preservar al país para contar con espacios de acceso al poder, para administrar los recursos públicos, para coadyuvar en la materialización del plan de vida digno y en el sostenimiento del equilibrio necesario entre ejercicio del poder y de la vida ciudadana. Esto no lo hizo el gobierno de Chávez y mucho menos lo ejecutó Maduro. Todo lo contrario, la crisis que ya existía se elevó a niveles impensables. Pero tampoco lo quisieron hacer los pocos o muchos gobiernos locales de oposición; tampoco ellos supieron mirar y evaluar la importancia de crear una experiencia que evocara en el venezolano la posibilidad de saltar la trampa de la destructiva revolución iniciada por Hugo Chávez. Nuestros políticos de oposición fueron mezquinos para ensayar alguna experiencia de trabajo en conjunto que creara, cuando menos, la fantasía de que trabajando unidos tendríamos motivos para pelear ante el escenario que se avecinaba.
Los gobernadores y alcaldes de oposición que tomaron sus cargos levantaron vallas eléctricas para no dejar entrar sino a los puros de sus cofradías. Se quedaron solos, medio gobernando la crisis pero sin proponer materialmente resultados que apalancaran a esas gestiones y nos mostraran a escala lo que podían hacer con el país entero.
Parece que la unidad ha estado sostenida sólo en lo electoral, por eso en este momento vital de la política venezolana nuestros candidatos de siempre y los nuevos que se asoman lucen tan aturdidos. Precisamente porque lo electoral no es lo único que está en juego. El gobierno, que también reacciona a lo que las elecciones le dicen, apretó su acción autoritaria -que el chavecismo había logrado disfrazar a fuerza de elecciones que ganaba- luego de la derrota que se le propinó en las parlamentarias de 2015. En esa acción negativa se embarcó el ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia y escamoteó la mayoría calificada parlamentaria que ponía a temblar a Maduro por todo lo que implicaba tener que soportar el control parlamentario que constitucionalmente somete al Ejecutivo nacional. Ahí no nació el ventajismo sostenido por el servilismo de las damas del Consejo Nacional Electoral pero a partir de entonces ha sido complejo sostener al voto como herramienta fundamental de la democracia en nuestro país.
Justamente, como ahora las reglas del autoritarismo son innegables, se hace preciso evaluar algo más que la “oferta electoral”. La crisis real le concierne a todo el país. El hambre y la muerte no son consignas huecas de una oposición perdida, son el clamor de todo un país que incluso alcanza a los miles que se fueron y lamentan la suerte de sus afectos en este lado. Ya no basta contar con los votos, al país hay que hablarle con verdades y con toda la sensibilidad que el momento demanda. No se pelea con un gobierno democrático, nos enfrentamos con un monstruo corrupto y herido que ni siquiera con la política pública de la dádiva podrá calmar el hambre de todo un país que quiere comer, vivir, trabajar dignamente, tener a sus hijos cerca, a los abuelos atendidos, a los enfermos con esperanza de mejorar.
Necesario es juntar los bríos, achicar los egos, acabar con los héroes. En este día se sugiere tomar la acción femenina de Penélope: hay que tejer y destejer, tejer y destejer. Nada está definitivamente dicho, ni nada es absolutamente puro. En medio de este caos hay que tener la fuerza, la unión y la creatividad para resolver: tejer y destejer. La misma energía femenina, la de las madres que intuyen lo necesario para recoger a sus hijos, y hacerles tragar el jarabe amargo que los saque de la enfermedad.
Lo electoral es importante pero no es todo. El dilema no es simplemente votar o no votar, qué se hace antes, durante y después del voto, qué se hace con el país, son preguntas que nos corresponden a todos los que apostamos por salidas sin sangre y muerte. Y me atrevo a decir que todas las respuestas son en plural y en unidad. Ninguna le concierne a una sola parte del país.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autoras.