Besar es una expresión de afecto cuando se da con emoción.  A la inmensa mayoría de las personas le gusta besar y ser besada aunque haya algunas que les avergüence, le produzca bochorno, sobre todo, si ese beso es en público.

Como mucha gente he celebrado ver un beso en un lienzo de Klimt, una escultura de Rodin, una fotografía de Eisenstaedt o una secuencia cinematográfica entre Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, en Titanic, o Heath Ledger y Jake Gyllenhaal, en El secreto de la montaña. Pero más me emociona cuando veo una pareja besándose en la calle, el metro, una plaza.  Entonces, sonrío, me provoca aplaudir como ante todo acto de amor. A veces, los felicito.

Sin embargo, la connotación o significado del beso depende del contexto, de los actores y de quien lo presencie.  Hay el beso social, el del saludo, inclusive entre hombres, admitido en algunas culturas. Ese, por lo general, es un beso como que si nada; las mejillas se juntan rapidito, suena el muah que pasa volando cerca de la oreja y se pierde en el aire.  Los hay dobles, como en Europa, simples, como en América Latina e insolentes, demandables, a veces, en otras partes del mundo.

Hay el beso de afecto, el familiar, en la mejilla, en la cabeza, tierno, en los ojos, para decir te quiero.  Hay el protocolar, en la mano, como señal de reverencia que puede ser hipócrita, como el de Judas. Hay muchos más tipos de besos, pero quedémonos en el que pudiera ser más esperado, comprometedor, inclusive, problemático: el llamado beso de amor, en los labios, ese que no se le da a cualquiera.

El beso  en la boca se da entre gente que se gusta, que se ama… aunque no necesariamente.  Digamos entre gente que se apasiona, que se entrega de alma y cuerpo y le produce una piquiña sexual.  Ese beso es el amenazante, el restringido a la intimidad, el prohibido en espacios públicos, el que pudiera ser ofensivo para la gente de alto pudor.

Contemplar un beso en el cine, la fotografía u otra obra de arte parece que es grato  pero verlo en la realidad, en un sitio público, puede turbar hasta ofender.  Como paradoja, pudiera ser que ante un acto violento, un accidente sangriento, la gente se detenga pero ante un beso suele apurar el paso, bajar la vista, inclusive insultar, violentar a los besantes.

Eso pudiera ocurrir – y ocurre, lo que es peor- si se besan públicamente un hombre y una mujer pero más si los besantes son ella a ella o él a él.  Claro, esto pasa en los países donde la intolerancia hacia la diversidad sexual surca venas sociales y la discriminación sexual es parte de la vida cotidiana. En países con dirigentes atrasados, conservadores de izquierda y de derecha, donde priva la gente pudorosa.  Al menos de la boca para afuera.

Un beso que asusta

Recién en Caracas, una pareja de novias se besó en un elegante bar y fue agredida por personal del establecimiento.  “Este no es un local para eso”, fue el argumento de los agresores para violar ordenanzas municipales.  En una plaza pública de ese mismo municipio, una pareja de muchachos se dio un “piquito” y fue reprendida por un agente.  Lo presencié y reclamé por la violación de sus derechos humanos, el de expresarse afecto y el argumento de la autoridad fue: aquí hay niños.  No los había,  pero de ser así, ¿no sería más educativo, no los haría más ciudadanos y ciudadanas de ahora y el futuro, que esos niños viesen que el amor no tiene sexo?

Arriba dije “recién en Caracas” y en un municipio pero escenas de represión ante expresiones de afecto entre gente que se ama se han dado en otras ocasiones y lugares.  La represión vienen de gente del común y autoridades violando derechos individuales y de grupos.

Y es que el beso asusta a las autoridades y a la gente conservadora porque es un gesto libertario.   Hay quienes temen a la libertad así clamen por ella.

Les dejo un clásico musical venezolano con aires españoles sobre el beso

YouTube video

Y, para leer más sobre el tema:

***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

</div>