La disputa agria, sostenida, cruenta y profunda que ha caracterizado la realidad política venezolana en los últimos veinte años ha dejado secuelas complejas. Este hecho debe ser tomado muy en cuenta de cara a la construcción de la gobernabilidad del futuro.

No existen posibilidades reales de acometer una reconstrucción sistemática del país si no se garantizan unas condiciones mínimas de convivencia democrática de los diferentes factores políticos activados en el territorio nacional. Esta premisa, aunque muy clara en el mundo del análisis político y de la lógica institucional, no pareciera estar siendo considerada por algunos líderes políticos de los bandos en disputa en Venezuela.

Diariamente se observan ataques despiadados y anhelos de cantos de guerra que no miden las consecuencias y repercusiones que pudieran tener en el corto, mediano y largo plazo en relación al asentamiento de las bases necesarias para garantizar la estabilidad política en aras de facilitar las reformas económicas que requiere el país.

La gobernabilidad es un tema clave para cualquier proceso de transición, máxime cuando desde el discurso y la acción se han proferido tantos agravios que han roto la mínima confianza que se requiere para la convivencia en el marco del pluralismo. Una tarea insoslayable que debemos abordar especialmente desde las bases sociales es la de colocar en agenda en el proceso de negociación, la reconciliación entre las posturas más duras de la polarización para viabilizar la posibilidad de recuperar la competencia electoral para dirimir posturas antagónicas.

Es una tarea difícil, más aún, cuando te enfrentas a laboratorios de información muy bien organizados que siembran tendencias irreales a diario que justamente persiguen objetivos contrarios: el fortalecimiento de la polarización.

No existen soluciones mágicas a los conflictos políticos, parece un lugar común pero no ha sido asimilado por algunos sectores de la clase política y de la población en general. Aunque estamos en las postrimerías de un ciclo político en Venezuela que ha impactado la vida y la economía como nunca antes, no podemos dar por resuelta la garantía de estabilidad futura sin que se tomen medidas de reconciliación y búsqueda de canales de interacción y comunicación entre las partes.

Ese esfuerzo, más que unidireccionado por los actores políticos, debe ser promovido por las organizaciones sociales, comunitarias, universitarias, entre otras, que acerquen posturas en marcos institucionales plurales. La gobernabilidad según Bobbio es “la relación de gobierno, es decir, la relación de gobernantes y gobernados” una ecuación indispensable para la formulación de políticas públicas amplias, legítimas y enfocadas en el desarrollo del país.

En busca de gobernabilidad

Los esfuerzos dirigidos hacia la reconciliación y la búsqueda de darle viabilidad electoral a las posiciones antagónicas en el mundo  de la política venezolana están siendo atacados despiadadamente por razones de ignorancia pero también deliberadas. Debemos saber separar ambos tipos de ataques para enfocar mejor las estrategias de focalización para neutralizarlos.

El país del futuro requiere estabilidad (al menos durante las próximas tres décadas) para recuperar el enorme daño que se le ha hecho a la economía y a los indicadores sociales. El odio no es ni el camino ni la solución. El ejercicio de la política a partir del odio puede causar impactos muy profundos cuyas consecuencias pueden tardar décadas en ser revertidas, no lo olvidemos. Tengamos claro que sin gobernabilidad mucho más difícil será el camino de la recuperación del país.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autores.

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