Fue a sangre fría. Un corazón helado, impertérrito ante el dolor que supone pensar: ¿de dónde habrá salido esa sangre, de qué herida tan honda, de qué muerte? Ahí yace el cuerpo de una niña, quién sabe desde cuándo, ya muerta. La sangre tiñe de horror las paredes de una camioneta militar.
Hubiera yo soñado acaso, al ver su belleza, con una miss de esas que brotan silvestres en cualquier barrio nuestro, o simplemente con una joven que de espontáneamente hermosa, le trilla de amor el alma a uno. Ella estaba, en cambio, esposada a otro niño, con su rostro valiente, vengativo, erguido y lleno de todo el odio que una niña puede espantosamente contener. Había sido asesinada, pero seguía viviendo si es que a eso puede llamársele vida.
Eso pensé al ver una foto en la que aparece quien fue señalada por todos los adultos en redes sociales como la “autora material” y “líder de la banda Los Cachorros”, esos niños incriminados (y quizá culpables materiales) de la muerte de dos jóvenes militares. Pero no. El linchamiento social, periodístico, apriorístico, les había hundido el puñal de su venganza. No bastó la muerte de dos jóvenes. Tendría que haber nuevas víctimas.
Si algo he sido yo en la vida, no solo por mi ideología sino por mi crianza, es defensor incondicional de los niños. Incluso de esos que matan. Porque para matar primero tuvieron que ser víctimas en todo sentido. Su alma descompuesta tuvo que haber sido descompuesta por adultos, su perversión tuvo que ser pervertida por adultos. Son víctimas no solo de los adultos en sentido abstracto, sino de un sistema social entero en el que se les echó a la calle como perros a sobrevivir; y aprendieron a sobrevivir a golpes de hambre, terror, horror y descomposición.
Hay tres testimonios en esta nueva historia que ponen de relieve lo más putrefacto de nuestra sociedad. “Yo nunca pensé que esos niños pudieran matar”, le dijo un comerciante al periodista Reynaldo Mozo sobre su contacto con la banda de niños, hoy centro de historias y debates. Un comerciante que “convivió” durante al menos dos años con unos chamines que arrebataban carteras, que arrebataban comida para sobrevivir, y a quienes nunca llamó “cachorros” como señala el parte policial y periodístico.
Sin familia, en la calle, estos “niños de la patria” estuvieron macerando todo el odio de su marginación absoluta. Se les fue llenando el corazoncito de ira contra una humanidad que al ver en sus robos y caras sucias su propio espanto, los empujaba, los rechazaba, los escupía. Dos años de calle en los que aprendieron a sobrevivir a golpes tan hondos en el alma, en esas almas nuevas que no debieron tener otro destino que ser el futuro de la patria. ¿Realmente es posible pensar que pudieran albergar lo suficiente de humanidad como para no matar a alguien? No. Ellos no conocieron antes otra humanidad. ¿Qué podíamos esperar?
En esto defiendo el principio de ley en el que los niños no pueden ser imputables de un crimen. No puedo pensar de otra manera. Que un niño mate, es absoluta y entera responsabilidad de esta sociedad. Ya ni siquiera de la familia, que indudablemente habrá tenido la misma miseria acumulada para que los empujara a la calle, si es que esa familia no nació ya ahí. ¿Dónde están las instituciones que contempla la ley y que deben atender estas situaciones extremas? ¿Acaso individualismo de la acumulación capitalista nos envenenó tanto el alma que pensamos que era responsabilidad “privada” de sus padres, que seguro ya no están, o que quizás fueron aquellos “niños de la patria” que en época del decreto en el que se juró protegerles, tampoco se les atendió desde la miseria que gobierna hace ya una generación?
La segunda frase fue la de la hermana de uno de los militares asesinados. Sin duda, el dolor no puede empujarla a otra cosa. “No hay ley que los castigue como debería ser”, dijo. Sin embargo, en su propia reflexión está la respuesta: “Johan (víctima mortal) optó por la carrera militar porque quería servirle al país, defender la soberanía, y murió de esta forma, y a manos de unos niños que deberían jugar y no delinquir”.
¿Cuáles juegos habrían podido aprender esos chamos rodeados del más cruel de los abandonos? Su respuesta, comprensible, compungida, contuvo inevitablemente la principal reflexión. ¿Qué sociedad hemos permitido que se erija y determine lo que somos hoy? ¿Qué sociedad -y con qué urgencia- estamos impelidos de construir? Es un asunto de adultos, de jóvenes, y en general todos, pero no de los niños. Es urgente determinar con el sentimiento de justicia más elevado, y desde la razón más humana posible, cuál sociedad debemos echar a andar desde ya y cueste lo que cueste. Por esos niños y por los que vendrán, debemos empezar a lucharla, o preguntarnos entonces el sentido de la vida, de nuestras vidas particulares en un momento como este.
“Bien merecido que se lo tenían los becerros esos, por malditos violadores”. El espanto de esta sentencia me partió como un rayo el corazón. La tercera e implacable frase de esta historia, atribuida por una fuente citada por la periodista María Isoliett Iglesias a la niña de 15 años describí al principio, transmite todo el odio acumulado de tantas generaciones. ¿A cuántos atropellos y de qué tipo, habrán estado sometidos esos niños durante sus cortos años de existencia? No quiero imaginar, pero me duele tanto, que siento que somos nosotros mismos quienes empuñamos juntos el cuchillo con el que esos carricitos arrebataron dos vidas en pleno bulevar.
A la niña, a todos los demás niños y adolescentes de esa banda, los hemos matado nosotros previamente. Por nuestra falta de valor en la lucha por otra sociedad. Por confundirnos quizá con proyectos de nación que terminaron ya, y otros que pudieran terminar (esos otros que difunden algunos como “el cambio”), en crímenes de peor profundidad.
A esos niños ya nosotros los matamos. Decidimos como jueces su culpabilidad para evadir la nuestra, individual y colectiva. “Tienen que pagar”, dicen solemnes los jueces del teclado y de la información. Pero cada puñalada que clavaron ellos fue su venganza frente a las puñaladas que le clavaron en su pequeño corazón al nacer.
Ellos escogieron su venganza y fue, dolorosamente, un grito de liberación de su propia opresión. Nada me hará revictimizarlos nuevamente. A esos niños hay que salvarlos de nosotros, de nuestra sociedad, de su propia condición, descompuesta y abyecta. Hay que salvarlos de la muerte con la que los hemos visto nacer.
Ósea que todos somos los culpables según tu . Ósea , tu lejos de tu redacción eufemista , justificas lo injustificable al decir que si ellos clavaron el cuchillo , fue porque nosotros lo hicimos primero . Sigue defendiendo a esos asesinos . Lamentablemente en el país no hay una ley que contemple una sanción para niños de tan poca edad , pero a esa posible Miss ( de La realidad alterna ) , y a los dos varones de 15 y 17 años los deberían juzgar como adultos , porque si actúan como tal , que respondan como tal ! La culpa es de los padres , de sus padres ! De las madres que abrieron las piernas y después abandonaron , de los progenitores irresponsables que seguramente son tan delincuentes como ellos o es que tú crees que quizás hasta los mismos padres los mandan a robar ??? Lo he visto !!! Los envían como carne de cañón y si algo sale mal , los abandonan ! Y así van , procreando de esquina en esquina y tú aún generalizas a la sociedad como culpables de la formación de semejantes asesinos ? No es la flecha amigo , es el indio ! Y ojo , no te hablé de política , te hablé de los valores que vienen de casa porque hay personas que por muy pobres y aunque viven en el peor de los barrios , tienen más educación que tú y que yo ! Mírale los ojos a los familiares de las víctimas y explícaselos y veremos que te dicen ! Aquí hay que erradicar el mal de raíz ! Seguro cuando lleguen a las carceles , te apuesto que los otros engendros del mal allí contenidos los van a felicitar y hasta los apadrinarán y verás a la carajita preñada antes de diciembre mientras goza del beneficio de la Cachorra mayor !
Claro! De bolas! “Erradicar el problema de raiz” para así generar mas odio! Excelente idea!. No puedes construir sociedades prosperas (a nivel social) en torno al odio.
cómo es que justificas un asesinato? me parece una falta de respeto a los familiares al decir “¿qué esperaban?”. En serio? solo porque son niños? los asesinos adultos que cometen atrocidades también vivieron una vida tormentosa, muchos fueron violados, a muchos les mataron algún ser querido, por lo que terminaron con una mente psicópata. O los malandros que matan cada día a una persona por quitarles el celular, ellos también tuvieron una vida de mierda que los llevó a eso… y por eso hay que decir pobrecitos, es nuestra culpa, qué esperaban, hay que dejarlos vivir. DE PANA? sea cuál sea la edad, justificar un asesinado es inconcebible, pareciera que estuvieras muy de acuerdo con que estos niños mataran, te faltó decir “bien bueno, pa’ que sean serios”. Por favor. Tocas algunos puntos relevantes y ciertos, pero discrepo con el resto el artículo. Decir que la carajita esa no debe ser castigada ya es mear fuera del perol.
Excelente, aún no entiendo como hay personas que no leen, está claro, nadie está justificando nada, pero como sociedad tenemos responsabilidades… no sólo mirar, horrorizarnos, juzgar, seguir el paso y ya… lo siento, pero está realidad de lo que somos como sociedad no está dando una bofetada y no podemos hacernos las victimas…
Te felicito por tu discermiento y por poner el dedo en la llaga pues el sistema que debe proteger y velar por los derechos de los niños (desde alimentación hasta educar en valores) desde el Cdmnna pasando por fiscalía y defensa, funciona a medias; esos niños deberían estar en un hogar de acogida no criándose solos en la calle como animales.
En momento alguno tú artículo, como muchos lo dicen, justifica los asesinatos sino que va más allá ante un crimen tan abrupto como este cometido por manos impúberes, manos que deberían jugar con carritos y darle a la piñata, hay una gran pregunta: ¿qué llevó a esos niños y a esa adolescente a convertirse en desalmados? esa para mi es la 6ta Wh del periodismo Por qué… todo hecho tiene una causa y nuestra indiferencia, nuestro fracaso como Estado garante de los niños, sujetos de derecho ante la ley, es la principal respuesta; después vienen la maternidad y paternidad irresponsable, el funcionario Cdmnna que miró para otro lado y el comerciante o vecino que no acudió a hacer el llamado ante niños abandonados a su suerte.