OPINIÓN · 4 MARZO, 2020 04:00

Mujeres trabajadoras

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Susana Reina | @feminismoinc

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“Según la ONU, el 30% de la desigualdad salarial es el resultado de la desigualdad dentro del hogar.”

“”

A veces se olvida que lo que se conmemora el 8 de marzo de cada año es la precariedad laboral y otras formas específicas de desigualdad que muchas mujeres padecen en todo el mundo. La feminización de la pobreza, la arbitraria división entre trabajo productivo y reproductivo, todas las formas de segregación sexista en el empleo, la brecha salarial, el techo de cristal y otros, son los temas que un día como este nos tienen que congregar.

En respeto a las mujeres que lucharon en el pasado reciente por nuestros derechos laborales y sindicales habría que indagar un poco más sobre los hechos que dieron origen a este día y rendir homenaje a aquellas que lucharon arduamente para que nosotras hoy tengamos acceso a un empleo decente como lo define la Organización Internacional del Trabajo, en cualquier área donde nuestras capacidades nos sean demandadas.

El 8 de marzo de 1908, unas 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo. El motivo se debía a la búsqueda de una reducción de jornada laboral a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades y las malas condiciones de trabajo que padecían. El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del edificio para que las mujeres desistieran y abandonaran el lugar. Todas murieron.

Luego en 1910, durante la segunda Conferencia Internacional de Mujeres  celebrada en Copenhague, por moción presentada por Clara Zetkin, líder del “levantamiento de las 20.000”, se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las mujeres caídas en la huelga de 1908. La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1977 designó oficialmente el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer. 

Los cuidados y tareas domésticas siguen siendo femeninos

A los 25 años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, donde 189 países adoptaron por unanimidad un programa para el empoderamiento económico destinado a reducir las desigualdades para 2030, es hora de hacer un balance de los progresos alcanzados por las mujeres en el mundo laboral y reducir las brechas que aún persisten con acciones más contundentes a las desplegadas hasta ahora.

Es innegable el avance que ha permitido el acceso de las mujeres a los medios para obtener ingresos económicos, protección social y propiedad de activos en los últimos años, sobre todo en países desarrollados o en vías. Esto ha traído no pocos cambios en el empoderamiento y seguridad de muchas mujeres traducido en bienestar familiar. Sin embargo, la distribución del trabajo de cuidados no remunerado sigue siendo muy desigual.

De acuerdo al informe de la organización Oxfam sobre desigualdades mundiales publicado en enero 2020, a nivel global, las mujeres asumen 2,6 veces más tareas domésticas que los hombres, enfatizando que esta situación mantiene a la población femenina sin seguridad económica: “El valor monetario del trabajo doméstico no remunerado que realizan las mujeres de 15 años o más representa tres veces el valor del sector digital a nivel mundial. Es un verdadero freno para la emancipación, ya que esta distribución desigual del trabajo mantiene a los hogares más modestos en la inseguridad y mantiene los estereotipos de género”, concluye el informe.

Aún en pleno siglo XXI, se espera que las mujeres y las niñas se encarguen de los cuidados y el trabajo doméstico. Esta expectativa que se convierte en presión social, reduce el tiempo que pueden destinar a sus estudios o al establecimiento de relaciones sociales necesarias para ser promovidas o tener trabajos mejor remunerados. Simplemente tienen que detener sus carreras. Con la llegada de hijos, la situación se agrava más.

Justamente por esas razones, según la ONU, el 30% de la desigualdad salarial es el resultado de la desigualdad dentro del hogar. Las mujeres salimos masivamente a trabajar en la calle, pero los hombres no entraron a las casas a trabajar. Ni siquiera se le considera trabajo a los cuidados y labores de mantenimiento del hogar y la familia, por lo que muchas mujeres quedan por fuera de los esquemas de seguridad social, jubilación o paquetes compensatorios de organismos privados o públicos, que sí lo reciben hombres que no tienen esta doble jornada laboral.

Brechas abiertas 

Se dice que el empoderamiento económico de la mujer es un buen negocio porque las empresas se benefician enormemente al aumentar las oportunidades en cargos de liderazgo para las mujeres. Se estima además, que las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores registran un desempeño más alto en todos los aspectos de la eficacia organizacional. Estos son datos que confirman fuentes diversas calificadas y oficiales.

Pero aún en conocimiento de ello, pareciera que la agenda se centra en mantener intactas las relaciones jerárquicas de poder empresarial basadas en el género y esto se traduce en importantes brechas laborales pendientes de cierre. La verdad es que sigue siendo desigual la participación de las mujeres en el mercado de trabajo: en todo el mundo las mujeres ganan menos que los hombres, las mujeres tienen más probabilidades de dedicarse a actividades de baja productividad y a trabajar en el sector informal y con menores probabilidades de movilidad al sector formal que ellos. Y todo esto se multiplica en el caso de mujeres negras, pobres, migrantes o indígenas.

La solución a este cuadro de inequidades exige la intervención de gobiernos, empresas, familias y ciudadanos con mayor conciencia en torno a los principios de igualdad de derechos. Con políticas públicas diseñadas con perspectiva de género y el concurso de todos los actores sociales involucrados en el desarrollo social y económico de nuestros países, esto tiene que cambiar. 

Divulguemos este 8 de marzo la urgente necesidad de poner el foco donde es para que se equilibren tanto las cargas como los beneficios que se derivan de la función productiva del trabajo en igualdad de condiciones para todas y todos.

 

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

De la misma autora: Abolir la prostitución 

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A veces se olvida que lo que se conmemora el 8 de marzo de cada año es la precariedad laboral y otras formas específicas de desigualdad que muchas mujeres padecen en todo el mundo. La feminización de la pobreza, la arbitraria división entre trabajo productivo y reproductivo, todas las formas de segregación sexista en el empleo, la brecha salarial, el techo de cristal y otros, son los temas que un día como este nos tienen que congregar.

En respeto a las mujeres que lucharon en el pasado reciente por nuestros derechos laborales y sindicales habría que indagar un poco más sobre los hechos que dieron origen a este día y rendir homenaje a aquellas que lucharon arduamente para que nosotras hoy tengamos acceso a un empleo decente como lo define la Organización Internacional del Trabajo, en cualquier área donde nuestras capacidades nos sean demandadas.

El 8 de marzo de 1908, unas 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo. El motivo se debía a la búsqueda de una reducción de jornada laboral a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades y las malas condiciones de trabajo que padecían. El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del edificio para que las mujeres desistieran y abandonaran el lugar. Todas murieron.

Luego en 1910, durante la segunda Conferencia Internacional de Mujeres  celebrada en Copenhague, por moción presentada por Clara Zetkin, líder del “levantamiento de las 20.000”, se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las mujeres caídas en la huelga de 1908. La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1977 designó oficialmente el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer. 

Los cuidados y tareas domésticas siguen siendo femeninos

A los 25 años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, donde 189 países adoptaron por unanimidad un programa para el empoderamiento económico destinado a reducir las desigualdades para 2030, es hora de hacer un balance de los progresos alcanzados por las mujeres en el mundo laboral y reducir las brechas que aún persisten con acciones más contundentes a las desplegadas hasta ahora.

Es innegable el avance que ha permitido el acceso de las mujeres a los medios para obtener ingresos económicos, protección social y propiedad de activos en los últimos años, sobre todo en países desarrollados o en vías. Esto ha traído no pocos cambios en el empoderamiento y seguridad de muchas mujeres traducido en bienestar familiar. Sin embargo, la distribución del trabajo de cuidados no remunerado sigue siendo muy desigual.

De acuerdo al informe de la organización Oxfam sobre desigualdades mundiales publicado en enero 2020, a nivel global, las mujeres asumen 2,6 veces más tareas domésticas que los hombres, enfatizando que esta situación mantiene a la población femenina sin seguridad económica: “El valor monetario del trabajo doméstico no remunerado que realizan las mujeres de 15 años o más representa tres veces el valor del sector digital a nivel mundial. Es un verdadero freno para la emancipación, ya que esta distribución desigual del trabajo mantiene a los hogares más modestos en la inseguridad y mantiene los estereotipos de género”, concluye el informe.

Aún en pleno siglo XXI, se espera que las mujeres y las niñas se encarguen de los cuidados y el trabajo doméstico. Esta expectativa que se convierte en presión social, reduce el tiempo que pueden destinar a sus estudios o al establecimiento de relaciones sociales necesarias para ser promovidas o tener trabajos mejor remunerados. Simplemente tienen que detener sus carreras. Con la llegada de hijos, la situación se agrava más.

Justamente por esas razones, según la ONU, el 30% de la desigualdad salarial es el resultado de la desigualdad dentro del hogar. Las mujeres salimos masivamente a trabajar en la calle, pero los hombres no entraron a las casas a trabajar. Ni siquiera se le considera trabajo a los cuidados y labores de mantenimiento del hogar y la familia, por lo que muchas mujeres quedan por fuera de los esquemas de seguridad social, jubilación o paquetes compensatorios de organismos privados o públicos, que sí lo reciben hombres que no tienen esta doble jornada laboral.

Brechas abiertas 

Se dice que el empoderamiento económico de la mujer es un buen negocio porque las empresas se benefician enormemente al aumentar las oportunidades en cargos de liderazgo para las mujeres. Se estima además, que las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores registran un desempeño más alto en todos los aspectos de la eficacia organizacional. Estos son datos que confirman fuentes diversas calificadas y oficiales.

Pero aún en conocimiento de ello, pareciera que la agenda se centra en mantener intactas las relaciones jerárquicas de poder empresarial basadas en el género y esto se traduce en importantes brechas laborales pendientes de cierre. La verdad es que sigue siendo desigual la participación de las mujeres en el mercado de trabajo: en todo el mundo las mujeres ganan menos que los hombres, las mujeres tienen más probabilidades de dedicarse a actividades de baja productividad y a trabajar en el sector informal y con menores probabilidades de movilidad al sector formal que ellos. Y todo esto se multiplica en el caso de mujeres negras, pobres, migrantes o indígenas.

La solución a este cuadro de inequidades exige la intervención de gobiernos, empresas, familias y ciudadanos con mayor conciencia en torno a los principios de igualdad de derechos. Con políticas públicas diseñadas con perspectiva de género y el concurso de todos los actores sociales involucrados en el desarrollo social y económico de nuestros países, esto tiene que cambiar. 

Divulguemos este 8 de marzo la urgente necesidad de poner el foco donde es para que se equilibren tanto las cargas como los beneficios que se derivan de la función productiva del trabajo en igualdad de condiciones para todas y todos.

 

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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