… “Me molesta que mis compañeros de trabajo le den más peso a mi aspecto físico que a mis conocimientos”… “Siento que debo esforzarme para demostrar mis capacidades, más que los varones”… “Los responsables de área en mi oficina creen que para ganarte un espacio necesitas dejarte tocar y escuchar cosas vulgares” … “Siento temor de ascender en cargo y rol dentro de mi organización porque no quiero que se piense que logro ascender porque soy amante del jefe”… “Temo que al salir con mi jefe piensen que soy su amante o secretaria” … “Me siento silenciada en mi trabajo por jefes hombres”… “A diferencia de los hombres, las mujeres siempre tenemos que validar, demostrar y comprobar nuestros conocimientos” … “Siento que mis compañeros en el trabajo no valoran mis ideas y aportes y debo elevar la voz para ser escuchada”… “Tengo miedo de tener hijos y ser excluida de las opciones de promoción” … “En mi casa no me hablaban por haber elegido estudiar una carrera para hombres” … “Mis compañeros me subestiman por ser chama”…

Así se siente la discriminación contra las mujeres en el trabajo. Son historias reales de un grupo de jóvenes de Caracas, contadas en un taller de metodología para activistas que realizamos con la gente de Asuntos del Sur el año pasado. Todas son expresiones de la forma como operan las relaciones de poder entre géneros y que explican en gran medida por qué aun somos tan pocas en las posiciones de poder empresarial.

Si lees esos testimonios y piensas que ellas están exagerando o que son unas pusilánimes o que se están victimizando, probablemente no estés escuchando bien. Mas aun, si crees que “quien no quiera quemarse que no se arrime a la candela”, porque así son las reglas de juego del poder en las organizaciones, probablemente tengas una alta dosis de machismo. Y antes de que digas que a los hombres también los acosan en el trabajo, el tema es que el 90% de las víctimas de estas conductas son mujeres, según la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Todas esas expresiones son reflejo lo que se llama acoso laboral u hostigamiento, si quien lo ejerce tiene una posición de poder. Es violencia y no puede ser permitida.

Subliminal, invisible, incuestionable

La violencia laboral usualmente se solapa con un trasfondo de normalidad que hace muy difícil señalar, mucho menos denunciar o incluso mencionar la incomodidad que se siente tener que escuchar chistes obscenos o fantasías sexuales, tolerar gestos o miradas insinuantes o dejar que te pongan la mano en el hombro o en la rodilla, para que no te tilden de mojigata o puritana.

Reclamar el hecho de que te roben tus ideas para presentarlas como propias o el que te hayan negado un ascenso porque eres madre o que descarten tu participación en un proyecto porque eres mujer (o gorda o negra o vieja) o quejarte porque tus ideas no son escuchadas a riesgo de ser etiquetada de agresiva o conflictiva, requiere coraje y mucha seguridad en ti misma, porque todo el entorno te hará pensar que exageras, que no es para tanto, que mejor te adaptas o te vas.

Diversas asociaciones explican que más del 65% de las víctimas de violencia laboral no se atreve a denunciar porque las represalias siempre caen sobre ellas y además, son pocos los acosadores que llegan a juicios por falta de pruebas. Despidos, cambio de departamento, culpabilización y rechazo a quien se queja, son las consecuencias de la que se atreve a hacer visible la discriminación que sufre.

Pero más allá de los trastornos personales que acarrea un clima organizacional como este, las empresas deben saber que numerosas investigaciones han establecido que el acoso laboral en el lugar de trabajo tiene un impacto significativo en los resultados económicos: una mayor rotación de empleados, una menor productividad, un mayor ausentismo e incremento en los costos de licencia por enfermedad asociada a depresión y ansiedad o pánico. Todos perdemos en este juego suma cero que nos pone a jugar el patriarcado.

Soluciones

Aún es necesaria mucha legislación, educación y planes eficaces para combatir y erradicar estas viejas prácticas que socavan la posibilidad de aprovechar los talentos de las mujeres en el desarrollo empresarial.

Las empresas deben estar conscientes y preparadas para prevenir y abordar casos internos de discriminación por género. Estas son algunas recomendaciones:  brindar charlas sobre acoso a todos los empleados en general, contar con un reglamento interno que establezca de forma clara la prohibición de conductas que conlleven a acoso sexual y laboral, diseñar protocolos de actuación para recibir denuncias, fortalecer capacidades emocionales para enfrentar situaciones veladas o sutiles de acoso, constituir servicios de atención psicológica, tener un comité de ética que atienda denuncias, impartir capacitación obligatoria para el personal, así como para los socios y contratistas sobre la prevención y denuncia, entre otras posibles soluciones.

Identificar la propia discriminación que sufrimos – y las que causamos también- es un ejercicio necesario para saber cómo opera el sistema, para dejar de pensar en la violencia como un fenómeno abstracto que le ocurre a los demás, sino más bien como algo que está tan delante de nuestras narices que se nos hace difícil verlo… hasta que nos sucede.

Foto: elclasificado.com

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