OPINIÓN · 27 MAYO, 2019 05:43

Música con esquirla

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Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco

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Los mitos y leyendas se adhieren a las personas famosas, como los crustáceos al fondo de un barco. Es como si los humanos tuviéramos una necesidad innata de negar lo mundano, fantasear y perfeccionar, para mejorar una buena historia. Los narradores responsables intentan mantener las cosas en orden y dentro de los límites de la evidencia, pero es una lucha perdida: todos amamos el misterio.

Supongo que fue lo que me atrajo cuando recientemente me topé con un artículo publicado en junio de 1983 en Musical Times sobre Dmitri Shostakovich, quien parece haber llevado un pedazo de metralla alemana en su cerebro durante los últimos 34 años de vida y lo utilizó para ayudarlo a componer música. Shostakovich era uno de los compositores más influyentes del siglo XX, amado y criticado. Puede que parezca extraño que nadie hasta ahora haya mencionado tal lesión del compositor y mucho menos indicaran que una pieza de metal figuró en sus esfuerzos creativos. Pero, ¿quién de nosotros no esperaría, al menos ligeramente, que una historia tan extraña pudiera ser cierta?

Como en la mayoría de las historias, esta también se complica por el hecho de que no hay evidencia científica conocida para sustentarla. Así que tengamos cautela. En resumen, lo que sé sobre el caso, según lo informado de segunda mano en la revista por el Dr. Dajue Wang, quien describe que en la década de los cincuenta trabajó con un neurocirujano soviético, quien le contó acerca de un paciente que trató y que había sido herido por una mina durante el sitio de Leningrado en la Segunda Guerra Mundial, es lo siguiente. El fragmento de metal avanzó indiferente a todo lo que se interpusiera en su camino, abriéndose paso a través de piel, hueso y neuronas.

Según Wang, los médicos de campaña no le dieron demasiada importancia. Pensaron que la metralla había salido sola, pero estaban equivocados. La metralla seguía allí, había cruzado toda la sustancia blanca hasta el ventrículo izquierdo de Shostakovich, una de las cavidades llenas de líquido cefalorraquídeo que se extienden por las profundidades del cerebro. No existen pruebas de imágenes que confirmen esto, pero según lo narra Wang, su colega decidió comprobarlo mediante una radiografía. Allí estaba, la pieza de metal brillaba en el ventrículo izquierdo. La recomendación fue clara: Había que extraerla.

Aquí es donde la historia se pone interesante. Shostakovich, se mostró reacio a someterse a cirugía para quitarse el metal y no es de extrañar: “Dado que el fragmento había estado allí y cada vez que inclinaba la cabeza hacia un lado, podía escuchar música. Su cabeza estaba llena de melodías, cada una diferente”. La historia es extraña, pero según escribe Wang, el neurocirujano de las fuerzas armadas pidió una fluoroscopia y comprobó que, efectivamente, la esquirla se movía a través del líquido cefalorraquídeo. Estuvieron de acuerdo en que el fragmento debería dejarse donde estaba, porque “una esquirla alemana habrá servido de algo si ayuda a producir más música”.

Eso fue hace bastantes años y, sin embargo, nadie que yo sepa, había sugerido hasta ahora que Shostakovich fuera herido en Leningrado. Parece que estuvo allí en el otoño de 1941, trabajando en las brigadas de bomberos y cavando trincheras junto con otros artistas. Pero, si recibió una herida, no le impidió escribir su Sinfonía “Leningrado” (N°. 7), que completó en diciembre de ese año. Por supuesto, en un cuento tan asombroso en todos los sentidos, nada debe descartarse como imposible. El accidente cerebral puede simplemente haber inclinado a Shostakovich en nuevas y emocionantes direcciones, musicalmente hablando.

Así pues, algunos médicos y neurocientíficos comenzaron a buscar cualquier prueba que pudiera respaldar la historia, algo tan bello tenía que ser verdad. Unos cuantos profesionales comenzaron a esgrimir precedentes de pacientes con tumores en el lóbulo temporal, esa zona del cerebro que se extiende más o menos por debajo de nuestra oreja. En ciertos casos, estos pacientes habían dicho escuchar sonidos que desaparecían al extraerse el tumor. Aquello no era de extrañar, la neurociencia ya sospechaba que muchas áreas relacionadas con la audición se encontraban en el lóbulo temporal.

 

El mito de Shostakovich

Además, la revista publica el comentario de otro neurólogo, el Dr. Ronald Henson, quien expresa un profundo escepticismo sobre la historia, pero admite que el fenómeno de un cuerpo extraño móvil dentro de un ventrículo cerebral no es desconocido para los médicos. La literatura cita un caso reportado en 1970 en el Journal of Neurosurgery y señala que “ocurren alucinaciones musicales con lesiones del lóbulo temporal relacionadas con la audición”. Se sabe que Shostakovich tuvo serios problemas médicos en sus últimos años, incluida una enfermedad cardíaca y artritis, aunque se cree que murió de un derrame cerebral. El Dr. Henson dijo que un amigo suyo, “un distinguido neurólogo norteamericano” ahora fallecido, fue llamado a Moscú para consultar sobre el caso, pero no reveló nada a sus colegas sobre el historial médico de Shostakovich.

De modo que ahí tenemos todos los elementos de un misterio maravillosamente enrevesado, tan rico en matices de conspiración como el mito de Mozart y Salieri, o la historia del suicidio de Tchaikovsky. Resumiendo las más de 3000 palabras que nos separan de la cabecera del artículo: no tengo ninguna prueba de que la historia de la metralla sea cierta. Ni una sola más allá del testimonio de un médico con un admirable desdén por la confidencialidad médico paciente. Lo que estoy queriendo decir es sencillo: No sé si exista un botón de la creatividad que una esquirla metálica pueda activar. La composición musical es un proceso demasiado complejo y deslocalizado en el cerebro, como para que un solo estímulo sea capaz de evocar melodías enteras.

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Como en la mayoría de las historias, esta también se complica por el hecho de que no hay evidencia científica conocida para sustentarla. Así que tengamos cautela. En resumen, lo que sé sobre el caso, según lo informado de segunda mano en la revista por el Dr. Dajue Wang, quien describe que en la década de los cincuenta trabajó con un neurocirujano soviético, quien le contó acerca de un paciente que trató y que había sido herido por una mina durante el sitio de Leningrado en la Segunda Guerra Mundial, es lo siguiente. El fragmento de metal avanzó indiferente a todo lo que se interpusiera en su camino, abriéndose paso a través de piel, hueso y neuronas.

Según Wang, los médicos de campaña no le dieron demasiada importancia. Pensaron que la metralla había salido sola, pero estaban equivocados. La metralla seguía allí, había cruzado toda la sustancia blanca hasta el ventrículo izquierdo de Shostakovich, una de las cavidades llenas de líquido cefalorraquídeo que se extienden por las profundidades del cerebro. No existen pruebas de imágenes que confirmen esto, pero según lo narra Wang, su colega decidió comprobarlo mediante una radiografía. Allí estaba, la pieza de metal brillaba en el ventrículo izquierdo. La recomendación fue clara: Había que extraerla.

Aquí es donde la historia se pone interesante. Shostakovich, se mostró reacio a someterse a cirugía para quitarse el metal y no es de extrañar: “Dado que el fragmento había estado allí y cada vez que inclinaba la cabeza hacia un lado, podía escuchar música. Su cabeza estaba llena de melodías, cada una diferente”. La historia es extraña, pero según escribe Wang, el neurocirujano de las fuerzas armadas pidió una fluoroscopia y comprobó que, efectivamente, la esquirla se movía a través del líquido cefalorraquídeo. Estuvieron de acuerdo en que el fragmento debería dejarse donde estaba, porque “una esquirla alemana habrá servido de algo si ayuda a producir más música”.

Eso fue hace bastantes años y, sin embargo, nadie que yo sepa, había sugerido hasta ahora que Shostakovich fuera herido en Leningrado. Parece que estuvo allí en el otoño de 1941, trabajando en las brigadas de bomberos y cavando trincheras junto con otros artistas. Pero, si recibió una herida, no le impidió escribir su Sinfonía “Leningrado” (N°. 7), que completó en diciembre de ese año. Por supuesto, en un cuento tan asombroso en todos los sentidos, nada debe descartarse como imposible. El accidente cerebral puede simplemente haber inclinado a Shostakovich en nuevas y emocionantes direcciones, musicalmente hablando.

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El mito de Shostakovich

Además, la revista publica el comentario de otro neurólogo, el Dr. Ronald Henson, quien expresa un profundo escepticismo sobre la historia, pero admite que el fenómeno de un cuerpo extraño móvil dentro de un ventrículo cerebral no es desconocido para los médicos. La literatura cita un caso reportado en 1970 en el Journal of Neurosurgery y señala que “ocurren alucinaciones musicales con lesiones del lóbulo temporal relacionadas con la audición”. Se sabe que Shostakovich tuvo serios problemas médicos en sus últimos años, incluida una enfermedad cardíaca y artritis, aunque se cree que murió de un derrame cerebral. El Dr. Henson dijo que un amigo suyo, “un distinguido neurólogo norteamericano” ahora fallecido, fue llamado a Moscú para consultar sobre el caso, pero no reveló nada a sus colegas sobre el historial médico de Shostakovich.

De modo que ahí tenemos todos los elementos de un misterio maravillosamente enrevesado, tan rico en matices de conspiración como el mito de Mozart y Salieri, o la historia del suicidio de Tchaikovsky. Resumiendo las más de 3000 palabras que nos separan de la cabecera del artículo: no tengo ninguna prueba de que la historia de la metralla sea cierta. Ni una sola más allá del testimonio de un médico con un admirable desdén por la confidencialidad médico paciente. Lo que estoy queriendo decir es sencillo: No sé si exista un botón de la creatividad que una esquirla metálica pueda activar. La composición musical es un proceso demasiado complejo y deslocalizado en el cerebro, como para que un solo estímulo sea capaz de evocar melodías enteras.

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