OPINIÓN · 27 ENERO, 2021 04:49

Ganar espacios de libertad

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Susana Reina | @feminismoinc

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“Además de ser un derecho consagrado, la libertad es un principio ético”

Además de ser un derecho consagrado, la libertad es un principio ético. Ha sido la principal bandera del movimiento feminista desde su fundación y el motivo por el cual tantas mujeres se siguen sumando a la causa: poder actuar sin las restricciones que se le imponen a su sexo. Digo sexo y no género, porque es a causa de la condición biológica, por nacer hembras, que se nos asignan roles y limitaciones de toda índole bajo la etiqueta de género femenino. Romper con ese condicionamiento cultural que oprime, abolir el género como categoría identitaria y aspirar a actuar según la propia voluntad, eso es libertad.

El movimiento de liberación de las mujeres (WLM, por sus siglas en inglés) surgió a finales de los 60 con el fin de hacer evidente su condición de ciudadanas de segunda para reclamar la libertad económica, política, social y psicológica que debía ser garantizada a todos, mujeres y hombres por igual. Este movimiento generó un gran impacto en los principales países occidentales, gracias al cual hoy gozamos de prerrogativas impensables para esa época.

Por primera vez se habló de supremacía masculina, de patriarcado, de machismo, de jerarquías sociales basadas en el sexo, de dependencia económica y feminización de la pobreza, de violencia doméstica como asunto político, de explotación sexual. Se posicionó en los organismos de defensa por los derechos humanos, que los derechos de las mujeres también eran humanos y las liberacionistas lograron que se generasen políticas dirigidas a eliminar la normalizada discriminación social en su contra. Pero esta aun es una contienda que está lejos de terminar.

El 23 de enero se celebró el Día Mundial de la Libertad con numerosas deudas pendientes aún con las mujeres. Todavía se penaliza a muchas por querer manifestar libertad ideológica, de creencia o conciencia, libertad cívica y sobre todo emocional. Libertad significa autonomía y capacidad de decisión propia, libre determinación y soberanía individual, expresada en los actos cotidianos de la vida.

Libertad es…

Poder andar solas por las calles sin miedo, decidir qué estudias o dónde trabajas y para quién, ganar lo mismo que gana un hombre por el mismo trabajo, tener empresa propia, decidir si te embarazas o no y cuándo, si te casas o no y con quién o divorciarte, vivir tu sexualidad como te apetece, vestirte como te plazca sin que te digan provocadora, ser ambiciosa en tus objetivos personales o profesionales, negociar, pedir y reclamar lo que deseas, firmar con tu nombre tu propiedad intelectual, hablar sin que te silencien… todo eso es libertad.

También se es libre cuando no te mutilan el clítoris, cuando no te obligan a casarte de niña con un señor mayor, cuando tienes acceso a anticonceptivos y a productos de higiene menstrual, cuando puedes ir a la escuela, cuando abortas de manera segura y no en la clandestinidad, cuando te postulas a un cargo de representación pública sin que te acosen los de tu partido, cuando no tienes que prostituirte o alquilar tu vientre o entrar en redes de pornografía para poder comer, cuando se puede denunciar una violación sexual sin que se dude o culpabilice a la víctima.

Cuando estas libertades las disfrutan solamente quienes pertenecen a una élite o género o grupo restringido de la población, no son un derecho sino un privilegio. La lucha por la libertad como valor inalienable debemos hacerla en colectivo, en igualdad de condiciones y de forma solidaria, sobre todo cuando su ejercicio por parte de los hombres afecta la libertad de las mujeres. Como dice la feminista española Amelia Valcárcel: “allí donde no hay igualdad, la libertad es uno de los nombres del abuso”

Bandera feminista

Las feministas queremos, desde hace décadas, que todas las mujeres seamos verdaderamente libres para decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras cosas, sobre nuestra vida. Queremos romper las barreras estructurales y sistémicas que se han levantado en torno al “ser mujer” y que limitan la capacidad de acción y elección de muchas niñas, adolescentes y mujeres en el mundo, sobre todo, si son negras o indígenas o lesbianas o rurales o migrantes o mayores.

Debemos dejar de enseñar a las mujeres a asumir su condición de sometimiento y subordinación como cosa normal. Para poder pensar, decidir y actuar bien, es preciso hacerlo en libertad real y no bajo una ilusión manipuladora disfrazada de empoderamiento. Es nuestro derecho y vamos por él.

P.D. Dedico este artículo a las más de 500 presas del Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF, Caracas) quienes el pasado 14 enero 2021, al grito de «¡Hambre y Libertad!»,protestaron para denunciar las graves violaciones perpetradas en contra de sus derechos humanos en su condición de mujeres. Y a la activista venezolana Vanessa Rosales, defensora de derechos sexuales y reproductivos, quien se encuentra en su casa, pero no está libre. Apoyemos haciéndolo visible.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

De la misma autora: Wikipedia y las mujeres

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El movimiento de liberación de las mujeres (WLM, por sus siglas en inglés) surgió a finales de los 60 con el fin de hacer evidente su condición de ciudadanas de segunda para reclamar la libertad económica, política, social y psicológica que debía ser garantizada a todos, mujeres y hombres por igual. Este movimiento generó un gran impacto en los principales países occidentales, gracias al cual hoy gozamos de prerrogativas impensables para esa época.

Por primera vez se habló de supremacía masculina, de patriarcado, de machismo, de jerarquías sociales basadas en el sexo, de dependencia económica y feminización de la pobreza, de violencia doméstica como asunto político, de explotación sexual. Se posicionó en los organismos de defensa por los derechos humanos, que los derechos de las mujeres también eran humanos y las liberacionistas lograron que se generasen políticas dirigidas a eliminar la normalizada discriminación social en su contra. Pero esta aun es una contienda que está lejos de terminar.

El 23 de enero se celebró el Día Mundial de la Libertad con numerosas deudas pendientes aún con las mujeres. Todavía se penaliza a muchas por querer manifestar libertad ideológica, de creencia o conciencia, libertad cívica y sobre todo emocional. Libertad significa autonomía y capacidad de decisión propia, libre determinación y soberanía individual, expresada en los actos cotidianos de la vida.

Libertad es…

Poder andar solas por las calles sin miedo, decidir qué estudias o dónde trabajas y para quién, ganar lo mismo que gana un hombre por el mismo trabajo, tener empresa propia, decidir si te embarazas o no y cuándo, si te casas o no y con quién o divorciarte, vivir tu sexualidad como te apetece, vestirte como te plazca sin que te digan provocadora, ser ambiciosa en tus objetivos personales o profesionales, negociar, pedir y reclamar lo que deseas, firmar con tu nombre tu propiedad intelectual, hablar sin que te silencien… todo eso es libertad.

También se es libre cuando no te mutilan el clítoris, cuando no te obligan a casarte de niña con un señor mayor, cuando tienes acceso a anticonceptivos y a productos de higiene menstrual, cuando puedes ir a la escuela, cuando abortas de manera segura y no en la clandestinidad, cuando te postulas a un cargo de representación pública sin que te acosen los de tu partido, cuando no tienes que prostituirte o alquilar tu vientre o entrar en redes de pornografía para poder comer, cuando se puede denunciar una violación sexual sin que se dude o culpabilice a la víctima.

Cuando estas libertades las disfrutan solamente quienes pertenecen a una élite o género o grupo restringido de la población, no son un derecho sino un privilegio. La lucha por la libertad como valor inalienable debemos hacerla en colectivo, en igualdad de condiciones y de forma solidaria, sobre todo cuando su ejercicio por parte de los hombres afecta la libertad de las mujeres. Como dice la feminista española Amelia Valcárcel: “allí donde no hay igualdad, la libertad es uno de los nombres del abuso”

Bandera feminista

Las feministas queremos, desde hace décadas, que todas las mujeres seamos verdaderamente libres para decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras cosas, sobre nuestra vida. Queremos romper las barreras estructurales y sistémicas que se han levantado en torno al “ser mujer” y que limitan la capacidad de acción y elección de muchas niñas, adolescentes y mujeres en el mundo, sobre todo, si son negras o indígenas o lesbianas o rurales o migrantes o mayores.

Debemos dejar de enseñar a las mujeres a asumir su condición de sometimiento y subordinación como cosa normal. Para poder pensar, decidir y actuar bien, es preciso hacerlo en libertad real y no bajo una ilusión manipuladora disfrazada de empoderamiento. Es nuestro derecho y vamos por él.

P.D. Dedico este artículo a las más de 500 presas del Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF, Caracas) quienes el pasado 14 enero 2021, al grito de «¡Hambre y Libertad!»,protestaron para denunciar las graves violaciones perpetradas en contra de sus derechos humanos en su condición de mujeres. Y a la activista venezolana Vanessa Rosales, defensora de derechos sexuales y reproductivos, quien se encuentra en su casa, pero no está libre. Apoyemos haciéndolo visible.

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