En las noches, los cazadores-recolectores Yanomamis del Amazonas suelen dormir bajo las estrellas. No tienen luz eléctrica ni estrenos de Netflix que los mantengan despiertos. Sin embargo, cuando se levantan por la mañana, no han dormido más horas que un típico habitante de Puerto Ordaz, que se quedó despierto mirando su teléfono inteligente.
Distintas investigaciones han demostrado que las personas en sociedades no industriales, duermen menos de siete horas por la noche. Ese es un número sorprendente cuando se consideran a los parientes homínidos más cercanos. Los humanos duermen menos que cualquier simio, mono o lémur que los científicos hayan estudiado. Los chimpancés duermen alrededor de nueve horas y media de cada veinticuatro, los monos aulladores cerca de trece y los monos cocui son técnicamente nocturnos, aunque, en realidad, casi nunca están despiertos: duermen unas 17 horas al día.
A esta discrepancia se le llama la paradoja del sueño humano. ¿Cómo es posible que las personas duerman menos que los primates? Se sabe que el sueño es importante para la memoria, la función inmunológica y otros aspectos de la salud. En modelos matemáticos predictivos del sueño de los primates basados en factores como la masa corporal, el tamaño del cerebro y la dieta, se concluyó que los humanos deberían dormir alrededor de nueve horas y media al día, no siete como en realidad ocurre. ¡Algo raro está pasando!
Las investigaciones realizadas sobre primates y poblaciones no industriales han revelado que el sueño humano es inusual. Las personas no solo pasan menos horas durmiendo que los primates más cercanos, sino que tienen más horas durante la noche en la fase de sueño conocida como: movimiento ocular rápido o REM (por sus siglas en inglés). REM es la fase asociada con los sueños vívidos. Las razones de estos extraños hábitos de sueño todavía están en debate, pero probablemente las respuestas se puedan encontrar en la historia de cómo evolucionaron los seres humanos.
Una de las propuestas más aceptadas indica que hace millones de años, los primeros humanos vivían y probablemente dormían en los árboles. Los chimpancés y otros simios todavía duermen en árboles. Doblan o rompen ramas para crear una forma de cuenco que pueden cubrir con ramitas frondosas para dormir. Los ancestros humanos saltaron de los árboles para vivir en el suelo y, en algún momento, también comenzaron a dormir allí. Esto significó renunciar a todas las ventajas del sueño arbóreo, incluida la relativa seguridad frente a depredadores como los leones.
En un artículo del 2015, los investigadores evaluaron el sueño de varios grupos y descubrieron que promediaban entre 5,7 y 7,1 horas. Los humanos, entonces, parecen haber evolucionado para necesitar menos horas de sueño. Posteriormente, en un estudio publicado en el 2018, los científicos eliminaron el tiempo que no correspondía al sueño REM. Determinando que los humanos pueden pasar una mayor proporción de la noche soñando, a diferencia de los primates. Pero, el sueño profundo REM es breve y flexible porque probablemente evolucionó ante las amenazas existentes al dormir en el suelo.
Por otro lado, debido a que los fósiles no revelan qué tan bien descansados estaban los humanos antiguos, recientemente los antropólogos estudiaron a los miembros de las sociedades no industriales contemporáneas, siendo estas las que más se asemejan a los ancestros originarios. Los participantes del estudio usaron un dispositivo llamado Actiwatch, que es similar a un Fitbit (monitores de salud de los relojes inteligentes) para registrar los patrones del sueño. Con el objeto de unir la historia de cómo evolucionó el sueño humano, los científicos publicaron en la revista Annual Review of Anthropology, una hipótesis sobre el denominado “sueño social”.
Se piensa que la evolución del sueño humano es una historia sobre supervivencia, específicamente en lo relacionado con la amenaza ante los depredadores. Un aspecto a considerar es que para dormir seguro en el suelo, era necesario dormitar en grupo. Las pequeñas comunidades humanas podían haber compartido refugios simples. Una fogata podría haber mantenido el calor y a los insectos alejados. Algunos miembros del grupo podían dormir mientras otros seguían vigilando. Dentro de la seguridad de una especie de “caparazón social”, se podría tomar una siesta en cualquier momento. Entonces, tiene sentido que la amenaza ante los depredadores haya llevado a los humanos a dormir menos que a los primates que viven en los árboles. Ya se había publicado desde el 2008 que, en promedio, los mamíferos con mayor riesgo de ser depredados no duermen.
Una comprensión de cómo evolucionó el sueño humano podría ayudar a las personas a descansar mejor o ayudar a sentirse bien con el descanso que tienen. Los antepasados podrían haber reducido su sueño en un período más corto porque tenían que turnarse para descansar y sobrevivir. Así que dormir en grupos, con o sin amenazas, también es una extensión natural de la forma en que las personas en pequeña comunidades viven durante el día. Tal vez el insomnio, por ejemplo, sea realmente hipervigilancia, un “superpoder” evolutivo. Quién sabe si los millones de personas que se levantan tarde hoy en día, los noctámbulos y los que no pueden dormir, son herederos de aquel pasado cuando los humanos primitivos dormían bajo las estrellas, en las peligrosas sabanas.
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