Diálogo

Hemos visto como las conversaciones en Barbados se han visto afectadas, casi mortalmente durante esta semana, por la no asistencia a una de las rondas por parte de la delegación que representa a Nicolás Maduro Moros. Esta acción ratifica lo difícil, complejo y discrecional  que resulta llevar un proceso de similar naturaleza donde el tiempo político le resulta altamente complicado alinearse con el tiempo social y económico que vive el país.

La falta de confianza entre las partes, aún con la mediación de Noruega, ha sido más que obvia durante las rondas de conversaciones y en las vocerías externas asociadas a los actores involucrados en las sesiones. Más de veinte años de dura polarización más los intentos fallidos de diálogo y negociaciones previas a estos nuevos encuentros, han dejado huellas difíciles de borrar que impactan como sombras en las rondas. No cabe duda que a nivel de actores políticos la desconfianza y la poca credibilidad para llevar a cabo acuerdos concretos se torna en un factor de enorme presión que se convierte en el principal obstáculo para avanzar más rápidamente.

Pero más allá de Barbados y lo que pueda significar en la búsqueda de una solución de alto nivel al conflicto político venezolano, se encuentra la población. La polarización desatada y los hechos nefastos tanto de la política como de la economía de las últimas dos décadas, hicieron mella en las familias venezolanas. Vecino contra vecino, hermano contra hermano, inclusive, hijo contra padre y comunidad contra comunidad, fueron eventos que deterioraron el alma colectiva de la nación en detrimento de la convivencia sana y democrática. Por lo tanto, el diálogo no debe circunscribirse a los actores políticos y la comunidad internacional sino también al alma nacional entera.

La buena noticia es que desde las bases el tema de la reconciliación avanza inexorablemente. La despolarización ha sido el signo característico de los últimos tiempos. Los problemas cotidianos y las dificultades crueles que padecen millones de venezolanos han venido uniendo el espíritu colectivo de la nación. Este fenómeno ha sido más evidente en el interior del país que en Caracas.

Diálogo entre todos

Evidentemente, las penurias a las que son sometidas los habitantes del noventa y cinco por ciento del territorio nacional con racionamientos eléctricos diarios de más de cuatro horas, las enormes colas para poder surtir combustible, las serias dificultades para adquirir el gas doméstico y un cúmulo de circunstancias que no son vividas por los habitantes de Caracas dan cuenta que las dificultades han reunificado a la población por encima de las diferencias políticas.

Estos diálogos “desde la calle y las penurias” están teniendo un valor fundamental que puede presionar velozmente el proceso de negociación que está requiriendo el país para generar una transición política que lleve a una recuperación de la economía y de la convivencia. Debemos estar atentos a estos diálogos desde la base que son promovidos por organizaciones sociales, partidos, grupos comunitarios y personas interesadas en trascender la cotidianidad actual. El país se está llenado de diálogo y negociación más allá de los actores políticos. Hay que observar con atención lo que se está generando desde las regiones. Allí puede estar el futuro cercano.

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