“Me preocupa la situación país que vivimos, la desesperanza de muchos educadores, la falta de recursos para dar clases en las escuelas, la migración de muchos compañeros a otros países, los estudiantes dejados atrás”, Yajaira González, Sub-directora del Colegio Juan Pablo II, Fe y Alegría, Ojo de Agua, carretera vieja Caracas-Guaira.
Yajaira presentó este texto en la Ruta del Buen Trato, proceso de formación-acción para la promoción de la convivencia que iniciamos en Cecodap con la participación de personal docente de 25 centros educativos públicos y subsidiados ubicados en sectores populares.
Lo convocamos a comienzos de enero y confesamos la interrogante que nos invadió, si sería el momento para hacerlo, si la incertidumbre reinante lo permitiría; si con las adversidades reinantes en los centros educativos, recogidas por Yajaira en su texto, dejarían la energía para asumir un nuevo compromiso. La respuesta fue abrumadora: Las postulaciones superaron 6 veces la matricula esperada.
Recordé entonces la Pedagogía de la esperanza del educador brasileño Paulo Freire texto que escribe como una respuesta, un desarrollo de su célebre Pedagogía del oprimido. Evoca la esperanza en su nuevo trabajo como un testimonio del esfuerzo silencioso y generoso de muchos que, en todo el mundo, impiden que la esperanza muera.
Sin duda la esperanza aguardaba silenciosa en los caseríos, barrios, urbanizaciones, escuelas, colegios de nuestro país.
El sábado 16 de febrero fuimos honrados coordinando un conversatorio con los participantes del Diplomado de Gerencia Educativa y Comunitaria desarrollado por la UCAB. Escuchamos los retos de directores, subdirectores, personal docente que le pusieron “piel” a lo que significa gerenciar un centro educativo en los momentos que vive el país.
Gerencia en crisis, apuntaron, sorteando obstáculos. Gerencia de guerra, “porque lo que vivo en mi escuela son los efectos del impacto que se producen en países con conflictos bélicos”
Falta comida, agua, transporte, útiles y sin duda su efecto es devastador; pero gerenciar la esperanza es el reto fundamental en los tiempos que vivimos. El papel principal del director, maestro es mantener la capacidad de inspirar, de darle un sentido, una razón de ser, a sus estudiantes, compañeros, representantes. No se trata de desconocer la realidad y sus dificultades; pero no dejar que secuestre la capacidad de construir y avivar la esperanza con nuestras acciones.
La inmensa mayoría del país ha visto florecer la esperanza y nuestras escuelas tienen que convertirse en sus semilleros. Los maestros en sus jardineros. La educación emocional nos da alternativas para desarrollar ese proceso.
Daniel Goleman caracteriza a las personas inteligentes emocionalmente pues muestran automotivación, expresan y conocen sus emociones y reconocen y valoran las de los demás, son perseverantes a pesar de las dificultades, poseen autocontrol ante los conflictos, tienen empatía y comprensión ante las necesidades de los otros y mantienen la esperanza y el positivismo.
Nuestras escuelas tienen que ser espacios para sembrar la esperanza de que si hay “luz al final del túnel”
“Cabe destacar, que me mantengo en la escuela porque tengo fe, esperanza y amor. Porque creo en la escuela como cambio para transformar vidas. Me motiva llegar a la escuela en la mañana y recibir el saludo y cariño de los estudiantes. Me motiva, porque me gusta ser ejemplo de vida de muchos niños y niñas, y sobre todo, me apasiona el triunfo de quienes he guiado. Me motiva, porque siento que Dios me ha dotado de este maravilloso don de enseñar y de emplearlo de la mejor manera posible. También me motiva el deseo de ayudar aportar en la calidad educativa, a contribuir en mi país, y sobre todo me motiva saber que la figura del maestro es clave en el proceso educativo y en la vida de muchos niños y niñas. Asimismo, deseo ver un país libre de tanta desidia, docentes comprometidos, con nuevas convicciones, con ganas de luchar y trasformar los corazones de niños y niñas”
Como Yajaira, son muchos los educadores que a pesar de la oscuridad, de manera silenciosa y comprometida, mantienen viva la esperanza.
* * *
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores
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Yajaira presentó este texto en la Ruta del Buen Trato, proceso de formación-acción para la promoción de la convivencia que iniciamos en Cecodap con la participación de personal docente de 25 centros educativos públicos y subsidiados ubicados en sectores populares.
Lo convocamos a comienzos de enero y confesamos la interrogante que nos invadió, si sería el momento para hacerlo, si la incertidumbre reinante lo permitiría; si con las adversidades reinantes en los centros educativos, recogidas por Yajaira en su texto, dejarían la energía para asumir un nuevo compromiso. La respuesta fue abrumadora: Las postulaciones superaron 6 veces la matricula esperada.
Recordé entonces la Pedagogía de la esperanza del educador brasileño Paulo Freire texto que escribe como una respuesta, un desarrollo de su célebre Pedagogía del oprimido. Evoca la esperanza en su nuevo trabajo como un testimonio del esfuerzo silencioso y generoso de muchos que, en todo el mundo, impiden que la esperanza muera.
Sin duda la esperanza aguardaba silenciosa en los caseríos, barrios, urbanizaciones, escuelas, colegios de nuestro país.
El sábado 16 de febrero fuimos honrados coordinando un conversatorio con los participantes del Diplomado de Gerencia Educativa y Comunitaria desarrollado por la UCAB. Escuchamos los retos de directores, subdirectores, personal docente que le pusieron “piel” a lo que significa gerenciar un centro educativo en los momentos que vive el país.
Gerencia en crisis, apuntaron, sorteando obstáculos. Gerencia de guerra, “porque lo que vivo en mi escuela son los efectos del impacto que se producen en países con conflictos bélicos”
Falta comida, agua, transporte, útiles y sin duda su efecto es devastador; pero gerenciar la esperanza es el reto fundamental en los tiempos que vivimos. El papel principal del director, maestro es mantener la capacidad de inspirar, de darle un sentido, una razón de ser, a sus estudiantes, compañeros, representantes. No se trata de desconocer la realidad y sus dificultades; pero no dejar que secuestre la capacidad de construir y avivar la esperanza con nuestras acciones.
La inmensa mayoría del país ha visto florecer la esperanza y nuestras escuelas tienen que convertirse en sus semilleros. Los maestros en sus jardineros. La educación emocional nos da alternativas para desarrollar ese proceso.
Daniel Goleman caracteriza a las personas inteligentes emocionalmente pues muestran automotivación, expresan y conocen sus emociones y reconocen y valoran las de los demás, son perseverantes a pesar de las dificultades, poseen autocontrol ante los conflictos, tienen empatía y comprensión ante las necesidades de los otros y mantienen la esperanza y el positivismo.
Nuestras escuelas tienen que ser espacios para sembrar la esperanza de que si hay “luz al final del túnel”
“Cabe destacar, que me mantengo en la escuela porque tengo fe, esperanza y amor. Porque creo en la escuela como cambio para transformar vidas. Me motiva llegar a la escuela en la mañana y recibir el saludo y cariño de los estudiantes. Me motiva, porque me gusta ser ejemplo de vida de muchos niños y niñas, y sobre todo, me apasiona el triunfo de quienes he guiado. Me motiva, porque siento que Dios me ha dotado de este maravilloso don de enseñar y de emplearlo de la mejor manera posible. También me motiva el deseo de ayudar aportar en la calidad educativa, a contribuir en mi país, y sobre todo me motiva saber que la figura del maestro es clave en el proceso educativo y en la vida de muchos niños y niñas. Asimismo, deseo ver un país libre de tanta desidia, docentes comprometidos, con nuevas convicciones, con ganas de luchar y trasformar los corazones de niños y niñas”
Como Yajaira, son muchos los educadores que a pesar de la oscuridad, de manera silenciosa y comprometida, mantienen viva la esperanza.
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