El venezolano tiene una idiosincrasia particular que le hace “sacar punta” a una bola de billar aún en medio de las peores adversidades. El buen humor y el ingenio son características muy habituales que se encuentran en cualquier rincón de las calles de Venezuela. Frente a la severa crisis que padecemos actualmente, han sido factores clave para navegar las aguas turbulentas de los últimos tiempos.
La sociedad venezolana, como lo demuestran recientes estudios de opinión y refleja la realidad, está abiertamente alineada con el descontento. Alrededor del noventa y dos por ciento de la población se resiente de la situación y se inscribe en una voluntad masiva de cambio político. Esa amplísima mayoría no está de acuerdo con el manejo de la economía, de los asuntos públicos en general y de la casta dirigente que ha tenido la responsabilidad del Estado en el ciclo “revolución bolivariana”, no obstante, a pesar del porcentaje extremadamente significativo, ese anhelado “cambio” no termina de materializarse.
El signo de los tiempos en la Venezuela de junio de 2019 es el “espíritu del cambio”. De eso no existe ninguna duda cuando se analizan las condiciones objetivas que rodean a la población. Sin embargo, para que la idea del cambio pueda llevarse a cabo tienen que presentarse un alineamiento entre la legitimidad del imaginario colectivo popular y la conducción política estratégica para que realmente se convierta en un vector de fuerza transformadora.
Enero y febrero de este año sirvieron para relanzar ese espíritu del cambio que estaba adormecido en el país. A finales de abril se produjo una nueva aparición de esa fuerza avasallante que intenta modificar el estatus actual y relanzar la economía.
Lamentablemente no se cumplieron las pautas necesarias y gracias al apoyo logístico de factores geopolíticos externos que ayudaron a Maduro se impidió ese paso crucial. Ahora nuevamente pareciera desvanecerse la esperanza del espíritu del cambio. En el horizonte se vislumbra la dilución y el reacomodo de fuerzas que se refugian en percepciones diferentes apuntaladas por pequeños grupos partidistas con abiertas ambiciones de poder. Pero hay que tener cuidado con la lectura de los tiempos.
En la Venezuela del presente la esperanza sigue latente, fuerte, rabiosa; esperando el momento oportuno para manifestarse. Está allí, esparcida en cada comunidad, en cada pueblo, en cada rincón del territorio nacional que padece las más avergonzantes calamidades en materia de servicios públicos y cotidianidad. El problema es que en no pocas oportunidades, el liderazgo político no ha estado a la altura de las circunstancias.
El pueblo ha valorado los grandes esfuerzos de sus líderes políticos que sufren persecusiones, cárcel, exilio y hostigamiento permanente desde las instituciones del Estado, pero no termina de comprender, las aspiraciones –que aunque legítimas y necesarias en cualquier democracia- de individualidades que a –completamente a destiempo y fuera del momento político- facilitan las tácticas dilatorias y divisorias promovidas desde Miraflores. La esperanza global, interna y externa, es inmensamente grande hacia la necesidad de cambio en Venezuela.
Apuntalar ese espíritu hacia una dirección política que permita alcanzar los objetivos es una necesidad imperiosa demandada por la población y la mayoría de gobiernos del hemisferio occidental. Por lo tanto convertir la esperanza latente en esperanza manifiesta es la fórmula más directa para acercar el cambio. No ha sido ni es ni será fácil, pero con humildad de corazón y apaciguando ambiciones se pueden articular mejor las estrategias correctas. Lo escribimos semanas atrás. El tiempo social avanza inexorablemente y requiere una aceleración del tiempo político. Lo contrario nos expone a fenómenos con consecuencias más dramáticas y profundas de las que estamos viviendo.
Atención, atención, líderes. Es la hora de la máxima concentración y lectura correcta de la realidad social. La avalancha social se está gestando en magnitudes históricas y lamentablemente, “algunos”, no lo están viendo…
* * *
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores
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El venezolano tiene una idiosincrasia particular que le hace “sacar punta” a una bola de billar aún en medio de las peores adversidades. El buen humor y el ingenio son características muy habituales que se encuentran en cualquier rincón de las calles de Venezuela. Frente a la severa crisis que padecemos actualmente, han sido factores clave para navegar las aguas turbulentas de los últimos tiempos.
La sociedad venezolana, como lo demuestran recientes estudios de opinión y refleja la realidad, está abiertamente alineada con el descontento. Alrededor del noventa y dos por ciento de la población se resiente de la situación y se inscribe en una voluntad masiva de cambio político. Esa amplísima mayoría no está de acuerdo con el manejo de la economía, de los asuntos públicos en general y de la casta dirigente que ha tenido la responsabilidad del Estado en el ciclo “revolución bolivariana”, no obstante, a pesar del porcentaje extremadamente significativo, ese anhelado “cambio” no termina de materializarse.
El signo de los tiempos en la Venezuela de junio de 2019 es el “espíritu del cambio”. De eso no existe ninguna duda cuando se analizan las condiciones objetivas que rodean a la población. Sin embargo, para que la idea del cambio pueda llevarse a cabo tienen que presentarse un alineamiento entre la legitimidad del imaginario colectivo popular y la conducción política estratégica para que realmente se convierta en un vector de fuerza transformadora.
Enero y febrero de este año sirvieron para relanzar ese espíritu del cambio que estaba adormecido en el país. A finales de abril se produjo una nueva aparición de esa fuerza avasallante que intenta modificar el estatus actual y relanzar la economía.
Lamentablemente no se cumplieron las pautas necesarias y gracias al apoyo logístico de factores geopolíticos externos que ayudaron a Maduro se impidió ese paso crucial. Ahora nuevamente pareciera desvanecerse la esperanza del espíritu del cambio. En el horizonte se vislumbra la dilución y el reacomodo de fuerzas que se refugian en percepciones diferentes apuntaladas por pequeños grupos partidistas con abiertas ambiciones de poder. Pero hay que tener cuidado con la lectura de los tiempos.
En la Venezuela del presente la esperanza sigue latente, fuerte, rabiosa; esperando el momento oportuno para manifestarse. Está allí, esparcida en cada comunidad, en cada pueblo, en cada rincón del territorio nacional que padece las más avergonzantes calamidades en materia de servicios públicos y cotidianidad. El problema es que en no pocas oportunidades, el liderazgo político no ha estado a la altura de las circunstancias.
El pueblo ha valorado los grandes esfuerzos de sus líderes políticos que sufren persecusiones, cárcel, exilio y hostigamiento permanente desde las instituciones del Estado, pero no termina de comprender, las aspiraciones –que aunque legítimas y necesarias en cualquier democracia- de individualidades que a –completamente a destiempo y fuera del momento político- facilitan las tácticas dilatorias y divisorias promovidas desde Miraflores. La esperanza global, interna y externa, es inmensamente grande hacia la necesidad de cambio en Venezuela.
Apuntalar ese espíritu hacia una dirección política que permita alcanzar los objetivos es una necesidad imperiosa demandada por la población y la mayoría de gobiernos del hemisferio occidental. Por lo tanto convertir la esperanza latente en esperanza manifiesta es la fórmula más directa para acercar el cambio. No ha sido ni es ni será fácil, pero con humildad de corazón y apaciguando ambiciones se pueden articular mejor las estrategias correctas. Lo escribimos semanas atrás. El tiempo social avanza inexorablemente y requiere una aceleración del tiempo político. Lo contrario nos expone a fenómenos con consecuencias más dramáticas y profundas de las que estamos viviendo.
Atención, atención, líderes. Es la hora de la máxima concentración y lectura correcta de la realidad social. La avalancha social se está gestando en magnitudes históricas y lamentablemente, “algunos”, no lo están viendo…
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