Si bien de la economía se ha dicho y escrito mucho, igual ha sido acerca del comercio. Aunque entre ambas disciplinas se tornan fronteras que -según las coyunturas y condiciones de las circunstancias en que suscriben sus acciones, y que además le infunden sentido a sus interpretaciones de las realidades- tienden a hacerse borrosas, ambiguas o confusas.
Entre la economía y el comercio se despliegan una serie de uniones que buscan asegurar la autonomía a toda racionalidad que intenta cubrirse bajo el manto de la negociación, del emprendimiento y de la empresa.
Mientras la economía es el sistema de producción, el comercio buscará consolidar la formalidad de la transacción. Así sucede en la medida que el comercio logre integrarse al contexto en el que se moviliza la economía. De manera que la dupla entre la economía y el comercio arrojaría resultados acordes con las realidades en que actúan.
Pero la posibilidad de concatenar las fuerzas de esa relación, no son siempre fortuitas. Variara según el manejo cognoscitivo que tenga quien, desde el mercado y el Estado, opere sus variables. Cuando una de las dos acude a prestar su valor en el plano del mercado o del Estado, la otra mitiga o abrevia sus influjos. Pues de no hacerlo, se engendra un conflicto entre elementos del dominio perteneciente a cada una de ellas.
Ahí, las fronteras entre economía y comercio se solapan causando problemas de manejo de poder. Del poder que cada una se arroga. Particularmente, toda vez que presumen ostentar fuerzas capaces de cimbrar, confinar, coaccionar o conmocionar las realidades. Es la razón que explica un tanto la inflación como fenómeno de presurosa incidencia.
Vale sumar a estas consideraciones, que en Venezuela -por causa de la emergencia humanitaria que oprime la sociedad- la relación entre la economía y el comercio comporta resultados aún más incisivos que lo normal en otras realidades. Así viene sucediendo, toda vez que la incidencia de la cabalgante crisis política acarrea crudas secuelas que repercuten en la economía nacional. Y sus efectos, arremeten contra toda situación en la que el comercio intenta imponer sus intereses.
La manera expedita que refiere la teoría económica cuando las crisis financieras azotan realidades y devastan áreas prestadas al desarrollo económico, es infundiéndole el conocimiento de la economía al comercio. Ello es garantía para multiplicar la intención dirigida hacia los confines de negociaciones, emprendimientos y terrenos donde tiene exacta cabida la empresa. Hacerlo así, aún cuando se piense de modo contrario, posibilita reducir las difusas fronteras entre la economía y el comercio.
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Transitar la política de torpeza en torpeza
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Si bien de la economía se ha dicho y escrito mucho, igual ha sido acerca del comercio. Aunque entre ambas disciplinas se tornan fronteras que -según las coyunturas y condiciones de las circunstancias en que suscriben sus acciones, y que además le infunden sentido a sus interpretaciones de las realidades- tienden a hacerse borrosas, ambiguas o confusas.
Entre la economía y el comercio se despliegan una serie de uniones que buscan asegurar la autonomía a toda racionalidad que intenta cubrirse bajo el manto de la negociación, del emprendimiento y de la empresa.
Mientras la economía es el sistema de producción, el comercio buscará consolidar la formalidad de la transacción. Así sucede en la medida que el comercio logre integrarse al contexto en el que se moviliza la economía. De manera que la dupla entre la economía y el comercio arrojaría resultados acordes con las realidades en que actúan.
Pero la posibilidad de concatenar las fuerzas de esa relación, no son siempre fortuitas. Variara según el manejo cognoscitivo que tenga quien, desde el mercado y el Estado, opere sus variables. Cuando una de las dos acude a prestar su valor en el plano del mercado o del Estado, la otra mitiga o abrevia sus influjos. Pues de no hacerlo, se engendra un conflicto entre elementos del dominio perteneciente a cada una de ellas.
Ahí, las fronteras entre economía y comercio se solapan causando problemas de manejo de poder. Del poder que cada una se arroga. Particularmente, toda vez que presumen ostentar fuerzas capaces de cimbrar, confinar, coaccionar o conmocionar las realidades. Es la razón que explica un tanto la inflación como fenómeno de presurosa incidencia.
Vale sumar a estas consideraciones, que en Venezuela -por causa de la emergencia humanitaria que oprime la sociedad- la relación entre la economía y el comercio comporta resultados aún más incisivos que lo normal en otras realidades. Así viene sucediendo, toda vez que la incidencia de la cabalgante crisis política acarrea crudas secuelas que repercuten en la economía nacional. Y sus efectos, arremeten contra toda situación en la que el comercio intenta imponer sus intereses.
La manera expedita que refiere la teoría económica cuando las crisis financieras azotan realidades y devastan áreas prestadas al desarrollo económico, es infundiéndole el conocimiento de la economía al comercio. Ello es garantía para multiplicar la intención dirigida hacia los confines de negociaciones, emprendimientos y terrenos donde tiene exacta cabida la empresa. Hacerlo así, aún cuando se piense de modo contrario, posibilita reducir las difusas fronteras entre la economía y el comercio.
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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