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Quizás le ha ocurrido antes. De vez en cuando, revisa la nevera, examina las etiquetas de los artículos y desecha cualquier producto que tenga un mes, una semana o tal vez unos días vencidos. Puede que se detenga a oler la mermelada o el paquete de parmesano rallado que habían “caducado”, y lo que ocurre seguidamente es automático: ¡va a la basura!

Estas etiquetas estampadas en las tapas o en la parte inferior de los recipientes, con las fechas de caducidad de los alimentos indican que la degradación o el mal estado de la comida están a la vuelta de la esquina. Sin embargo, un vistazo más cuidadoso de estas etiquetas revela que tienen mucho más que ver con el aspecto y el sabor de los alimentos, que con el hecho de que estén o no en mal estado.

Para evitar los peligros ocultos de los alimentos se suele comprobar las fechas de vencimiento en los envases, impreso con una variedad de frases como: “mejor antes de”, “usar antes de”, “mejor si se usa antes”, “frescura garantizada hasta” e incluso una etiqueta “manténgase congelado antes de”. En términos generales, estas fechas se refieren a cuando el fabricante cree que los productos tendrán el máximo sabor, frescura y calidad. Sin embargo, se requiere de un sistema de datación de productos basado en la ciencia, que podría hacer más fácil diferenciar entre los alimentos que se pueden comer de manera segura respecto a aquellos que podrían ser peligrosos.

Se ha indicado que para el año 2021 los hogares venezolanos promedio gastaron el 80% de sus ingresos en alimentos. Y sorprendentemente, casi el 31% de todos los alimentos adquiridos no se consumieron. Si a esto se le añaden los precios históricamente altos de la comida, el problema de los desperdicios es aún más alarmante. Mucho se desecha, a pesar de que aun es seguro para comer.

El actual sistema de etiquetado de alimentos puede ser el culpable de gran parte del desperdicio. Se ha señalado en un reciente reporte que la confusión de los consumidores sobre los vencimientos de los productos, probablemente sea responsable de alrededor del 20% de los alimentos que se desperdician en el hogar. Esto no solo es malo para el planeta, sino que también afecta a quienes experimentan inseguridad alimentaria.

Es lógico creer que las etiquetas de vencimiento están ahí por razones de seguridad, ya que los gobiernos también hacen cumplir las normas sobre incluir información nutricional e ingredientes en las etiquetas de los alimentos. Sin embargo, las fechas en esos paquetes no están reguladas por las leyes venezolanas. Más bien, provienen de los productores de alimentos, y es posible que no se basen en la ciencia de la seguridad alimentaria. Por ejemplo, un productor de alimentos puede encuestar a los consumidores para elegir una fecha de caducidad que sea dos meses después de que se elaboró el producto, porque al 60% de los encuestados no le gustó el sabor que adquirió. Y los pequeños productores de alimentos imitan y ponen la misma fecha en su producto.

La fórmula infantil es el único producto alimenticio con una fecha de caducidad que está regulada por el gobierno y determinada científicamente. Se somete a pruebas de laboratorio de forma rutinaria para detectar contaminación. Pero la fórmula infantil también se somete a pruebas de nutrición para determinar cuánto tardan los nutrientes, en particular las proteínas, en descomponerse. Para prevenir la desnutrición en los infantes, la fecha de caducidad de una fórmula para bebés indica cuándo ésta ya no es nutritiva.

Un estudio realizado por la Universidad de Harvard recomendó la eliminación de las etiquetas dirigidas a los consumidores, evitando posibles confusiones y desperdicios. En su lugar, la investigación sugiere que los fabricantes y distribuidores utilicen fechas de “producción” o “empaquetado”, junto con fechas de “caducidad”, dirigidas a los supermercados y otros minoristas. Las fechas indicarían a los minoristas la cantidad de tiempo que un producto permanecerá con calidad en sus anaqueles.

Los estudios microbianos son un enfoque científico para el etiquetado de la fecha de vencimiento en los alimentos. En el laboratorio un estudio microbiano podría implicar dejar a los alimentos perecederos para que se echen a perder y medir la cantidad de bacterias que crecen en ellos con el tiempo. Los científicos también realizan otro tipo de estudios microbianos observando cuánto tardan en crecer hasta niveles peligrosos después de agregar intencionalmente los microbios a los alimentos, a fin de observar lo que hacen, midiendo datos sobre el crecimiento en la cantidad de bacterias con el tiempo y cuándo hay suficientes para causar la enfermedad.

Los organismos sanitarios consideran que algunos productos son “alimentos potencialmente peligrosos” si tienen características que permiten que los microbios prosperen, como la humedad y una gran cantidad de nutrientes que los hacen crecer. Estos alimentos incluyen el pollo, la leche y la pasta de tomate, todos los cuales se han relacionado con brotes graves de enfermedades transmitidas por los alimentos. Pero actualmente no hay diferencia entre el tiempo mostrado en la etiqueta de vencimiento de estos alimentos más susceptibles al crecimiento bacteriano y aquellos que emplean conservantes.

Determinar la vida útil de los alimentos con datos científicos sobre su nutrición y seguridad podría reducir drásticamente su desperdicio, ahorrando dinero en la medida que los alimentos se vuelven más caros. Pero en ausencia de un sistema uniforme de fechas de vencimiento en los alimentos, los consumidores pueden seguir confiando en sus ojos y narices, decidiendo descartar el pan con hongos, el queso verde o la bolsa de ensalada con mal olor.

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